14 DE OCTUBRE DE 2012
Queridos Hermanos:
Consideremos las palabras de Jesucristo Nuestro Señor, en el Evangelio de este día:
“Si no veis milagros y prodigios, no creéis”.
Estas palabras fueron dirigidas a un gobernante que había llevado a su hijo a ser curado por Nuestro Señor. A primera vista parecería como que hay algún error.
Evidentemente, este hombre cree en Jesucristo. ¿Cómo iba acudir a Él, si no fuera así?
Este señalamiento fue necesario porque él pensó que era necesario que Jesucristo fuera a su hijo para poder sanarlo. No había entendido y creído que Jesucristo es Dios y como Dios está en todas partes y es todopoderoso. Vemos al Centurión que busca la salud de su siervo y que Jesucristo estuvo listo para acudir hasta donde este estaba, y el centurión no lo considera necesario ya que tenía fe y además humildad, declarándose a sí mismo, “no soy digno de que entres a mi morada, tan sólo di una palabra y mi siervo sanará” mereciendo, como ya lo sabemos, las palabra de Jesucristo Nuestro Señor que dice no haber encontrado tan grande fe, en todo Israel.
De la misma manera, como este gobernante, nosotros merecemos el rechazo de Jesucristo, al buscar la presencia física en Su Iglesia, en lugar de la fe madura que es necesaria en nuestros días para creer y entender que la Iglesia es el Cuerpo Místico de Jesucristo. Sólo es necesario que Dios diga una palabra y recibiremos SU gracia, aún si nos encontramos alejados de la presencia física de un edificio, o lejos de algún verdadero sacerdote.
Muchos que han tenido la desdicha de haber caído en algún pecado, permiten ser atormentados porque pasan meses y en algunas ocasiones años antes de que vean y busquen un sacerdote para que los absuelva de sus pecados. Muchas pobres almas, buscan la autorización para acudir a sacerdotes herejes o cismáticos por la absolución, que no es permitida, a menos que estén en el lecho de muerte, (articulo mortis). Buscar los sacramentos fuera de la Iglesia les parece razonable ya que han estado alimentados y digiriendo constantemente las líneas del indiferentismo liberal.
La doctrina se ha convertido en algo indiferente para muchas personas de nuestros días, el error y la verdad ocupan el mismo lugar en la sociedad “democrática” de hoy. Se está listo ya para la nueva religión mundial. La cual es claramente manifiesta como el total indiferentismo liberal. Todos estamos bien y cualquier religión está bien.
Luego entonces, ¿qué pueden hacer estas pobres almas una vez que han caído? Las lecciones de catecismo que fueron validad entonces también lo son hoy día. Está claro que debemos hacer un acto de contrición cundo hemos caído en pecado, con el propósito sincero de enmendarnos, decididos a confesarnos cuando la oportunidad este presente. Debemos hacer este acto tan perfecto como nos sea posible. Debemos estar arrepentidos porque con nuestro pecado hemos ofendido a Dios, a quien amamos. Un acto de contrición imperfecto es cuando estamos arrepentidos por temor al castigo que merecemos. Este es suficiente para la valides del sacramento de la penitencia, sin embargo, el perfecto es mucho mejor, el cual puede obtener el perdón de Dios incluso antes de acudir al sacramento.
Como podemos observar, el mundo honraría al hijo del gobernante antes que al siervo del Centurión, Jesucristo ha decidido hacer lo opuesto. Dios honra lo que el mundo desprecia y desprecia lo que el mundo honra. Debemos por lo tanto ven la imagen de Dios en nuestro prójimo y honrarlo de esta manera, sin juzgar que el hombre por su posición o distinción sea mejor que el pobre, porque así lo hace el mundo. Si consideramos al hombre rico DIves y al pobre Lázaro, veremos que Dios da Su amor a quienes sufren en este mundo por Su amor. El pobre y el humilde son glorificados mientras que el orgulloso y rico son llevados a la humildad y sumisión.
San Francisco decide ser pobre y humilde y rechazado por el mundo para poder seguir de manera más perfecta en unión de la santa pobreza y humildad de Cristo. Extiende su invitación a nosotros para que con Cristo honremos al humilde y al pobre en lugar del rico perverso, orgulloso y poderoso de este mundo. Busquemos no rechazar a los favoritos de Dios más bien busquemos imitarlos, si no en la pobreza material por lo menos en la pobreza espiritual y nunca estar sujetos a las cosas mundanas.
En esta pobreza espiritual encontraremos la gran fuerza de llevar pacientemente nuestras cruces y desarrollar una fe más madura que logrará alcanzar la deseada recompensa, no del hombre sino de Dios
Así sea