Saturday, February 16, 2013

DOMINGO PRIMERO DE CUARESMA

17 DE FEBRERO DE 2013

Queridos Hermanos:

Nuestra vida está siempre, acompañada de tentaciones. Los demonios están siempre listos y dispuestos a hacernos caer. Si nos damos cuenta de que ya sentimos la inclinación a la tentación, debemos entonces si preocuparnos. Los demonios ya no se preocupan de los caídos que no pretenden ni siquiera levantarse.

No señalamos esto para caer en la desesperación o la no esperanza, sino más bien para motivarnos y seguir adelante. El ser tentados es señal de que estamos haciendo algo bien o correcto, que molesta a los demonios. Mientras más grande sea nuestro amor por Dios, mayor serán los ataques de los demonios.

Además del ejemplo de Nuestro Señor Jesucristo, la Iglesia nos muestra la vida de muchos santos a quien debemos imitar. San Juan María Vianney, el Cura de Ars, nos da un gran ejemplo de las maquinaciones del demonio. Mientras mayores fueran los asaltos de los demonios sobre este humilde sacerdote, mayor era su alegría. Los ataques del demonio le indicaban al santo cura que pronto recobraría algún pecador al camino de la virtud. Se burlaba, incluso de los demonios cuando se mostraban más violentos diciéndoles que les daba la bienvenida ya que con esto capturaría un pez grande (un pecador).

Los padres del desierto hablan de la visión que tuvo un hombre al ver un solo demonio, sobre la ciudad y una multitud de estos sobre un monasterio. La visión se explicaba que era sólo necesario un demonio para mandar a toda la ciudad entera, al infierno. Decían incluso que este mismo demonio tenía pocas cosas que hacer. Mientras que en el monasterio donde la mayoría buscaba la forma de agradar a Dios e incrementar su amor, nunca había suficientes demonios para contrarrestarlo.

Mientras más nos acercaos a Dios y buscamos con mayor insistencia complacerlo, mayor serán los ataques de los demonios.

Mientras mayor sea nuestra distancia con Dios, menos será la influencia o ataques del demonio. Podemos decir, por lo tanto, que para medir nuestra vida espiritual es necesario checar las tentaciones que sufrimos.

Luego entonces, podemos decir que mientras más sea nuestro sufrimiento y tentaciones más cerca estamos de Dios y viceversa, a menos tentaciones más alejados estamos de Él.

El Cuerpo Místico de Jesucristo, está dividido en tres partes, la Iglesia Triunfante, la Iglesia Purgante y la Iglesia Militante. A la que pertenecemos nosotros, luego entonces podemos decir que estamos en constante guerra. La batalla es por nuestra alma, el amor y aflicciones de nuestro corazón.

Dios nos pide todo nuestro amor. Los demonios, sólo necesitan alejarnos de este mor, en la más mínima dirección, no les importa si adoramos a los demonios, al hombre o a nosotros mismos o cualquier otra criatura, logran su objetivo al alejarnos de Dios.

Nuestros días en esta vida, están contados, por lo que demonios al saber esto se da cuenta de que es muy corto el tiempo para hacernos caer y destruirnos. Al irnos acercando al final de esta vida, los ataques se vuelven mucho más violentos y constantes, porque odian saber que otra alma puede ingresar a la felicidad eterna del Cielo.

Al ir avanzando en edad nuestros cuerpos se vuelven viejos y cansados, incrementando los demonios sus ataques. Si hemos llevado una vida buena y de virtud, estaremos acostumbrados a someter estos ataques, al grado de que se conviertan en una segunda naturaleza para nosotros, y es muy poco lo que los demonios pueden hacernos, aparte de incrementar sus ataques. Podremos decir con san Pablo: hemos luchado el buen combate.

Lamentablemente hay muy pocos que han vivido realmente en lo bueno, por lo que los ataques del demonio en los últimos momentos de la vida, son más frecuentes y con la mas mínima resistencia si la hay del todo.

En esta batalla de por vida, debemos siempre luchar. Si no encontramos razón para ello, debemos entonces, preguntarnos que es de nuestro amor por Dios. ¿Lo amamos realmente con todo nuestro corazón, mente y alma?

Las tentaciones son una de las primeras cruces que Cristo nos invita a cargar todos los días. Nos pide luchar esta batalla siempre. Tal vez nos demos cuenta que constantemente estamos cayendo. No nos desesperemos, más bien veamos como Jesucristo cayó en el camino al Calvario, se levantó y continuó nuevamente. La esperanza ya no existe para quienes están en el infierno.

Si no estamos en el infierno tenemos todavía posibilidad y esperanza de lograr la victoria. Dios está siempre esperándonos con Su gracia si lo invocamos y cooperamos con los instrumentos que nos ha dejado, a nuestra disposición, para lograrlo (los sacramentos, la penitencia, la oración etc.)

En este tiempo de Cuaresma, iniciemos nuestro entrenamiento y fortaleza para la batalla. Debemos mantener en la mente que estamos en una de las más grandes batallas y que debemos luchar hasta el último respiro de esta vida.

No existe tiniebla ni la incertidumbre en esta guerra, al estar Dios luchando a nuestro lado, si luchamos por Él.

¿Quién puede contra nosotros si estamos con Dios? Aún si el ataque fuera con la fuerza de todos los demonios, son nada, ante Dios.

Debemos de igual manera recordar siempre que Dios no permitirá que seamos tentamos mas allá de nuestra fuerza.

Nos da siempre, la gracia y medios necesarios para salir victoriosos ante cualquier ataque.

Sólo necesitamos acudir a Él y hacer uso de las armas espirituales que nos ha dado.

Así sea.