Saturday, January 15, 2011

SAN BERARDO Y COMPAÑEROS

MARTIRES

16 DE ENERO DE 2011

Queridos Hermanos:

Estos primeros mártires de la Orden de San Francisco, ocupan un lugar muy especial en el corazón de todos los Franciscanos. San Francisco mandó a Berardo, Pedro y Otto (sacerdotes) en unión de Adjutus y Accursius (hermanos legos) a predicar el evangelio a los musulmanes en Moroco. Llenos del Espíritu de Dios fueron de misión de la misma forma en que lo hicieron los apóstoles: sin dinero ni comida.

Su fe y su valentía por predicar el evangelio de Jesucristo a los infieles les mereció grandes coronas de la gloria del martirio. “bajo las ordenes del Rey Moro, estos héroes de Cristo fueron golpeados con bastones hasta que fueron expuestas sus entrañas. Después fueron arrastrados sobre pedazos de vidrio y las tapas de vasijas quebradas, se les agrego además vinagre y aceite hirviendo sobre sus heridas. En medio de esta terrible tortura, los mártires cantaban alabanzas a Dios. Cuando el Rey les propone con gran desdén que renuncien a su fe y vivan como ellos, nuestros santos mártires respondieron: ¿crees que los placeres que ofreces van a engañarnos? Quédate con ellos que te han de llevar al infierno, en el cual hasta este momento tus falsos profetas están ardiendo y está preparado para ti y toda tu corte”

El rey Musulmán, Miramolín, enfurecido por estas palabras tomó su sable y les cortó la cabeza a estos valientes discípulos de Jesucristo. Después de su muerte, los infieles arrastraron sus cuerpos por la ciudad y los hicieron pedazos. Estos primeros mártires fueron ofrecidos a Dios el 16 de enero del año 1220.

Cuando san Francisco se enteró de este gran triunfo de sus valientes hijos, exclamó, lleno de alegría,

“¡ahora puedo decir que realmente tengo 5 verdaderos Frailes Menores!”.

Sus restos de sus cuerpos fueron regresados a Coímbra, en Portugal; fue en esta ocasión en la que San Antonio de Padua ingresa a la Orden Franciscana. Sixto IV instituyó la festividad de estos mártires”

En el evangelio de hoy, Jesucristo nuestro Señor advierte a quienes desean ser sus discípulos. Nos dice que Él los envía como ovejas en medio de lobos. Verdaderamente, los mártires franciscanos que honramos el día de hoy fueron enviados como ovejas en medio de los lobos.

Fueron verdaderamente sabios con la sabiduría de la fe, más con la inocencia de una paloma. Hablaron con la verdad, simple honesta y con valentía. Aceptando de la misma manera las consecuencias que esto traía consigo por su fe que portaron en el nombre de Cristo.

No necesitaron preparar o trazar grandes argumentos en contra de los infieles.

Porque Cristo les había prometido que: “… sabrán, en el momento apropiado, lo que han de decir en ese momento, porque no son ustedes los que hablan sino el Espíritu de vuestro Padre, quien habla” verdaderamente es la voz de Dios que habló a través de estos santos mártires Franciscanos, anunciando al rey y a todos los que siguen a los falsos profetas que son guiados al infierno donde aún, sus anteriores falsos profetas, arden en el fuego por muchísimo tiempo.

Frecuentemente nos preocupamos y entretenemos en pensar, que es lo que debemos hacer o decir y gradualmente poco a poco nos excusamos de hacer cualquier cosa ya que no sabemos qué cómo actuar. Debemos ser movidos por la fe. Con la fe simple y honesta y, la fortaleza de nuestras convicciones, debemos avanzar valientemente. No debemos temer ningún poder mundano. Debemos estar llenos del amor y confianza en Dios. Se nos dirá que hacer y decir en ese momento.

Con verdadero amor por Dios sabemos y creemos que Dios es la verdad y lo correcto y debemos estar listos a morir por El. ¿Podremos decir que creemos verdaderamente en El, si no estamos dispuestos a sufrir por Dios?

Pidamos a estos “cinco verdaderos Franciscanos” y valientes soldados de Jesucristo que intercedan por nosotros para que también nosotros obtengamos el amor profundo por Dios y total confianza en El. No dudemos o actuemos con temor cobarde cuando se trata defender a Jesucristo, la Iglesia y la verdadera Fe. No dudemos en denunciar a quienes se oponen a Jesucristo, Su Iglesia y la fe verdadera.

No es con odio o maldad que podremos hacer estas cosas, sino más bien por el contrario con amor por Dios y la salvación de nuestra alma. Nuestros mártires que honramos el día de hoy fueron a predicar a los infieles con un gran amor por Dios y amor por estos mismos infieles. Es el verdadero amor que los mueve a decir y hacer lo que hicieron. Les predicaron sobre Jesucristo porque desearon salvar el alma de estos infieles.

Este gran amor y servicio por Dios no fue sin fruto alguno. Vemos los resultados de esta acción tan valiente y llena de fe con la inspiración que movió a san Antonio de Padua. Con esto en mente no tengamos ningún temor de estar perdiendo el tiempo, energía o nuestra vida al estar al servicio y gloria de Dios. Aún si no vivimos lo suficiente para ver el fruto de nuestro sacrificio, en este mundo, porque sin duda alguna, lo veremos y recibiremos en la eternidad.

Así sea.