Saturday, May 8, 2010

DOMINGO 5to. DESPUÉS DE PASCUA

9 DE MAYO DE 2010

Queridos Hermanos:

Cuando el mundo busca la panacea (la cura para todos sus males) a su modo, por lo general podemos decir que, busca en vano, porque siempre busca en los lugares equivocados. Mientras que coloquemos toda nuestra confianza y esperanza en la medicina y médicos, estaremos siempre incompletos. Si algo ayuda, esta es raramente completa o acompañada de consecuencias no deseadas, efectos colaterales. Lo mismo sucede cuando buscamos soluciones en la ciencia, tecnología, educación, finanzas o el gobierno. Todas estas cosas son herramientas o alguna forma de ayuda para vivir en este mundo, pero ninguno de estos son la respuesta completa para nuestros problemas y necesidades.

Quienes dicen que han encontrado la panacea, en las cosas de este mundo, para los problemas de hoy, son charlatanes.

Sólo Dios puede curar todos los males, luego entonces sería tonto buscar en cualquier otro lugar. Cristo nos ofrece esta solución a todos nosotros, en el evangelio de hoy:

“En verdad, en verdad os digo, que cuanto pidiereis al Padre en mi nombre os lo concederá”

La oración hecha a Dios en nombre de Jesucristo abre todas las posibilidades para poder nosotros recibir ayuda. Todas las cosas son posibles a Dios. Siempre estamos en la necesidad de algo, luego entonces debemos orar. Debemos buscar que toda nuestra vida sea una constante oración a Dios. Debemos siempre elevar nuestro corazón y mente a Dios y algo mas debemos hacer, mantener siempre el hábito de la buena intención en todo lo que hacemos. Este es un acto de la voluntad, aposento del amor.

Lo que amamos profundamente esta siempre primero en nuestra mente, ocupa de manera predominante nuestros pensamientos y jamás esta tan alejado de nosotros sin importar en donde nos encontremos o que tan ocupados estemos. Nuestra constante intención es hacer lo que tengamos que hacer para complacer a quien amamos o acercarnos más a él. El enamorado, duerme, despierta, respira, trabaja, juega etc. por este amor. Busca entrar en la voluntad del ser amado para completar y realizar todos sus deseos. El que ama, continúa con esta apasionante búsqueda, constantemente por alcanzar la intimidad de corazón y mente, y encuentra la mayor felicidad y alegría con una simple mirada o gesto de aprobación de parte de este amor.

Este es el amor al que nos llama Dios Nuestro Señor cuando nos dice que debemos amarlo con todo nuestro ser: mente, corazón y alma. Este amor nos mantendrá en constante comunicación, oración, con El. Y todo lo que, quien verdaderamente ama a Dios, pida en nombre de Su Hijo, sin duda alguna lo recibirá.

Debemos, sin embargo, continuar practicando nuestra oración formal, pero no debemos considerarla suficiente. Debemos mantener en mente que jamás amaremos a Dios como debemos, consecuentemente nuestras oraciones siempre serán pocas.

No podemos abandonar nuestras otras obligaciones de esta vida o estado, para dedicar todo nuestro tiempo a la oración formal, pero si podemos formar la intención y deseo de dedicar todas nuestras acciones, palabras y pensamiento a Dios como una simple muestra de nuestro amor por El.

Este amor envolvente acarrea el aspecto necesario de la devoción en nuestra oración.

Buscamos lograr acercarnos a Él, en la devoción, postura, limpieza apropiada para no convertirnos en una ofensa en lugar de una alegría. Los verdaderos amantes, nunca se presentan “con el pelo en desorden” ante el ser amado. Buscan siempre presentarse con lo mejor, y no tanto esconder, sino eliminar por completo todo aquello que es rechazado o desplaciente al ser amado.

Quienes proclaman acercarse a Dios tal y como son (en el sentido de hacer oración) porque Dios ya los conoce y quieren ser “honestos” con Él; sólo demuestra la falta de verdadero amor o respeto por Dios.

Quien tiene su corazón lleno del amor y alabanzas a Dios, no duerme o cae en la práctica maligna de usar el santo nombre de Dios en vano. Cuando nuestro corazón está constantemente cantando el amor de Dios, no puede suceder otra cosa más que, esta bondad aparezca.

Quienes aman a Dios raramente encuentran la necesidad de pedirle cualquier otra cosa, sólo piden Su gracia, necesaria para perseverar en su amor o incrementarlo a pesar de todos los obstáculos que este mundo, nuestras pasiones y demonio coloque en nuestro camino.

Todo lo que es y suceda ha sido de manera directa o indirecta deseado o por lo menos, permitido por Dios. Y como tal, quienes verdaderamente lo aman, buscan a toda costa unir su voluntad con la de Él. Por lo tanto, si Él quiere que suframos de alguna manera alguna dificultad, quienes verdaderamente lo aman, estarán ansiosos por recibir y vivir esta situación.

La oración de quien ama real y verdaderamente no pide algo para sí mismo (egoísta) sino que busca el beneficio para el ser amado.

Esta es la meta que Dios nos tiene preparada. Esta es la meta que todos los santos alcanzaron. La misma que los arrimó a pedir a Dios, no tanto el que disminuyeran sus sufrimientos en el aquí y ahora, sino mas bien incrementarlos, si con esto obtendrían como resultado, mayor honor y gloria a Dios. (El mayor y mejor amante)

Esta es la mayor panacea para alcanzar la felicidad, consuelo y alegría en todas las cosas que recibimos de Dios, no sólo en lo placentero sino en las cruces y sufrimientos.

Que así sea.