Friday, August 14, 2009

ASUNCIÓN DE LA B.V. MARIA

15 DE AGOSTO DE 2009

Queridos Hermanos:

Su santidad el Papa Pío XII proclamó el Dogma de la Asunción el 1ro de noviembre de 1950. Esta doctrina nuevamente definida, aunque no doctrina nueva, verdaderamente depósito de nuestra fe recibida desde el tiempo de los apóstoles: “Una vez que hubo concluido su misión en este mundo, fue asunta al cielo en cuerpo y alma a la gloria celestial” por razón de su maternidad divina, Nuestra Señora, la Inmaculada Concepción privilegiada de escapar al pecado original, no conoció la corrupción de la tumba.

La Iglesia pone ante nuestros ojos el día de hoy la Epístola de Judith como el tipo de la Santísima Virgen. En Judith vemos a la bienaventurada hija del Señor, Dios todo poderoso. Salvó a su gente al cortar la cabeza del príncipe de sus enemigos. De la misma manera en que Judith es recordada como quien salvo a su pueblo, así la Santísima Virgen María como quien trajo la salvación al mundo por medio de Jesucristo.

Su intima participación con Cristo durante Su vida de sacrificio, sufrimiento y muerte en la cruz, la hace merecedora de participación similar con El en Su gloria en el Cielo.

De esta manera vemos con anticipación y preparación el nacimiento de Cristo, María fue concebida sin pecado y preservo su inocencia toda su vida.

En recompensa por su cooperación en el sufrimiento y sacrificios por el Hijo de Dios, mereció ser asunta al Cielo donde ahora reina con Su Hijo Jesucristo como reina del Cielo y la Tierra. Lo que se puede decir de Judith se puede igualmente decir de María santísima.

“Tú, gloria de Jerusalén; tú alegría de Israel; tú orgullo de nuestro pueblo”.

Las palabras inspiradas de Elizabeth son dulcísimas a los oídos de los católicos y jamás pueden ser repetidas con exageración: “Bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre” en respuesta escuchamos a María Santísima llena de gracia de Dios y humildemente decir: “Mi alma engrandece al Señor, y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador. Porque ha mirado la humildad de su sierva, y por eso me llamarán bienaventurada todas las generaciones, porque ha hecho en mi grandezas el que es poderoso, y cuyo nombre es santo, Y su misericordia de generación en generación sobre los que le temen”.
Así como Jesucristo resucitó de entre los muertos y se encuentra ahora en el Cielo, María santísima fue elevada al cielo, de la misma manera esperamos nosotros gloriosamente unirnos con ellos al final de los tiempos.

Cristo ha abierto las puertas del Cielo y María santísima ha seguido sus pasos, ambos nos invitan a unirnos a las glorias celestiales que ha sido preparado para nosotros desde toda la eternidad.

Sin embargo, no tenemos la gracia de la inmaculada concepción de María Santísima por lo tanto no podemos evitar el castigo de la muerte, como lo hizo María. Razón por la cual debemos todos y cada uno de nosotros pagar el castigo que nos tenemos merecido.

Consignamos los cuerpos de nuestros seres queridos muertos a la sepultura y nos preparamos al día en que nosotros hagamos lo mismo, con la esperanza confirmada por la fe, que nosotros también algún día habremos de resucitar de entre los muertos, cuerpo y alma para presentarnos ante Jesucristo como Justo Juez.

Jesucristo, no es solamente nuestro Dios y señor sino que también es nuestro hermano. Ha venido a este mundo y nos ha dejado en claro la dirección, sin error, que debemos seguir para seguirlo al cielo. El juicio a nuestro favor o en contra nuestra será supremamente justa toda vez que es hecho por Dios, nuestro hermano según la carne; junto a Él estará también María Santísima Madre de Él y de nosotros.
Ella que ha escapado del pecado y los castigos de este, que ha sido refugio de pecadores arrepentidos estará también esperándolos con sus brazos abiertos en el Cielo. Quienes han confiando en ella y la han amado durante el transcurso de esta vida deberán estar seguros que recibirán un juicio positivo de parte de su Hijo, señor y amo nuestro Jesucristo. De esta manera también nosotros cantaremos el Magníficat como María, al encontrar Dios la humildad de ella y Sus hermanos al mostrarnos Su misericordia.

Sin embargo, debemos unirnos a María nuestra Madre en la oración diaria si queremos recibir su protección y auxilio.

Que no pase un día sin que acudamos a su auxilio.

Esta siempre esperándonos y escuchando nuestras suplicas. No debemos fallarle, de lo contrario no podremos esperar complacer a Su Hijo el día de ser juzgados.

Así sea.