25 DE NOVIEMBRE DE 2012
QUERIDOS HERMANOS:
El día de hoy nos toca considerar el fin, nuestro fin.
Lo que se nos presenta en el evangelio es referente tanto al la destrucción de Jerusalén, que ya ha sucedido y proféticamente, al final de los tiempos. Consideremos la parte profética y veamos que aplica para nosotros. Podemos considerar el fin del mundo y nuestro propio fin mortal. En cualquiera de ambos casos, el tiempo dejara de existir, para nosotros, en ese momento.
Jesucristo vendrá a nosotros de manera particular a juzgarnos y de manera completa en el juicio general. Cuando venga no necesitaremos buscarlo, aparecerá sin lugar a dudas. Para el bien de quienes lo aman, será tiempo de gran alegría, para quienes han amado algo distinto, será un tiempo de gran dolor y remordimiento.
Esta parte profética del evangelio nos dice como debemos comportarnos. Sólo un tonto verá todas las señales del fin y pretender que no lo son. Tal comportamiento lo vemos en muchos de los llamados “tradicionalistas” que ven claramente la “abominación de la desolación en el Lugar Santo” (la religión del Novus Ordo que ha invadido y usurpado la propiedad y posición de la Iglesia Católica) y a pesar de todo esto rehúsan alejarse del impostor que practica el ecumenismo con todas las religiones falsas y “dioses” del mundo de hoy.
Si nos hemos alejado de esta casa de maldad, no debemos regresar a recoger nada de ella. Lo que hayamos dejado, debe para nosotros, ser como algo ya perdido. No debe importar si estamos en el techo o en el campo, debemos huir de esta casa, sin preocuparnos por lo que dejamos tras de nosotros: seres queridos, familia, amigos, momentos alegres etc. Aún si tuviéramos algún niño en edad de ser amamantado por su propia madre, no debemos permitir que sea un obstáculo para acudir y unirnos a Dios. Se encargara de que no tengamos ningún obstáculo entre nosotros y El. Leamos las amonestaciones de san Agustín y corramos llenos de fe y sin ningún temor.
“corramos en la caridad y el amor, olvidando las cosas temporales del tiempo. Es tiempo de llamar al fuerte y no al perezoso. Los ladrones abundan. En cada esquina el diablo está esperando, devorar y tomar posesión, y quien cae en sus garras queda impedido o apartado del buen camino. Lo detiene y aleja de lo bueno, lanzándolo a las trampas de la falsedad, en las herejías y cismas o dejándolo caer en cualquier otro tipo de supersticiones”.
“los tienda a través del deseo o el miedo. Primeramente por el deseo, prometiéndoles y dándoles los engaños del placer. Cuando encuentra algún hombre que rechaza estas cosas y pareciera que ha cerrado las puertas del deseo, lo empieza a tentar por medio del temor. Si ya no deseas nada de este mundo y has por decirlo cerrado sus puertas; temerías aún perder lo que tienes, no has cerrado la puerta del temor. Ser fuerte en la fe. Presta atención para que ningún hombre te arrastre a la maldad por medio de algún tipo de promesas, y no permitas que nadie te obligue a caer en el engaño por cualquier tipo de amenaza.
Cualquier cosa que este mundo te prometa, será mucho mayor en el reino de los cielos, cualquier amenaza que te dicte el mundo el fuego del infierno es mucho mayor. De igual forma si quieres alejarte de todo temor humano, ten temor del castigo eterno que Dios te dicta. Y si deseas alejarte de toda concupiscencia. Desea con todo tu ser la vida eterna que promete Dios. De esta manera cierras la puerta del demonio y abres el camino a Cristo Nuestro Señor”.
“Volteando luego entonces, a nuestro Señor y Dios, busquémoslo con toda honestidad para que el poder de su misericordia fortalezca nuestro corazón en Su verdad, para que nos de paz a nuestra alma”
“Que Su gracia abunde entre nosotros, y que tenga misericordia de nosotros. Que aleje todo escándalo de nuestra vista y que ante Su Iglesia, todos los que lo aman, que por Su poder y de la abundancia de su misericordia nos permita servirle por siempre. A través de Jesucristo Su Hijo, nuestro Señor que vive y reina en unión del Espíritu Santo” Amen