Saturday, July 12, 2008

DOMINGO NOVENO DESPUES DE PENTECOSTES

13 de Julio de 2008

Queridos Hermanos:


El evangelio de hoy nos relata una de las ocasiones en que Jesucristo Nuestro Señor llora amargamente por nuestros pecados. Al hacer esto, nos enseña que es verdaderamente humano y verdaderamente Dios.


Consideremos la razón que hizo que Jesucristo derramara sus lagrimas. Habla de Jerusalén y su destrucción. Destrucción total, sin dejar piedra sobre piedra. Esto en si mismo es una escena muy terrible y la cual humanamente hablando ocasionaria mucha tristeza. Es verdaderamente una gran perdida cuando tales construcciones son destruidas, junto con todo el esfuerzo que se ha realizado para construirlos y mantenerlos en buen estado.


La verdadera tragedia en este caso, es la perdida de vidas humanas y por su puesto de sus almas. Estas ultimas han sido la razón de las largimas de nuestro señor.


La gente de jerusalèn, el pueblo elegido, fueron hechos a un lado por Dios para poreservar la doctrina de Dios entre los hombres. Fueron confiados con el mas preciado de los tesoros, sin embargo, como es sabido por todos, esta pobre gente, en lugar de ser mas humildes y agradecidos por tan preciado regalo, permitieron que la maldad los envolviera. Llenos de vanidad, emepzaron, no solo viendo como a inferiors a los demas hombres, sino ue ademàs de todo los humillaron y odiaron.


Es entonces cuando Dios mismo viene a este mundo, y ellos eligen, rechazarlo, porque Jesucristo buscó a todos los hombres sin distinction alguna y abrió su corazón a todos. Se relacionó con justos e injustos por igual. Buscó lo que estaba perdido (los pecadores), razón por la cuál fue rechazado. El no respondió de la misma manera que fué recibido. No los colocó en un pedestal tampoco, sin embargo les demostró que no eran tan perfectos ni justos como ellos pensaban. Lo cual no les agradó ni aceptaron, toda vez que estaban, por su vanidad y orgullo, ciegos ante las cosas de Dios.


Sabemos que Jesucristo no respondió de igual forma, por el contrario. Tanto los amó que lo encontramos llorando la destrucción y condena que a estos infieles les esperaba.


Todo lo que se necesita hacer, en aquel entonces como hoy en día, es humildemente acudir a Dios con un corazón contrito y arrepentido. Toda vez que Jesucristo esta siempe dispuesto a perdonar y recobrar a la vida de la gracia. Sin embargo, no lo hicieron así trayendo con esto, la destrucción sober si mismos.


Desde entonces nuestrs santa madre la Iglesia, de similar forma, no ha dejado de llorar la destrucción, pérdida y condenación que aguarda sobre la cabeza de tantas personas en el mundo.


Todo parece indicar que con el paso del tiempo dicha destrucción se convierte en alkgo cada vez mas inminente. Los hombres en lugar de escuchar la palabra de Dios y amar a su prójimo como a si mismos; en lugar de amar a sus enemigos y rezar por quienes los persiguen, deciden odiar, detestar y rechazar a su prójimo, deciden asesinar a sus oponentes y quienes se cruzan en su camino, lleno de objetivos egoistas.


No olvidemos que todos somos creados a imagen y semejanza de Dios, cada uno de nosotros fuimos hechos para Su honor y gloria y somos llamados para llevar una vida que nos ha de guiar a la felicidad eternal gozando del amor de Dios en el cielo.


Si somos beneficiados con la gracia que Dios no ha depositado en otros individuos, no permitamos que esto nos perjudique, eliminemos el orgullo y vanidad de nuestras vidas. Usemos todo esto, para nuestra propia salvación y la de nuestro prójimo.


Debemos compartir además de todos los denoes recibidos de Dios, la gracia de la verdadera fe. Debemos hacer todo lo que este en nuestro poder para nutrir y proteger esta gracia, simultaneamente debemos hacer que los demás seres humanos, también reciban esta gracia. Debemos buscar que compartan con nosotros la dicha de estar en la gracia y consuelo de Dios.


Serìa un abuso de la gracia de Dios, atesorarla e impedirla a los demás, tal actitud nos conducirá a la pérdida de ésta y consecuentemente a la condena eternal, como sucedió con quienes ocasionaron las lagrimas de Cristo nuestro señor, según lo señala el evangelio de hoy. No debemos tener ningún temor de compartir las gracias y bendiciones que recibimos de Dios, porque al compartirlas, estas no disminuyen sino que por el contrario se incrementan. Recordemos las palabras de san Francisco de Asís cuando nos dice: Es dando como recibimos.

Entregemos nuestro corazón a Jesucristo y amemos a nuestro prójimo como Cristo nos lo ordena. Uniendonos con El, al llorar la destrucción y condenación de tantas almas.

Parece no poder evitar que una gran cantidad de seres humanos se aproxime a su condena eternal. Pero si una sola alma se salva y con esto se da gloria y honor a Dios, entonces nuestras lagrimas, oraciones y esfuerzos no serán en vano. Así sea.