20 DE MAYO DE 2012
Queridos Hermanos:
La Palabra de Dios merece un gran respeto por ser de origen sagrado.
Así como mostramos reverencia y cuidado al recibir el Cuerpo de Cristo en la Sagrada Comunión, de igual forma debemos recibir Su Palabra; Esta, nos revela a Dios mismo, de una manera especial. Cuando pronunciamos el nombre de Jesús, toda cabeza debe inclinarse en señal de reverencia.
De esta misma forma debe suceder cuando escuchamos a quienes Dios ha comisionado hablar en Su nombre, debemos ser atentos y respetuosos.
¿Con que frecuencia tomamos la actitud de descanso y, empezamos a estirarnos para ponernos de una manera confortable, como si estuviéramos viendo la televisión, radio o estamos en un centro de entretenimiento, al escuchar la Palabra Sagrada de alguno de los predicadores?
¿Cómo nos atrevemos a recibir a nuestro Señor, Redentor y santificador, de esa manera?
Y aún nos preguntamos por qué no cambiamos nada, después de tantos sermones. La gente muestra mayor respeto por la palabra de otro ser humano más que por la palabra de Dios.
El profeta Amos predijo el día de una gran hambruna, nada de pan ni agua, sólo la palabra de Dios (Amos 8,11) si la palabra de Dios es tomada tan a la ligera, ¿Hay alguna razón para que la retire? El hombre ha tomado con “oídos pruritos “(2 Timoteo. 4,3) las fabulas de los herejes según lo menciona San Pablo.
Predican usando el nombre de Cristo, sin embargo, no son sus representantes; más bien son ellos mimos sus propios mensajeros. Al final de los tiempos dirán: “¿No predicamos en Tu nombre? Y nuestro Señor les dirá “aléjense de Mí, obradores de la iniquidad, no los conozco”. (Mateo. 7, 23)
Con frecuencia nos acercamos a las lecturas espirituales o sermones, con la actitud incorrecta. No es momento de soñar ni de esparcimiento. Es tiempo de poner mucha atención y tratar de absorber cada palabra, ya que viene directamente de Dios a través de Sus ministros.
Lo mismo se debe hacer al escuchar grabaciones de estos sermones. Por lo que al leer los sermones de nuestros párrocos y de tantos Santos y Padres de la Iglesia. Debemos ante todo poner, atención y respeto siempre.
Hay muchos que no pueden asistir al Santo Sacrificio de la Misa de manera personal, y dependen de las grabaciones de esta y los sermones. Les recordamos a estas personas que Dios acepta el deseo por el hecho. Los alentamos a poner gran atención y a recibir a Dios de manera espiritual.
De la misma manera. Se les recuerda a quienes están en estas circunstancias a mostrar el mismo respeto, reverencia y atención como si estuvieran presentes. No se pongan a escuchar la Santa Misa, mientras hacen la limpieza de la casa, limpias trastos, leen un libro o descansen en su cama.
Debemos hacer el esfuerzo, de tomar la actitud y hasta la forma de vestir, tal y como lo hiciéramos si nos fuera posible asistir a la Iglesia, ante nuestro Señor en el Tabernáculo. Si es posible, sigamos la rúbrica de ponernos de píe, sentarnos y arrodillarnos, como si estuviéramos físicamente presentes.
Debemos poner toda nuestra atención a la palabra de Dios, no sólo en la epístola y el evangelio, sino también a la voz del Espíritu Santo que habla a través de Sus ministros ordenados que están inspirados por Este, para nuestra propia salvación.
Si el predicador nos estuviera dando, joyería fina, collar de perlas, brazaletes, anillos, de oro, etc., la gente mostraría una gran reverencia para obtener la mejor parte, para decorar sus cuerpos. El decoro, se dará de manera natural, al saber que de este depende para llevarse la mejor parte. El predicador, sin embargo, no está dando joyas para nuestro cuerpo, sino para nuestra alma, lo que es, mucho más importante.
Debemos estar sedientos por la palabra de Dios con gran ansiedad. Frecuentemente el predicador no se da cuenta del bien que la palabra de Dios hace bien a una alma ya sea de una u otra manera. Es el Espíritu Santo que se encarga de dar a cada alma lo esencial para cada momento.
Abramos nuestro corazón al Espíritu Santo, en todo momento, cada sermón o lectura espiritual con gran atención y amor profundo para que logremos recibir los mejores y mayores beneficios.
Así sea.