18 DE JULIO DE 2010
Queridos hermanos:
Empecemos por comprender que de una manera u otra, todos somos servidumbre y deudores. Esta es una verdad que muy pocos aceptan o reconocen. Me he dado cuenta que la gran mayoría de las personas se encuentran tan involucrados en lo que llaman libertad, que no ven las cadenas que los mantienen sujetos.
Sin importar que tan popular, poderosos o ricos seamos, todos sin excepción somos, solo empleados, ningún hombre independiente es absolutamente libre. Solo Dios puede decir que es libre al no estar sujeto o restringido por algo o alguien. Aun después de escoger tomar nuestra naturaleza humana y la esclavitud que nos acompaña.
Dios nuestro señor tomo nuestra naturaleza son todos con todos los sufrimientos y penas que esta merece, al revelarse contra Dios. Las penas de nuestros pecados han sido sufridas por el más inocente de todos los seres Jesucristo señor nuestro. Se hizo prisionero para que nosotros fuéramos libres. Aunque es Dios, vino a este mundo como hombre, no como hombre libre sino como esclavo, para cumplir la voluntad de Su Padre Celestial. Este es nuestro llamado, hacer la voluntad de nuestro Padre celestial y no la nuestra.
No podemos hacer nada sobre nuestra posición de sirvientes, sin embargo, si somos libres de escoger a quien servir. Es en esta decisión que muchos son engañados. Creen la mentira que les dice que es mejor reinar en el infierno que servir en el cielo. Pobres tontos, como pueden pensar que van a “reinar” en el infierno. Sin embargo ese es el resultado de su vida llena de orgullo y vanidad que los mantiene ciegos.
Los demonios están contentos al hacerles creer tal cosa, por lo menos mientras están sujetos y encaminados al infierno. Los que no son suficientemente tontos para públicamente servir a los demonios, son usualmente atrapados con gran facilidad, por sus pasiones y lujuria, engañándose a sí mismos de no ser satanistas. De esta manera son igualmente satisfechos los demonios con este tipo de esclavitud como los demás, se ha dicho incluso que esta es la forma que mas prefieren.
Esto hace mejores esclavos ya que sirven al mal con total consentimiento. A los demonios no les interesa bajo que falacia se encuentran sus esclavos, siempre y cuando les permanezcan fieles. Si estos creen ser sus propios maestros, no has problema siempre y cuando hagan las obras del infierno y hagan externo todo su mal. Puesto de otra manera, más sencilla, mientras uno, no sirve a Dios está haciendo las obras del demonio.
Al no poder liberarnos de ser servidumbre, nos incumbe tomar la sabia decisión; a quien vamos a servir, a Dios o al demonio. Las demás opciones tales como, nuestras pasiones, lo mundano, etc. Son solo ilusiones y formas de servir al demonio.
Los demonios nos ofrecen una felicidad aquí y ahora para otorgarnos una miseria y sufrimiento por toda la eternidad en el infierno. Dios nos promete la felicidad eterna en el cielo, si estamos dispuestos a tomar nuestra cruz y sufrimientos ahora mismo, por amor y voluntariamente. La conclusión es sencilla: sufrimiento temporal o eterno, felicidad eterna o la ilusión temporal de esta.
Como todo sirviente o administrados de los bienes a nosotros encomendados, debemos eventualmente rendir cuentas a nuestro señor. Quienes han escogido al demonio pagaran con el sufrimiento eterno en el infierno, mientras más fiel haya sido su servicio, más miserable será su recompensa. Mientras que por otro lado quienes hayan decidido servir a Dios nuestro señor, encontraran la gloria eterna, a mayor fidelidad mayor felicidad.
Evidentemente solo hay un amo, al cual servimos o rechazamos.
Así como no somos dueños de nosotros mismos y nuestras pasiones son solo marionetas del demonio, lo mismo sucede con los demonios, impostores que nos llevaran únicamente a una mayor rebeldía y destrucción en contra del verdadero y único amo nuestro.
Todo lo que existe, somos y tenemos pertenece a Dios nuestro señor. Los demonios solo pretender serlo. Al final Dios los va a poner, a los demonios y sus seguidores, en el lugar que les corresponde y se renovara la faz de la tierra.
De tal manera, es a este amo, Dios, a quien debemos rendirle cuentas claras, de nuestras obras, sin importar a quien creemos estar sirviendo. Todo lo que somos y tenemos se nos ha dado por El y se lo debemos regresar el día del Juicio.
Por ahora se nos advierte, de igual forma como sucedió con el mayordomo del que nos habla el evangelio. De la misma manera que este, hemos derrochado los dones que hasta ahora nos ha dado nuestro amo. El día del juicio el tiempo de laborar se habrá terminado, “cavar no puedo” se habrá terminado también la oportunidad de suplicar, “y mendigar me da vergüenza”.
Ahora es el tiempo de aprender a ser prudentes, no imitemos las obras del demonio, debemos preparar nuestra salvación. Al conocer cuál será la sentencia en nuestro juicio debemos entender que es ahora, el tiempo para pedir misericordia de nuestras acciones, es ahora el tiempo en el que debemos hacer penitencia y tal vez lo más importante, es ahora tiempo de hacer caridad. No después ni al momento de nuestro juicio. Es aquí y ahora que debemos lograr todo esto.
Al dar limosna tomamos, todo lo que Dios nos ha dado y los distribuimos entre quienes más lo necesitan. Esto es lo que el mayordomo hizo, según nos lo relata en evangelio de este día. Al reducir la deuda de quienes le dejo encargado su amo, es bueno ya que “toma” lo que Dios le ha enviado para ser distribuido y ayudarnos los unos a los otros.
El bien que hagamos a los demás, será el testimonio a nuestro favor el día de nuestro juicio. De esta manera haremos amistad con los bienes pasajeros de este mundo y los liberamos para que hagan lo que Dios tuvo en mente al momento de crearlos, mientras que al mismo tiempo aseguramos para nosotros el descanso eterno.
Al hacer lo que nuestro amo nos pide, nos daremos cuenta que no somos servidumbre sino hijos de Dios al amarlo y servirlo como a nuestro padre; ya que los sirvientes obedecen con rechazo y de mala gana.
Este es nuestro llamado, para esto hemos sido creados, debemos dejar de ser sirvientes rebeldes y traidores y convertirnos en verdaderos hijos de Dios nuestro señor.
Así sea.