Saturday, August 6, 2011

DOMINGO OCTAVO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

7 DE AGOSTO DE 2011

Queridos Hermanos:

Tenemos la tendencia a ser más prácticos a las cuestiones mundanas que a las espirituales. Casi todos se ocupan en preparar su futuro, en esta vida. Acudiendo a la escuela y dedicando gran cantidad de tiempo, dinero y esfuerzo para, estar mejor colocados socialmente y ocupar una mejor posición en un futuro.

Una vez que obtenemos un empleo nos preocupamos por nuestra jubilación o por la educación de nuestros hijos. Compramos seguros que nos protejan en contra de gastos inesperados.

Invertimos dinero esperando los mejores resultados de estas inversiones, les pagamos, incluso, a otros para asegurarnos que obtendremos mejores resultados, de lo que nosotros esperamos.

Sin embargo, cuando se refiere a nuestra alma y vida espiritual, parecería que tenemos o muy poco o no interés en nuestro futuro. Cada esfuerzo de o para nuestra alma, es pedir demasiado. El tiempo requerido para nuestro desarrollo espiritual, nos parece excesivo. La disciplina y el sacrificio que se requiere para entrenar y cultivar nuestra vida espiritual, siempre nos parece demasiado, difícil o pérdida de tiempo, es ocasiones nos parece que no es necesario pedir ayuda profesional.

Muchos han caído y sucumbido a la tentación de los protestantes de creer que ellos solos y únicamente ellos pueden encargarse de su alma y no necesitar ayuda. Creen poder leer e interpretar la Biblia ellos solos. Piensan en el tiempo que se están ahorrando. No parece haber ningún interés en detenerse y ver si la están leyendo o interpretando correctamente y menos si entienden lo que leen de alguna manera no superficial.

Les aseguro que nadie tendría la osadía de leer un libro sobre cirugías de corazón y practicarlas en sí mismo o algún ser querido, creyendo que puede leer y entender sin la necesidad de un maestro o guía. Sin embargo, esto es lo que precisamente hace mucha gente con su vida espiritual y salud de su alma eterna. Después de haber arribado a situaciones espirituales verdaderamente delicadas y peligrosas, pretenden guiar a otros hacia los errores en los que ellos mismos han caído.

La prudencia que practicamos en los menesteres de este mundo, por los bienes materiales y bienestar corporal, es extremo; mientras que por los espirituales parece no haber ningún interés. En algunas ocasiones es definitivamente nula.

Mostramos más atención y cuidado por las cosas temporales.

Todo lo de este mundo dura sólo un instante, todo es pasajero; sin embargo, es en estas cosas que enfocamos toda nuestra atención y energía. Todo lo eterno debería exigir toda nuestra atención (por ser eterno) pero sabemos que recibe nada o muy poca de nuestra consideración.

Ya es tiempo de que despertemos verdaderamente de esta modorra espiritual en la que muchos nos encontramos. Todas las cosas de este mundo son vacías y superficiales, “vanidad de vanidades y todo es vanidad” nos dice el Libro de Eclesiastés 1:2. Lo único con verdadero valor, real y substancial es lo espiritual que tiene relación con Dios.

Debemos llenar de este tesoro nuestra vida espiritual como decía Santo Domingo Sabio. "Prefiero morir antes que pecar". Debemos estar preparados para sacrificar todo l de este mundo – aún nuestra propia vida – por el beneficio de nuestra alma, para no ofender a Dios ni de la más mínima forma, ya que sería mejor, sufrir la pérdida de todo lo de este mundo. Es el sacrificio de cosas pasajeras y temporales, por las duraderas y eternas.

Hemos sido liberados de la vida de esclavitud de este mundo, por la gracia de Dios.

No regresemos a esta esclavitud sólo por querer agradar o ser como el resto de los hombres. Dios nos ha hecho hijos Suyos, somos ahora Hijos de Dios

Ahora que somos libres, debemos fijar nuestra atención en las cosas sublimes y elevadas que ofrece a Sus hijos en lugar de los desechos y cosas menores que el espíritu maligno envía para esclavizarnos.

Debemos buscar a toda costa, no sólo igualar, sino superar a los mundanos y esclavos en la prudencia que ponen en las cosas de este mundo, con una mejor prudencia y solicitud por los bienes del espíritu

Así sea