Saturday, November 14, 2009

DOMINGO 24 DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

15 DE NOVIEMBRE DE 2009

Queridos Hermanos:


EL día de hoy se nos recuerda que lo que importa son los detalles, las cosas que aparentemente son insignificantes. El Reino de los Cielos está construido sobre ellos. Cristo nuestro Señor compara este Reino a una semilla de mostaza.

El mayor en el reino de los cielos dice Jesucristo a los apóstoles, no es del más fuerte o inteligente, sino del humilde y sencillo. Para ilustrar esto pone como ejemplo ante ellos, un niño, y agrega que, debemos hacernos como ellos si queremos entrar en Su Reino.

El Rey, Jesucristo mismo, se humilló al convertirse en el más insignificante de los hombres de este mundo; al cual vino a servir y no ha que le sirvieran. Ordena a Sus apóstoles servir y ayudar el uno al otro. Este mandato se lo da de igual manera al mayor de ellos, a la Cabeza, razón por la cual los Papas firman sus documentos como el siervo de los siervos de Jesucristo. Concluye Jesucristo diciendo que quien se humille será ensalzado y quien se gloríe será humillado.

Frecuentemente somos arrastrados o impresionados por el grandor y espectáculo de las cosas de este mundo. Lo mismo sucede cuando somos distraídos por los aires de grandeza de las falsas religiones. La ya frecuente expresión de que: ¿puede, tanta gente, estar equivocada? Se presenta como un argumento que señale que las cantidades numéricas, el poder y el volumen estén en lo correcto.

Esta decepción diabólica, frecuentemente tiene éxito en engañar a los incautos.

La historia y nuestra simple inteligencia nos dice que la mayoría está casi, sino siempre, en el error. La verdad la encontramos en la minoría. Jesucristo y sus apóstoles fueron siempre una minoría, aún cuando eran seguidos por una gran multitud. Fue esta multitud que a gritos pedís Su sangre.

Frecuentemente, Dios nuestro señor, escoge a los humildes, los débiles, los insignificantes de este mundo, para realizar sus designios y manifestar Su gloria.

De esta manera se asegura que el honor y gloria sea sólo para Él.

Todos sabremos que el único instrumento usado por Dios, es el ser humano, simple y humilde. Esto es algo que todos y cada uno de los santos entendió y puso en práctica. De manera especial debemos centrar nuestra atención en San Francisco, ejemplo vivo de las maravillas de la gracia y misericordia de Dios en nosotros.

San Francisco tomó las palabras de Jesucristo y las directrices encomendadas a sus apóstoles literalmente en su corazón. Buscó practicar de manera perfecta en sí mismo, hasta donde le fue posible, todo lo que Jesucristo había ordenado. La Regla de San Francisco está tomada directamente del Evangelio. Ve y vende todo lo que tienes, dáselo a los pobres y ven sígueme. Pero de manera principal San Francisco tomó como forma de vida las palabras de nuestro Señor Jesucristo cuando señala que debemos ser humildes.

San Francisco siempre buscó ser humilde, y servir a los demás.

De la semilla insignificante, del ejemplo que sembró san Francisco, nació la más grandiosa Orden Religiosa, dentro de la Iglesia católica.

En su amor obediente y humilde, San Francisco se convirtió en el reflejo mismo de Jesucristo. La manifestación máxima de amor es la imitación sincera. San Francisco logró este amor e imitación de Jesucristo de manera tan perfecta que Dios le recompensó estampando en su cuerpo las heridas impresas en el cuerpo de Cristo.

San Francisco no buscó honor ni gloria. Sino humildad, pobreza y lo más insignificante. Buscó en todo momento imitar de manera perfecta a Jesucristo. Y a manera de recompensa de este profundo amor e imitación, al extremo de la renuncia de sí mismo, San Francisco es ahora elevado al lugar más encumbrado del Cielo.

Además de que esta Orden Religiosa por él fundada, está profetizado, que será la única en sobrevivir en la Iglesia Católica hasta la consumación de los siglos.

Este amor extremo y forma de imitación, no es para todos. No todos pueden seguir a nuestro Señor como lo hizo san Francisco, en la pobreza absoluta, celibato, sufrimientos etc. hay muchos santos que fueron ricos y vivían de manera confortable, casados, etc. sin embargo, todos estamos llamados a ser humildes. Todos debemos entender que somos verdaderamente insignificantes y que Dios lo es todo.

Podemos claramente entender, de la lectura de hoy, que Jesucristo nos manifiesta la forma en que es construido su Reino. Vemos más evidencias en la vida de los santos. Nuestra fe, la razón y la historia misma nos señalan la verdad de todo esto. Luego entonces, ¿por qué buscamos la espectacularidad de las mayorías para seguirlas?

¿Por qué no encontramos paz, tranquilidad y alegría, en la humildad, tomando nuestras cruces y siguiendo a Jesucristo, a pesar del ridículo y burla que profesan contra nosotros, la mayoría?

¿No es mejor estar solos al lado de Jesucristo en los sufrimientos y dificultades que, permanecer en una multitud que celebra su condenación eterna y miserable en el infierno?