Friday, April 17, 2009

DOMINGO “IN ALBIS” 1ro. DE PASCUA

19 DE ABRIL 2009

Queridos Hermanos:

El evangelio de hoy nos señala que Nuestro Señor Jesucristo se aparece a sus apóstoles y sus primeras palabras son “Pax Vobis” La paz sea con vosotros. Este es el deseo de Dios, no sólo para sus apóstoles sino para todo el género humano.

Posteriormente Jesucristo dio a sus Apóstoles el poder de perdonar o retener los pecados a sus discípulos. De esta manera ha puesto en sus manos y las de sus verdaderos sucesores el instrumento de Su paz. Si queremos verdaderamente recibir esta paz que Cristo desea para nosotros debemos antes que todo remover de nosotros los obstáculos (pecados) a esta paz de nuestras almas.

Sólo en la Iglesia Católica encontramos el poder verdadero y autoridad para perdonar los pecados en nombre de Jesucristo. Sólo en la Iglesia Católica encontramos los medios para recibir esta paz que Dios desea para nosotros si verdaderamente la procuramos.

Es una gran lástima que muchos se encuentren fuera del alcance de la Iglesia, por lo tanto fuera del alcance del perdón de sus pecados consecuentemente lejos de alcanzar la verdadera paz.

¿Qué es lo que desea Dios para el ser humano? Desea su paz y felicidad eterna en Su compañía en el Cielo. Por lo tanto nos ha dado como medio para alcanzar este fin, el cuerpo místico de Jesucristo, la Iglesia Católica. Lamentablemente, fuera de la Iglesia Católica no hay salvación.

Cristo fue bien claro y especifico. Estableció una sola Iglesia y en esta ha puesto todos los medios necesarios para obtener la paz y felicidad eterna. Así como el Padre envió a Jesucristo así Jesucristo envió a sus apóstoles y estos a sus sucesores, hasta llegar a nuestros días.

Quienes han recibido esta misión de Dios tienen la obligación de predicar la verdad en todo momento buscando constantemente lograr el objetivo de Dios, la paz y felicidad del ser humano.

Los apóstoles y sus sucesores no sólo predican esto, sino que oran y ofrecen sacrificios por su prójimo. No se encuentran ni lo hacen solos, en cumplir este objetivo sino que, buscan la ayuda de todo el cuerpo místico de Jesucristo. Los Papas y obispos a través de la Historia han llamado a los clérigos, religiosos y laicos su participación en el esfuerzo por lograr esto, por lo tanto ofrecen sus obras, oraciones y sacrificios por el logro de este fin.

La gran apostasía no ha disminuido esta obligación que ha sido puesta sobre nosotros sino que la ha incrementado. Los pocos obispos y sacerdotes verdaderos dispersos por todo el mundo tienen una gran tarea frente a ellos. Sin embargo, el resto del cuerpo místico debe hacer lo que le corresponde y procurar que el mensaje de paz de voluntad Divina sea difundido por todo el mundo, necesitan pedir a Dios la gracia que sus pastores necesitan para hacer frente a tan tremenda tarea, y deben, en lo posible hacer todo lo necesario para el cumplimiento de este fin.
Si, es una tarea imposible que se nos pone en frente, sin embargo, nada es imposible para Dios. ¿Qué nos detiene? ¿No es que nos falta el verdadero amor por Dios y Su Voluntad? ¿No es verdad que, no hemos empezado a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos?

Debemos buscar con todo nuestro ser y orar sin cesar, constantemente crecer en el amor de Dios y nuestro prójimo. ¿Después de haber leído o escuchado leer el Evangelio tantas veces, no ha causado ninguna impresión en nosotros? ¿Cómo es posible que continuemos, sembrando envidia, venganza y odio en contra de nuestro prójimo? ¿No tenemos amor de Dios? ¿No tenemos amor por nuestra propia salvación? Las acciones de muchos exclaman a gritos que tienen un gran odio por su prójimo y por lo tanto se odian a sí mismos y consecuentemente odian a Dios. ¿Cómo es posible que muchos, no vean las terribles consecuencias, de la condenación eterna en este comportamiento?

La paz que Jesucristo desea darnos este día, es condicionada de muchas cosas entre las que se encuentra la necesidad de compartir esta paz con nuestro prójimo. No se nos ha dado para que la guardemos, la enterremos o la escondamos, sino para que la expongamos públicamente y la compartamos con todos a nuestro alrededor.
Hemos recibido, la maravillosa gracia del perdón de los pecados, esta estación litúrgica pasada, hemos recibido a Jesucristo mismo en el Sacramento de la Sagrada Eucaristía. Hemos recibido su bendición de paz el día de hoy. Ahora toca a nosotros poner estos maravillosos dones y gracias a producir frutos al compartirlos con el resto del género humano. Si muchos habrán de condenarse que no sea porque nosotros no hicimos todo lo que estuvo a nuestro alcance.

Así sea