Saturday, June 9, 2012

SEGUNDO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

10 DE JUNIO DE 2012

Queridos Hermanos:

Qué extraño que Dios deba invitarnos, ir a Él. Cuando en realidad, deberíamos, de manera natural, correr hacia ÉL. Nuestra naturaleza misma debería llevarnos a buscarlo y seguirlo, aún mucho antes de cualquier invitación.

Es el efecto del pecado que ha oscurecido nuestra vista para no desear o ver, nuestra mayor felicidad – Dios. El pecado nos ha dejado perdidos en la obscuridad. Somos como el ciego que guía otro ciego. Formamos ideas falsas de lo que es la luz y lo que debemos buscamos en todos los lugares equivocados. Hay quienes confunden la obscuridad en la que se encuentran con la luz, ya que no puedes saber ni conocer nada de la verdadera luz.

El Hijo de Dios ha venido, enviado por El Padre, para invitarnos a la cena de luz y verdad. Muchos han reusado venir porque ha crecido de manera confortable en la obscuridad del pecado. Muchos dan explicaciones mundanas superfluas, para justificar su no asistencia a esta cena, disfrazando su inhabilidad para asistir. Existe la costumbre condicional al final de cada excusa injustificada, “por favor excúsenme”.

El pecado aparece de muchas formas –aunque el pecado es todo rechazo y alejamiento de Dios. Existe la concupiscencia de los ojos, de la carne y la vanidad de la vida. Cada una de estas categorías se nos presenta hoy en la explicación de las excusas, de que nos habla el Evangelio de hoy.

“compré una granja” representa a todos y cada uno de los que se mueren de curiosidad por ver y conocer las cosas de este mundo y satisfechos de permanecer ciegos ante las cosas de Dios. La granja no se mueve. Lo vemos en todo momento. Debemos buscan primero y ante todo el Reino de Dios. La granja misma es un regalo de Dios y se nos ha dado para que de esta manera nos acerquemos más a Dios, no para que se convierta en un obstáculo hacia Él. De qué manera tan perversa usamos lo que Dios nos ha dado en Su contra.

“He comprado cinco yuntas de bueyes” representa el orgullo que tomamos en controlar las cosas de este mundo. Esta vanidad nos hace pensar que somos nosotros los que gobiernan estas cosas, Este es un vicio muy difícil de enmendar. En nuestros días será la vanidad de nuestro automóvil o tecnología etc.

“heme casado” representa toda la concupiscencia de la carne. La pasión y lujuria de nuestro cuerpo nos dejan ciegos ante la verdad y nos consume para que perdamos todo el autocontrol. Estos pecados nos consumen en realidad y poco a poco nos acaban. Nuestro intelecto se ensucia y queda sordo, al buscar la luz y la felicidad, quedándose en la obscuridad y la inmundicia.
Estas son las grandes categorías de pecados o excusas del ser humano que nos aparte de aceptar la invitación a ver la verdadera luz y probar la verdadera alegría del cielo.

Las parábolas de Cristo se nos dan, no para nuestra diversión, o simplemente instruirnos. Sino más bien para motivarnos y cambiar nuestra vida. Están hechas para mover nuestra voluntad hacia lo que es verdad, correcto y bueno. Verdades profundas se nos presentan de manera simple para que logremos entenderlas aún dentro de la obscuridad de nuestro pecado. Con algunos destellos en la verdad hacemos la posibilidad, de vernos a nosotros mismos y alejaros de la obscuridad y ver finalmente la luz.

Hemos alcanzado el extremo opuesto, de cómo fue presentado en el Paraíso Terrenal con Adán y Eva. Conocieron la luz, la bondad y no conocían la obscuridad ni el pecado. El hombre de ahora, por otra parte, conoce el pecado y la obscuridad e ignora la luz y la bondad.

Adán y Eva conocieron la oscuridad y el pecado por medio de la duda y la desobediencia. Nosotros debemos recuperar la luz y bondad por medio de la fe y la obediencia. Debemos creer a Jesucristo que nos dice la verdad y debemos seguir y acudir a Su invitación, a la Cena de la Luz, Verdad y Bondad. A través de la fe y la obediencia podemos alejarnos de la ignorancia y obscuridad del pecado para entrar a la sabiduría de la Luz de la Gracia.

El hombre jamás conocerá los verdaderos placeres y gozo que Dios les ofrece a menos que renuncien a la alegría que imaginan conocer. Esto requiere fe y obediencia a Dios. Hagamos ese amoroso acto de Fe y obediencia a Dios y renunciemos a los falsos placeres del pecado que ha crecido junto con nosotros. Para que por medio de la fe logremos obtener la alegría eterna del Banquete Celestial.

Así sea