Saturday, July 28, 2012

DOMINGO NOVENO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

29 DE JULIO DE 2012

Queridos Hermanos:

Todo aquel que ha sido testigo de algún tipo de mal, inevitable, caído sobre algún ser querido, debido a sus propias acciones, puede entender la tristeza que acompaña a las lagrimas que derrama Nuestro Señor y que nos relata el Evangelio de Hoy.

Cuantos padres de familia han prevenido, orado y llorado al ver que sus hijos van por el camino incorrecto, la previsión que acompaña a la experiencia, de los hechos, con frecuencia es nula en la vida del mundo de hoy, especialmente sobre los jóvenes. Lo lamentable es que estas personas no ven ni entienden las medidas de prevención que se les señalan las consecuencias funestas y que incluso lloran por estas.

Cada uno de estos se engaña pretendiendo pensar que su situación es diferente. El demonio el mundo y las pasiones, nos engañan haciéndonos ver solo el presente ocultando nuestra mirada, a las casi inevitables consecuencias, de nuestras acciones.
Job, en su sabiduría ofreció muchos sacrificios, por el bienestar de sus hijos, por cualquier transgresión que hayan cometido, en su juventud. (Job 1:5).

Los padres que realmente entienden que nada manchado puede entrar en el Reino de los cielos, y son conscientes de las transgresiones de los jóvenes, sienten dolor muy dentro de su alma, sabiendo lo que les espera, y no sólo en este mundo sino, mucho más importante, les esperan grandes sufrimientos en la eternidad.

Si damos una mirada objetiva, en nuestro alrededor, podremos ver la miseria en que viven quienes sólo buscan placeres pasajeros. Los medios sociales, tablas, televisión virtual etc., nos dan una gran cantidad de ejemplos de vidas desperdiciadas por perseguir objetivos hedonistas, de sus pasiones presentes.

Existe una gran cantidad de personas extremadamente obesas no felices; “amantes” (adúlteros y fornicadores) con el corazón roto, otros que sufren graves consecuencias de salud, debido a las transgresiones que han ocasionado, con sus adiciones de todo tipo, que sólo atraen el dolor y el sufrimiento, y estamos hablando sólo del sufrimiento en esta vida.

Los sufrimientos de la eternidad son peores que cualquier dolor de esta, sin embargo rara vez son tomados en cuenta.

La inevitable destrucción de Jerusalén, hizo llorar a Jesucristo N. S. la inevitable perdida de tantas alma es realmente aterrador. Vemos, después de esto, donde pone nuestro señor Jesucristo la razón y culpa de todo esto. Entra al templo, expulsa a los prestamistas, predicando diariamente, indicando que el sacerdote y el templo han fallado, en el cumplimiento de su deber.

¿No es acaso, la obligación del sacerdote, pastor del rebaño de Jesucristo, considerar y ver los caminos equivocados que están siguiendo sus fieles, prevenirlos y hacer todo a su alcance para evitar caigan al abismo, y llevarlos por el camino correcto y estrecho?

¿Cuántos sacerdotes de Jesucristo han sido negligentes y descuidados, sin amor, a sus obligaciones, como pastores de este rebaño?

¿Cuántos han realmente llorado, verdaderamente orado y se han sacrificado, por sus ovejas?

Frecuentemente han más bien caído, al fango con sus ovejas y actuado como lobos rapaces, interesados únicamente en sus placeres más inmediatos.

No debemos detener nuestro examen sobre lo que ha hecho el clero y caídas de sus falsos sacerdotes, vayamos más allá, preguntemos a los padres, encargados del bienestar físico de sus hijos, y mucho más importante, su alma.

Aún si los sacerdotes y los mismos padres, están impedidos y limitados, para corregir, ya sea por la edad y madurez legal, la lay inmoral de la sociedad, o la insubordinación rebelde de los hijos, siempre tienen una lagrima, y sacrificios a ofrecer por la restauración y remedio de las transgresiones, de quienes aman.

Finalmente, debemos llegar a examinar nuestra propia conciencia, ya que todos y cada uno de nosotros hemos sido designados para encargarnos del cuidado de nuestra propia alma. Aunque nuestros padres, sacerdotes o cualquier otra autoridad sobre nosotros no cumpla su obligación. Dios nos ha dado inteligencia, conciencia y libre albedrio, que nos corrigen y sancionan. Esto deja a todos sin alguna excusa, por no tener cuidado, mirar hacia el futuro, y ver las consecuencias del mal que nos espera, para empezar a llorar de arrepentimiento, ofreciendo oraciones sin límite, acompañadas de sacrificios, para calmar la justicia de Dios y evitar la catástrofe que cuelgo sobre nuestras cabezas.

Veamos al futuro que le espera a quien vive en las transgresiones, oremos, lloremos y hagamos sacrificios en reparación no sólo por las faltas de quienes están bajo nuestro cuidado u obligación. Hagamos lo mismo por nuestra propia alma.

Seamos siempre agradecidos para quienes por amor u obligación, han de manera consciente o inconsciente, sufrido las penas de las lágrimas, oración y sacrificio por nosotros.

Sólo en la eternidad conoceremos las gracias merecidas por las lagrimas por los demás que hemos nosotros derramado. Es muy probable que las gracias que hemos recibido, sean mérito de alguna otra persona, estemos siempre agradecidos y hagamos lo mismo por los demás.

Así sea