Monday, September 8, 2008

DOMINGO 17 DESPUÉS DE PENTECOSTES

7 DE SEPTIEMBRE DE 2008

Queridos hermanos:

El día de hoy se nos presenta dos preguntas muy importantes. Una hecha por los Fariseos y la otra por Nuestro Señor Jesucristo.

La primera, hecha por los fariseos, es importante porque trata sobre la esencia misma de nuestra vida espiritual. El mayor de los mandamientos de Dios es que lo amemos con todo nuestro corazón, alma y mente. Y el segundo como el anterior que amemos a nuestro prójimo como a nosotros mismos.

Dios es un amante celoso y no compartirá un lugar en nuestro corazón con nada ni nadie. Quiere todo nuestro amor. Este amor permite que amemos a otros por amor Su amor. Podemos amarnos a nosotros mismos porque Dios nos ha hecho para ser amado. Somos hechos a Su imagen y semejanza y si nos amamos a nosotros mismos de manera correcta en toda actualidad lo amamos a Él. El motivo por el que podemos ser amados es porque somos el reflejo de la bondad de Dios.

Se nos pide amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos porque él está en la misma situación en la que nos encontramos nosotros. Ambos nos sabemos creados, nutridos y redimidos por Dios. Nos damos cuenta que nuestro prójimo es amado por Dios y toda la bondad en este es en realidad la bondad de Dios que vemos reflejada en nuestro prójimo. Más aún se nos ordena amar a nuestros enemigos – no porque su maldad sea digna de amor – sino porque ellos también son creados a imagen y semejanza de Dios y Jesucristo murió por también por sus pecados.

Una vez que hubo dado respuesta, a la pregunta de los fariseos, Jesucristo ahora les hace esta pregunta: ¿Quién es el padre de Jesucristo? A lo que responden según las profecías, Cristo es el hijo de David. Pero si Cristo es el hijo de David, ¿quién es entonces, a quien David llama como su propio hijo? ¿Cómo puede el hijo ser Señor de su propio padre? Esta pregunta los dejo perplejos al grado de ya no atreverse a hacerle más preguntas.

La respuesta a esta pregunta es obvia para nosotros. Cristo es hijo de David según la carne (como hombre) y Cristo es Señor porque es el Hijo de Dios. Cristo es Dios y hombre.
Esta simple verdad ha sido un golpe severo para muchos a través de la historia. Han existido muchas herejías que surgieron por un mal entendido sobre quien es exactamente Jesucristo. Algunos desean que Cristo sea sólo Dios, negando su humanidad, otros como un hombre santo pero no Dios.

Si Cristo fuera sólo Dios y no hombre, no pudo haber sufrido y muerto por nosotros sobre la cruz – el hombre estaría entonces perdido. Si Cristo fuera sólo hombre, Su sacrificio sobre la cruz es insuficiente para redimirnos de nuestros pecados – luego entonces, estaríamos perdidos.

Cristo es verdadero Dios y verdadero hombre.

Vemos que estos errores aún predominan en nuestros días y que además nuevos errores se le están añadiendo.

Tal vez, el más siniestro es en el que algunos herejes modernistas han exagerado la doctrina sobre el Cuerpo Místico de Jesucristo, incluyendo a todo el género humano, al grado que todo seguimiento de una persona individualmente histórica – Jesucristo – ya no exista. Es un pan-cristianismo (todo es Cristo) a diferencia del Panteísmo (todo es Dios). En este error, los herejes modernistas presentan a todos y cada uno de nosotros y todos juntos como Cristo. Somos dioses. Esto se refleja en los cambios a algunos de los sacramentos. Aparece significativamente en la remoción total del concepto del pecado. El pecado ya no existe. Luego entonces, no hay necesidad de la Penitencia ni de la Confesión. Lo han remplazado con la “reconciliación”, sin necesidad de arrepentimiento ni enmienda de vida. Sus funerales parecen más bien canonizaciones. Cuantos han sido engañados al señalárseles que sus seres queridos fallecidos se encuentran ya en el Cielo. Aún aquellos que hubieron llevado una vida pecaminosa y escandalosa.

Seamos precavidos y evitemos caer en estos males recordando la pregunta del evangelio de hoy y busquemos entenderla como Jesucristo a través de la verdadera Iglesia nos enseña.

Debemos amar a Dios con todo nuestro ser, debemos amarnos a nosotros mismos en Dios y a nuestro prójimo por el amor de Dios. Debemos entender que Cristo es verdadero Dios y verdadero hombre. Es un ser humano históricamente distinto y no sólo una teoría o hipótesis. Al cumplir sus mandamientos somos incorporados en Su Cuerpo Místico. No debemos tratar de reinterpretar a Cristo y forzar a Dios que sea como nosotros sino que debemos constantemente buscar ser como Cristo.

Así sea