Saturday, July 14, 2012
DOMINGO SÉPTIMO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
15 DE JULIO DE 2012
Queridos Hermanos:
Con mucha frecuencia, Nuestro Señor Jesucristo, nos ha dicho que podemos obtener todo lo que nosotros deseamos, por medio de la oración.
“Y todo cuanto con fe pidieras en la oración lo recibirás” (San Mateo 21:22) nos dice, además
“Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá” (San Mateo 7:7), reafirma esta promesa, además con un voto solemne:
“Amen, amen os digo, cualquier cosa que pidas al Padre en Mi nombre, Él os lo dará”
Sin embargo, nos damos cuenta, en la lectura, al final del Evangelio de Hoy, como si esto fuera una contradicción, a las promesas de que podemos obtener todo lo que deseamos, ya que nos dice:
“No todo aquel que Me dice: Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos”
Es decir que no todo el que haga oración llegará al Cielo. San Juan Crisóstomo, resuelve este dilema al decirnos que nadie llega al cielo sin la oración, sin embargo la sola oración, no es suficiente.
Estamos todos obligados a orar. Dios es nuestro Creador, Padre, Salvador, Santificador etc. Si tenemos la obligación de honrar a nuestro Padre terrenal, ¿Cuánto más debemos honrar a Dios? Los que no hacen oración rechazan esta obligación. Damos gracias a cada bienhechor de este mundo y creemos que es una obligación muy necesaria, así hacerlo, luego entonces, debemos hacer esto de manera mucho mayor para Dios.
Agregado a esto, es la necesidad de hacer peticiones. Al agradecer a Dios, lo reconocemos como la fuente de todo, luego, lógicamente debemos pedirle por nuestras necesidades en la oración.
¿No se sentirá Dios ofendido, cuando el hombre, que no pude ni siquiera respirar sin Él, sea demasiado orgulloso y repudie pedirle Sus gracias y bendiciones?
Esta obligación de la oración, presupone la creencia en Él, esperar en Él y amarlo. Quienes les falta la fe, esperanza y caridad no hacen oración y están, por lo tanto, condenados al fuego eterno.
Toda vez que la oración por sí sola, no es suficiente, debe estar acompañada de buenas obras. Todos y cada uno de nosotros somos pecadores, por lo tanto obligados a hacer penitencia. Mientras más pecados tenemos, ya sea en gravedad o frecuencia de estos, la mayor necesidad que tenemos de hacer penitencia. Y mayor y más constantes deben ser nuestras penitencias. “Si no hiciereis penitencia, todos igualmente pereceréis” (San Lucas 13:3).
Tengamos siempre en mente al Rey David, que pecó una vez y por el resto de su vida hizo penitencia. Hay de igual manera, en nuestro calendario, muchos penitentes, a quienes imitar y motivarnos para continuar en la penitencia, (San Pedro, Santa María Magdalena, Santa Margarita de Cortona etc.)
Debemos de igual manera guardar los mandamientos: “Si quieres entrar en el reino de los cielos, guarda los mandamientos” (San Mateo 19:17). Tal vez lo más importante es que debemos perseverar hasta el final. Perseverar no sólo en la oración, de igual manera perseverar en las buenas obras.
La oración y las obras se hacen uno solo y todo lo que hacemos lo hacemos por el amor de Dios, luego entonces todo lo que hacemos se ofrece a Dios en una oración. No sólo nuestras palabras y pensamientos, sino que nuestras acciones las acompañan y elevan al cielo como un dulce sacrificio, en la oración.
No debemos olvidar, claro está, nuestras obligaciones y compromisos de nuestro estado, de vida. El verdadero y completo cumplimiento de este es una oración cuando lo hacemos por el amor de Dios.
Nuestras obligaciones religiosas deben tomar el primer término, en nuestras prioridades y valores. Sólo quienes hacen la voluntad de Dios, entraran en el Reino de los Cielos. Es voluntad de Dios que todos hagamos oración, sin embargo, no es todo lo que debemos hacer.
Debemos amarlo, y si hacemos esto, podremos hacer oración a Él. Para buscar complacerlo en todo lo que hacemos. Buscando siempre hacer y cumplir Su palabra. Cumplir los Mandamientos y cumpliendo con todas nuestras obligaciones, tanto materiales como espirituales.
De esta manera nuestras oraciones serán escuchadas y algo, mucho más importante se abrirá el cielo para nosotros y no seremos condenados, como muchos otros que dicen “Señor, Señor” pero que sin embargo, serán lanzados al fuego eterno, porque sus oraciones no eran como sus obras.
Así sea.