Saturday, October 29, 2011

FESTIVIDAD DE CRISTO REY

30 DE OCTUBRE DE 2011

Queridos Hermanos:

Jesucristo Nuestro Señor es ambos, nuestro Rey y nuestro Dios. Vemos hoy día, a los gobernantes como meros mortales, a comparación como los veían algunas otras culturas, en tiempos que se les daban estatus de divinidad. Por lo que podemos decir que, en cierta manera, es algo difícil, para nosotros, apreciar el título de Rey, cuando hablamos de Jesucristo.

En el Evangelio de este día escuchamos a nuestro Señor decir que Su Reino no es de este mundo. Su Reino es del Cielo. Ha venido a este mundo a invitarnos a todos a Su reino. Nos ha hablado mucho sobre este Reino a través de las parábolas y ejemplos. Se nos ha dicho en muchas ocasiones qué se espera de nosotros, para que se nos permita entrar por las angostas puertas del Cielo. Para compendiar todo esto, podremos decir que debemos amar a Dios con todo nuestro ser y a nuestro prójimo como a nosotros mismos.

Con frecuencia vemos a quienes Dios ha puesto como autoridad, por ser quienes no se preocupan por nosotros, distantes, fríos, por lo que nuestra obediencia tiende más a ser una sumisión y obediencia servil. Es frecuentemente cierto que, la autoridad de este mundo, es así, distante, fría y sin preocupación por los demás y tenemos la tendencia a etiquetar a todas las autoridades por igual. Formándonos una falsa idea de que Dios también así lo es.

La falta de amor, cuidado y cumplimiento de las funciones de su posición, autoridad, dada por y, como Dios quiere, es frecuentemente causa de escándalo para el resto de los hombres.

Debemos estar por encima de estos escándalos. Tal vez no se comportan como deberían, sin embargo debemos obedecerlos y respetarlos (en todo lo que no es pecaminoso) porque han sido puesto sobre nosotros, por Dios. Al obedecer a nuestros superiores validos, estamos de esta manera obedeciendo a Dios. Jesucristo Rey es su modelo como lo es para nosotros. Si fallan en imitarlo como deberían hacerlo, es una razón, mucho más fuerte para que, nosotros si Lo imitemos, con mayor solicitud.

Jesucristo nos ha enseñado en la oración del Padre Nuestro, que debemos pedir para que venga Su reino a este mundo como lo es en el Cielo. Por lo tanto debemos esperar con mucha ansia y perseverancia que Su reino venga a nosotros.

Dios espera mucho más de nosotros que el sólo esperar y orar. También debemos hacer nuestra parte para que esto suceda. Debemos empezar cambiando nuestras vidas y conformarlas con la exigencia de este Reino del Cielo. De lo contrario jamás podremos entrar y mucho menos lograr nuestra parte en la realización de este reinado en la tierra, sino empezamos de verdad, corrigiendo nuestra vida.

Debemos buscar amar a Dios cada día más y más. Conforme se incrementa este amor se manifestará cada vez más y más en nuestras acciones.

Estas acciones nos ayudarán a incrementar este amor por Dios, pero de igual manera hablara volúmenes a los demás, sobre nuestro amor por Dios y Su Reino. De esta manera nos convertimos en embajadores, ayudando a nuestras oraciones a que florezca: el reino de Dios aquí en la tierra. Dios no forzara Su reino sobre nosotros, sino que nos lo ofrece por medio de la invitación. Debemos ver que sea deseable y bueno (más deseable que cualquier otra cosa) para después cooperar con Su gracia. Para poder entrar a este –ahora en nuestra vida diaria y eventualmente en la eternidad.

Así como honramos a nuestro Rey este día, propongámonos honrarlo cada vez más, todos los días de nuestra vida. Veamos en Jesucristo a un hermano amoroso y a un Rey.

Hagamos la resolución de obedecer a quien ha puesto sobre nosotros, por Su amor.

Hagamos oración para que nuestros superiores puedas llevar la carga tan pesada que
Dios ha puesto sobre sus hombros. Si nos encontramos en la posición de ser nosotros los que llevamos esa autoridad que Dios nos ha dado, pidámosle siempre Su ayuda y humildemente buscar gobernar y guiarnos como El quiere que lo hagamos.

Con esto cada uno de nosotros haremos nuestra parte para asegurar la oración del Padre Nuestro “Venga a nosotros Tu reino hágase tu voluntad en la tierra como en el Cielo”

Así sea.