Saturday, May 5, 2012

DOMINGO 4to. DESPUÉS DE PASCUA

06- DE MAYO DE 2012

Queridos Hermanos:

Leemos en la epístola de Santo Santiago que:

“todo buen don y toda dádiva perfecta viene de arriba, desciende del Padre de las luces, en el cual no se da mudanza ni sombra de alteración” (S. Santiago l, 17-21)

Es esencial que recordemos que todo lo que es bueno viene de Dios.

Pareciera como si, mientas mayor sea el bien que Dios desea darnos, más renuentes nos ponemos para recibirlo.
Día con día nos damos cuenta que, evidentemente no sabemos, qué es lo mejor para nosotros.

Leemos en el evangelio de hoy, cómo nuestro señor Jesucristo prepara a Sus discípulos para Su Ascensión al Cielo y como en lugar de alegrarse de esta buena noticia, se entristecen. Es necesario que Jesucristo explique la razón de ello, para tranquilizarlos.
Es mucho más saludable, para nosotros, acoplarnos a la voluntad de Dios, para que nos permita, con diferente luz, lo que nos sucede y no, como lo ve el resto del mundo. Todo lo que Dios ha hecho y dicho, es bueno; todo lo que nos da, también, aún cuando aleja algo de nosotros, vemos que es, porque desea darnos algo, mucho mejor.

Si somos despojados de todo el placer y alegría de este mundo, es un precio insignificante el que tenemos que pagar por la felicidad eterna con Dios, en el cielo. Sin embargo, por una extraña razón, nos aferramos a los placeres inferiores pasajeros de esta vida, como si fuera el más grande bien para el que hemos sido creados; nos hacemos negligentes y destruimos la esperanza, de algo mayor en el cielo.

Al ir madurando nuestra fe, hacemos a un lado la forma mundana de ver la vida y nos ponemos a seguir y alcanzar el camino de las cosas de Dios. Somos los hijos de Dios, por lo tanto debemos asemejarnos a Él, día con día. No existe la alegría de la mañana de Pascua sin haber pasado antes y primeramente la amarga pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo, el viernes santo.

Jesucristo nos ha invitado a seguirlo en esta gran alegría, por lo que debemos:

“negarnos a nosotros mismos, tomar la cruz diariamente y seguirlo”

No sólo debemos aceptar y abrazar las cruces diariamente, como dones de Dios, sino que también debemos aceptar la aparente ausencia de Dios, al acercarnos, de esta manera más y más a Él.

Cuando Jesucristo anuncia a Sus apóstoles, Su partida, les dice que es para bien de ellos, que se va, para poder mandarles el Espíritu Santo, que con Su venida, recibirán más gracias. De lo cual podemos aprender que cuando Dios retira algo de nosotros, usualmente significa que, algo mejor o mayor, está por venir. Esto lo vivimos, con frecuencia, en la virtud de la caridad. Cuando damos algo y ayudamos a otras personas, Dios nos lo repone con algo mejor, mayor o más deseado, de lo que hemos dado. Vemos que el generoso, sufre menos o casi nada. Y eso es sólo si consideramos las cosas de este mundo. Agregando las cosas eternas, vemos la bondad de Dios manifiesta de manera clara.

Nuestras perdidas o separaciones espirituales, son de igual manera, sólo demandas y peticiones de hacer campo para recibir algo mejor. El gozo natural de la resurrección de Jesucristo, parece haberse apagado con Su Ascensión; sin embargo, fue sólo para prepararnos al día de Pentecostés.

Nuestra vida pare descansar en esta constante fluctuación, recibiendo las cosas buenas de Dios, nuestro Padre Celestial, sólo para deshacernos de ellas, para posteriormente ser remplazadas por algo mucho mejor, que las primeras.

De esta manera crecemos en la virtud de la fe, esperanza y caridad. Debemos en todo momento atesorar lo que Dios nos da, mientras que al mismo tiempo no deben tomar, estas, posesión de nosotros de tal manera que nos resulte casi imposible desprendernos de ellas para ayudar a los demás o recibir un bien mucho mayor.

Poco a poco, Dios, nos está enseñando la forma en que debemos amarlo, como es debido. Haciéndonos madurar para que logremos dejar las cosas materiales e insignificantes de esta para hacer espacio, para la grandeza de la eternidad en el Cielo.

Debemos aprender a cambiar nuestro mundo y llenarlo de lo que verdaderamente, sólo tiene valor, Dios.

Que así sea