Friday, August 30, 2013

DOMINGO 15 DESPUÉS DE PENTECOSTES

1 DE SEPTIEMBRE DE 2013

QUERIDOS HERMANOS:

San Agustín, aprovecha la oportunidad, del Evangelio de hoy, para recordarnos la muerte espiritual por el pecado.

Es muy probable que Nuestro Señor haya resucitado varios muertos más de los que leemos en el Evangelio, que nos señala a tres de manera distinta. El primero fue, la hija del Centurión, después el joven del evangelio de hoy y en tercer término Lázaro. Estos tres representan los diferentes grados de muerte en el pecado.

La hija del Centurión acaba de morir cuando llega nuestro Señor. Se encontraba aún dentro de su casa. Estos son quienes pecan de pensamiento o deseo. Sus pecados están ocultos dentro de sí mismos, sin embargo están muertos. Nuestro Señor nos dice que el hombre que ve a una mujer con deseo, ha ya pecado en su corazón, y que quien guarda rencor y odio en su corazón es ya culpable de homicidio.

Estas pobres almas están muertas dentro de sí mismos pero, el mundo no conoce aún de su muerte.

El joven del que nos habla el evangelio de hoy, representa aquellos que no sólo han deseado pecar sino que además ya lo han hecho. Han llevado su muerte fuera de sus hogares, donde el mundo puede fácilmente percibirla.

EL tercer tipo de muerte espiritual está representado en aquellos que han hecho que sus pecados se conviertan en hábito. Estos están muertos y sepultados por días. Sus cuerpos se han empezado a descomponer y apestan. El hábito ha deteriorado sus sentidos al grado de ya no poder ellos ayudarse, continuando de pecado en pecado sin ningún temor de la situación en que se encuentran. Vemos ejemplo de esto en los sodomitas a que se dirige Lot en el Antiguo Testamento.

Cuando trató Lot de alejarlos de su manera anti natural de los pecados en que vivían, lo desconocieron y dijeron que no tenía derecho para juzgarlos.

Lamentablemente muchos en este mundo han entrado en la categoría de este tipo de muerte. Al decirles que no deben seguir en ese tipo de vida, responden que no tenemos el derecho de decirles esas cosas. Parece que el mundo nos quiere hacer creer que nosotros somos los que estamos fuera de lugar y hemos hecho algo malo.
En cada uno de estos estados de muerte espiritual, vemos que Dios es capaz de regresarnos a la vida. En cada caso, la muerte no es más que un tipo de sueño en el que hemos caído. Para nuestro Señor, no es más que eso. Nos llama y la muerte responde. Sin importar que tan delicada sea nuestra muerte, siempre hay esperanza.

La jovencita ha resucitado y entregada a sus padres. El joven resucita y le es devuelto a su madre. Lázaro sale de la tumba y se encontraba aún sujeto. Nuestro Señor les pide a Sus apóstoles que lo liberen. Es a ellos que Nuestro Señor ha dado el poder de atar y desatar los pecados del hombre.

Los pecadores que se encuentren espiritualmente muertos pueden acudir, en cualquier momento, a los sacerdotes de la verdadera Iglesia para que les sean perdonados sus pecados y de esta manera ser restaurados a la vida espiritual. Aún quienes se encuentran sujetos a los malos hábitos de sus pecados encontrarán en la Iglesia las manos espirituales que los han de liberar y restaurarlos a la vida.

Mientras haya respiro hay esperanza. Mientras que seamos capaces de arrepentirnos de nuestros pecados y acudamos a Dios hay la posibilidad de ser restaurados a la vida. Dios nos dirige a la penitencia por nuestros pecados y recibir la absolución en el sacramento de la Confesión.

Cuando entendemos, lo fácil que es para Dios, por medio de la Iglesia, restaurar la vida espiritual de nuestra alma, vemos que no hay nada más tonto que desesperarnos y alejarnos de la vida espiritual.

Las manos de Cristo están siempre listas a ayudarnos y llevarnos a la paz que sólo Él puede darnos. Todo lo que tenemos que hacer el permitirle que lo haga, dando nuestra mano a la Suya. Cuando sentimos el remordimiento de conciencia es cuando Dios nos está hablando e invitando a recuperar la vida.

Aprendamos a reconocer Su voz y expulsemos al pecado de nosotros con la penitencia y empecemos una vida nueva. Aún tenemos tiempo. La misericordia de Dios no se ha terminado, todavía.

Llegará el momento en el que las oportunidades para restaurarnos a la vida espiritual se hayan agotado. Cuando la gracia se haya agotado para nosotros y permanezcamos en pecado, seremos arrojados al infierno de inmediato. Debemos poner atención a la amonestación que nos dice que ahora es el tiempo aceptable. Si no escuchamos la voz de Dios aquí y ahora, no tenemos la certeza que volverá a llamarnos.

Una vez que hemos sido restaurados a la vida busquemos con todo nuestro ser evitar caer nuevamente en la muerte. Nuestro peor enemigo somos nosotros mismos ya que nosotros somos los únicos que podemos responder al llamado de Dios, a la vida de nuestra alma.
Seamos nuestro mejor amigo y escuchemos la voz de nuestro Creador y Redentor, cuando nos llama de regreso a la vida.

Así sea.

Friday, August 23, 2013

SAN LUIS IX REY DE FRANCIA

25 DE AGOSTO DE 2013

Queridos Hermanos:

San Luis Patrono de la Tercera Orden de San Francisco de Asís. Conocido por haber llevado una vida llena de virtudes. Su justicia se conocía por todas partes del mundo, reyes y nobles acudían a Él para dar solución a las disputas. La usura fue gravemente penada, durante su reinado y los blasfemos castigados de manera severa por sus crímenes.

Realizo dos cruzadas, sin mucho éxito, para liberar la Tierra Santa, de los infieles, y hacer de esta un lugar seguro para los católicos. Murió de tifus durante su última cruzada.

Se nos ha dicho que cuando san Luis era sólo un niño, su madre le dijo: “Hijo mío te amo como la madre que ama a su hijo, pero prefiero verte muerto que ver que cometas un pecado mortal”. Evidentemente esto le causó un gran impacto. Su biógrafo nos dice que no se sabe que san Luis haya jurado o maldecido. Durante sus batallas rechazo permitir a sus soldados cualquier acto de rapiña en sus victorias, exigiendo además que no dieran muerte a los infieles, más bien tomarlos como prisioneros, en l amanera de lo posible.
San Luis alimentó a muchos pobres en su misma mesa y se sabe que sirvió incluso a estos con sus propias manos.

Vemos el milagro de la Gracia de Dios sobre san Luis, al vivir en gran santidad a pesar de su riqueza y realeza. Con la ayuda de Dios logro mucho más que el pasar a n camello sobre el ojo de una aguja. Parece que el crédito en este mundo por sus milagros fue por la influencia de su Santa Madre, Blanca de Castilla. La seriedad de su fe y su profundo entendimiento de la eternidad del Cielo y del Infierno, preservo en ella un verdadero entendimiento justo y verdadero de las riquezas materiales y la prosperidad del Reino de los Cielos.

Realmente entendió y vio con claridad que de nada sirve al hombre ganar todas las riquezas de este mundo, si pierde su alma. Esta profundidad y gracia fue evidentemente más profunda en el alma de San Luis, su Hijo.

En donde están las madres o padres de nuestros días que honestamente puedan decir que prefieren ver a sus hijos muertos, inertes bajo la fría tierra, que cometer un pecado mortal.

Clamamos amar a nuestros hijos, pero ¿realmente los amamos? El verdadero amor, indica que debemos buscar lo mejor, el mayor de los bienes, para ellos – la eternidad en el cielo. Nos atrevemos a decir que la mayoría de los padres no aman a sus hijos. Los padres tienen un amor egoísta, desordenado que no permite que piensen en la eternidad. Un niño en pecado mortal es peor que un niño físicamente muerto.

Este debe ser un principio, obvio para todos, pero que muy pocos lo aceptan en la práctica. En teoría vemos verdaderamente la verdad de este principio, pero ya en la práctica muchos padres, sacrifican el alma inmortal de sus hijos en lugar de sufrir el dolor de tener que sepultarlos.

No sólo los padres, sino que ya de manera casi universal vemos como se sacrifica el alma humana por mantener un poco más de vida mortal, ligera y pasajera, aquí en la tierra. La fe y las verdades eternas han caído en una negligencia universal, olvido y duda diabólica.

Si sólo hubiéramos tenido, todos y cada uno de nosotros una influencia como la de la santa madre de sal Luis, estaríamos viviendo una vida completamente diferente. Sin embargo tenemos una madre que siempre está al pendiente de nosotros y nos cuida en todo momento. Tenemos a nuestra santa madre la Iglesia, constantemente guiándonos e instruyéndonos sobre estas verdades, si sólo aceptáramos escucharla. Tenemos a la Santísima Virgen María, como nuestra madre, buscando también nuestra salvación e intercediendo por nosotros.

Ya es tiempo que despertemos y pongamos atención a nuestras madres. Debemos incrementar nuestro amor por ellas y prestar a tención a lo que nos dicen. Debemos tomar con seriedad sus palabras, porque son la doctrina y palabra de Dios. Debemos aprender a amar a nuestras madres, la santa madre Iglesia y María Santísima, de manera reciproca. De esta manera, debemos fácilmente ver y entender que sería mejor morir que ofender a Dios.

Si hemos caído en pecado, levantémonos en este mismo instante y renunciemos a los pecados, resolviendo confesarlos en la brevedad posible. Impongámonos penitencia sobre estas ofensas y regresemos a la verdadera vida espiritual. Busquemos en lo futuro no caer en la muerte espiritual, aún a costa de nuestra vida mortal, para lograrlo.

Así sea.

Saturday, August 17, 2013

DOMINGO 13 DESPUÉS DE PENTECOSTES

18 DE AGOSTO DE 2013

QUERIDOS HERMANOS

La lepra es una enfermedad que destruye el cuerpo de manera gradual. En varias partes del cuerpo la piel se empieza a deteriorar. Con frecuencia esta enfermedad se manifiesta con la composición de partes sanas con las ya putrefactas. Lo mismo sucede de manera espiritual con la lepra de la herejía. Vemos en el hereje la falsedad a un lado de partes de verdad.

En algunas ocasiones el leproso puede esconder del mundo, su enfermedad, pero no por mucho tiempo ya que conforme progresa llega el momento en el que se hace visible y ya no es posible seguirla ocultando. Lo mismo sucede con la herejía. Muchos se mantienen firmes en sus errores ocultándolo a los demás. Viven como si estuvieran espiritualmente sanos y sólo Dios sabe la podredumbre y maldad que guardan en su corazón.

Eventualmente, como sucede con la enfermedad física, el progreso de la decadencia espiritual se hace manifiesto al resto de las personas.

Los leprosos fueron forzados a cargar una campanita y-o anunciar su impureza al resto de las personas, para evitar cualquier contacto con estos y evitar una contaminación mayor. Mientras que con el hereje sucede lo contrario, ya que proclama sus errores con toda libertad y fuerza. Su intención no es la de prevenir a los demás, de los peligros que representa para las almas, sino más bien para invitarlos y contaminarlos con su enfermedad espiritual que sufren en carne propia.

Esta enfermedad espiritual es mucho más peligrosa cuando va acompañada de alguna verdad o solida enseñanza mezclada con todos los errores. Han empezado en la verdad pero han permitido que el error tome posesión de ellos. Nos enfocamos en lo bueno, solido y saludable que puedan tener estos herejes. Sin embargo, esto es un grave error de nuestra parte. Pretender que no hay gérmenes dañinos porque no los podemos ver a simple vista es una actitud muy tonta.

En el caso de una enfermedad física, se nos instruye y recomienda asumir que los gérmenes están presentes y practiquemos buenos hábitos de higiene. Lavamos nuestras manos aunque no veamos los gérmenes. Cuando de la salud de nuestra alma se trata somos menos precavidos y tomamos una actitud que pone en peligro nuestra integridad espiritual.

Un escepticismo saludable es el mejor camino a tomar cuando enfrentamos a la multitud de doctrinas contrarias manifiestas en las diferentes religiones que nos rodean.

Dios ha dicho muy claro lo que desea y espera de nosotros, san Pablo enfatiza esto al decirnos, que debemos rechazar cualquier religión nueva o diferente. Dice incluso que, si el mismo, enseñare doctrina diferente a la que ha recibido y enseñado, incluso si algún ángel del cielo enseñare doctrina contraria, debemos de inmediato rechazarla y no creerle.

Existe algo bueno, sin duda, en las diferentes religiones falsas. No es eso de lo que debemos estar prevenidos. Es lo malo de estas lo que nos debe poner alerta y en guardia. Si existe falsedad en alguna parte de estas, se extenderá por todas partes del cuerpo y sin duda, lo destruirá. Con Dios es todo o nada. Si negamos alguna verdad que Dios ha revelado hemos negado a Dios mismo, deseemos aceptarlo o no. La negación de alguna verdad por más insignificante que nos parezca es llamar a Dios mentiroso. Luego entonces todo se vuelve duda. Esta enfermedad sutil pone en riesgo la salud poniendo en peligro la integridad de todo el cuerpo, escondiendo su veneno bajo la superficie de la piel.

Si hemos caído en algún error, debemos inmediatamente expulsarlo. Debemos acudir a las aguas curativas de la Penitencia para limpiar las impurezas de la enfermedad espiritual que se pudiera colocar en nuestra alma. La mejor cura es siempre la prevención. De la misma manera que lavamos nuestro cuerpo para prevenir enfermedades, es una práctica saludable lavar nuestra alma frecuentemente con el sacramento de la penitencia.

Así como procuramos alimentos y nutrientes saludables para mantener nuestro cuerpo, fuerte y saludable, alimentemos nuestro alma con la Sagrada Eucaristía.

No sabemos realmente que tan cerca estamos de contagiarnos y recibir una enfermedad. De la misma manera no sabemos qué tan cerca estamos de caer en la herejía. Es verdaderamente la gracia de Dios que nos protege, pero debemos también hacer lo que este de nuestra parte y no tentar a Dios. En esta perspectiva debemos todos regresar como el leproso que regreso a dar gracias a Dios. No con orgullo y prepotencia mirando a los demás, que han tenido la desgracia de haber caído en esta enfermedad, sino más bien con verdadera humildad de corazón, reconociendo que sin la ayuda de la gracia de Dios hubiéramos de igual manera haber caído desde hace ya mucho tiempo y tal vez más bajo que los demás.

Cuando los herejes proclaman tener la verdad o la fe, tengamos precaución y alejémonos del contagio que se esconde detrás de estos. Con la gracia de Dios y los ojos de la fe, podremos rápidamente ver claramente los errores tal y como lo hace el técnico en el laboratorio al examinar los gérmenes con la ayuda del microscopio.

Debemos estar mucho más alertas sobre la salud de nuestra alma que con nuestro cuerpo.

Después de protegernos del riesgo de una infección ayudemos a los demás, ofreciendo nuestra asistencia a los que ya, por desgracia, han sido infectados, para que encuentren el remedio apropiado para dar salud a su alma.

Así sea.

Friday, August 2, 2013

FESTIVIDAD DE SANTO DOMINGO

4 DE AGOSTO DE 2013

Queridos Hermanos:

Los Franciscanos y los Dominicos comparten una historia rica y abundante. Fueron buenos amigos san Francisco y santo Domingo, tanto que se sabe que ese último ciñó su cintura con el cordón que pidió a San Francisco.

Los ministros generales de ambas fraternidades se reunían para celebrar juntos las festividades de ambos fundadores. En la Orden Franciscana nos referimos a Santo Domingo como nuestro Padre. Ambas Órdenes son conocidas como mendigantes, es decir que sobrevivimos de la caridad de las personas. Hemos hecho votos estrictos de pobreza y no nos involucramos en el cultivo o producción de cosas materiales para nuestro sustento, como lo hacen las Órdenes más antiguas.

Hemos sido llamados por Dios para dedicar nuestra vida a Su servicio y depender completamente de Él. “El obrero es digno de su salario” Los ministros de Dios viven del altar.

En el evangelio de hoy, vemos que los obreros son la sal de la tierra. Lamentablemente hemos visto como muchos religiosos han perdido su salinidad y no sirven ya, para dar a las tribulaciones de esta vida, algo de sabor. Ya no sirve la sal. Ya no son la luz que ilumina la habitación. Y lamentablemente muchos ya no son siquiera la luz escondida bajo el canasto. La luz de la verdadera fe se ha extinguido en ellos.

Estos supuestos religiosos han perdido su sal y la luz en ellos, se ha apagado. Ya no tienen nada que dar a sus hermanos. Ahora ofrecen materialismo y oscuridad. Es verdad que debemos amara nuestro prójimo y preocuparnos por su bienestar físico, sin embargo, esto es sólo en lo superficial, de la vocación religiosa.

La verdadera sal transforma la vida y el mundo, en algo agradable al paladar, ya que en sí mismos son desagradables. Las cruces y cargas de esta vida llevan a uno a la desesperación y repugnancia.

Cuando la sal de la verdadera fe es agregada a estas tribulaciones, todo se vuelve placentero.

Jesucristo nos ha invitado a todos a cargar diariamente nuestra cruz y seguirlo. Lo cual es desagradable y difícil para nuestra naturaleza caída. La fe nos enseña que si de manera voluntaria hacemos esto, las cruces se harán más ligeras y suaves. Lo que primero repugnaba se vuelve agradable.

Esta ha sido siempre la vocación de los Franciscanos y Dominicos, casarse con sus cruces de la regla, de manera voluntaria y con alegría, hasta convertirse en ejemplo para el resto del mundo. Deben mover más con el ejemplo que con sus palabras.

Los modernistas han abandonado la fe y ahora sólo buscan el bienestar y buscan e intentan crear un cielo en este mundo, al grado de olvidarse de las cruces aquí y ahora, como la promesa futura de la felicidad del cielo.

Lamentablemente este método de tratar de eliminar las cruces y tribulaciones de este mundo, termina siempre en esterilidad. Mientras que podemos disfrazar una sonrisa y aliviar nuestras heridas en el alcohol, las drogas, y medicamentos, construyamos refugios para nuestro cuerpo, y llenemos nuestro estomago, jamás será suficiente. No hemos sido hechos para este mundo.

No podremos estar satisfechos con sólo las cosas de esta vida. Luego entonces no importa que tan buenas puedan ser las cosas de esta vida, siempre serán amargas porque la luz y sal de la verdadera fe, no las ha sazonado. Para despertar nuestro apetito por las cosas del Cielo.

Al celebrar el día de hoy, la festividad de santo Domingo y recordar su amor por Dios, nuestro fundador y la Orden. Sea posible que abracemos cada vez más fervorosos, nuestro vocación.

La Orden de los Dominicos fue encomendada la misión de predicar, malamente vemos como esta orden ha perdido su sabor y luz. Las palabras de nuestro Señor han caído a un lado de estos, que practican el humanismo materialista en lugar de la fe solida y verdadera.
Si tan sólo intentáramos adaptarnos al evangelio y orar por el auxilio de santo Domingo y todos los demás santos, nuestros ojos se abrirán paulatinamente a la verdadera luz y nuestro apetito será satisfecho (no tanto con las cosas de este mundo sino más bien con la anticipación de las cosas de la eternidad).

Que Dios, por los méritos de santo Domingo, brille la luz de la fe sobre nuestro corazón y mente y sazone nuestra porción diaria de fe en nuestras tribulaciones, para de esta manera se conviertan en gozo al recordarnos a Dios y nos haga merecedores de mayores deseos del Cielo.

Así sea

Saturday, July 27, 2013

DOMINGO DECIMO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

28 DE JULIO DE 2013


QUERIDOS HERMANOS:

La parábola que Nuestra Santa Madre Iglesia pone ante nosotros en el Evangelio de hoy, despierta en nuestro corazón la renovación de nuestro entendimiento por la necesidad de la humildad. Los dos hombres que se nos presentan exponen ambos extremos de la práctica de esta virtud.

Ambos tenían fe, ambos oraban, pero sólo la oración de uno es complaciente a Dios y sólo uno era justificado. Creer o tener fe, es nada sin la humildad. Hemos escuchado muchas veces: “la fe sin obras es una fe muerta”. Vemos ahora que una de las obras de la verdadera fe, es la humildad.

No hay duda que el Fariseo tenía fe, toda vez que oraba, es igualmente sabido que realizaban buenas obras. Malamente todas esas obras fueron sin beneficio alguno ya que iban acompañados de un gran vicio, el orgullo. Es muy cierto que no podemos hacer nada sin Dios – todo elogio y gloria le pertenece a Dios. Somos nada sin Él. Si somos honestos confesaremos que no hemos hecho nada. Es Dios quien nos ha inspirado con Su gracia. Es Dios quien nos ha dado los medios y habilidades para hacer estas cosas. Es Dios que nos ha dado la voluntad para cumplirlas y es Dios que completa en nosotros, todo lo que hacemos. Bajo esta luz nos damos cuenta que el hombre es nada sin Dios.

Una hermosa analogía nos ayudará a entender nuestra parte en el plan Divino.

En el manuscrito Divino de la historia que Dios escribe, el hombre es sólo la pluma o instrumento que utiliza. La pluma no es esencial, si una deja de funcionar, Dios, simplemente, tomara otra y continuará Su obra. Si cooperamos con Dios y le permitimos obran en nosotros, haremos grandes cosas, pero si rehusamos cooperar, con la Voluntad de Dios, nos desechara, para hacernos a un lado y tomar otro que si desea hacerlo. No es la pluma que compone y hace el manuscrito, es Dios quien lo hace. Nosotros somos la nada y Dios lo es todo.

EL fariseo estaba lleno de orgullo y atribuía todo lo que hacía a sí mismo. No reconocía a Dios como el autor de todo. Tenía fe y reconocía que debía dar gracias a Dios, mientras que al mismo tiempo robaba a Dios el honor y gloria, de estas obras, arrogándolas a sí mismo. Existen muchos en esta vida que piensan igual.

Piensan y dicen ser buenos por haber realizado algunas buenas obras. Han ayunado, orado, dado limosna etc. Se creyeron autosuficientes y sus endurecieron su corazón, al alimentar el vicio del orgullo. Una ilusión temeraria que echaron sobre sí mismos. Constantemente refuerzan la idea que son buenos y complacientes ante los ojos de Dios, mientras que no se dan cuenta que lo único que hacen es incrementar su orgullo alejándose cada vez más de Dios.

El publicano por otra parte, no se siente complaciente a sí mismo. Se examina y no ve nada bueno. Cualquier buena obra que realice la ve manchada por sus pecados y su falta de mérito. De esta manera crece constantemente en humildad. No hay duda que ha realizado algunas buenas obras. Sin embargo reconoce que la gloria y el honor pertenecen a Dios.

El hombre humilde además de reconocer que todo lo bueno en él es obra de Dios, se dice a sí mismos que estas hubieran sido mucho mejor si hubiera cooperado completa y totalmente con la gracia de Dios o si Dios hubiera escogido a una mejor persona, como instrumento.

El orgullo es mentira y la humildad la verdad. Con frecuencia las personas presentan una falsa humildad para llamar la atención. Hay verdad en su indignidad, pero la profesión de su abyección y deshonor no va con el orgullo y vanidad que existe realmente en su corazón.

Profesan la humildad delante de los hombres para ser alabados por estos. Nuestro Señor dice que ya recibieron estos su recompensa, y nada les espera en la eternidad. Vemos que el orgullo es un vicio muy sutil de sobrellevar, porque podemos ser orgullosos de nuestras virtudes para convertirlas en vicio. Esta es la tragedia del fariseo del evangelio de hoy. Debemos por tanto, estar siempre alertas y recordarnos que no somos nada y no podemos hacer nada, nosotros solos.

La humildad por otra parte, es una virtud muy simple, porque es la verdad. En total humildad damos todo el honor y gloria a Dios. Verdaderamente decimos que si hay algo bueno en nosotros, no es por mérito propio. Todo lo malo en nosotros en nuestro, todo lo bueno viene de Dios.

En esta situación, ya no nos comparamos ni medimos lo que hacemos, con los demás. Sino que nos comparamos con Jesucristo, la Verdad misma.

Amén.

Saturday, July 20, 2013

DOMINGO NOVENO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

21 DE JULIO DE 2013

QUERIDOS HERMANOS:

Nuestro Señor llora sobre la ciudad que fundó Dios, pero que el hombre ha llevado a la ruina, Jerusalén la Ciudad Santa que Dios ha establecido para Su gente. Este pueblo elegido y ciudad han sido ahora, (desde la venida de Jesucristo) transferidos a la Iglesia Católica. De esta manera podemos aplicar el Evangelio de hoy, a nosotros mismos.

Hemos sido elegidos por Dios para formar parte de Su Iglesia, desafortunadamente somos la causa de Sus lagrimas, tal y como lo fueron las ofensas de Jerusalén. Cristo ha venido a los Suyos en la Santa Comunión, pero muchos no lo reciben. Nos llama como la gallina llama a sus pollitos, pero no acudimos al llamado. Desea protegernos, alimentarnos, guiarnos, mas no lo escuchamos.

Vemos, en nuestros días, almas que están hambrientas de alimento espiritual, mientras quienes pueden asistir a la Santa Misa y recibir los sacramentos, se mantienen indiferentes. Hay una indiferencia y frialdad ante la Santa Misa. Con gran facilidad y prontitud encuentran cualquier excusa para no asistir. Se manifiestan aburridos cuando si asisten. Ansiosos por que termine la santa Misa para poder regresar a sus ambiciones mundanas.

Vemos como se mantienen alejados del Sacramento de la Penitencia y la Sagrada Eucaristía. Al nosotros ver esto y considerar esta antipatía, no nos queda otra cosa que lloran con Nuestro Señor.

Nuestros verdaderos Pastores, observan y lloran con Nuestro Señor, buscando, de igual forma, entrar en el templo de nuestra alma, expulsando a los vendedores y compradores, para limpiar la jauría de ladrones que ha tomado posesión de estas.

Predican semana tras semana, tal y como lo hizo, en el templo, nuestro Señor Jesucristo.

Los deseos mundanos con las ocupaciones de este, que envuelven nuestro corazón y mente, a expensas de la devoción y amor por Dios, y Su santa Iglesia, son los mercaderes de nuestra alma. Nuestro cuerpo son Templo del Espíritu Santo y estas ambiciones mundanas han entrado y ocupado todo el espacio que pertenece a Dios. Los delincuentes han convertido nuestra alma en cueva de ladrones.

Cada pensamiento bueno, nos es robado, por estos delincuentes llamados pasiones. Al haber tomado posesión de la casa de Dios (nuestra alma) nuestras pasiones (ladrones), roban y asesinan nuestra alma. Llenándola de lujuria y deseos mundanos, para no dar oportunidad a escuchar la Palabra de Dios.

La pequeña semilla de la Fe, que los pastores tratan de plantar, es destruida o simplemente hecha a un lado para dejarla morir, por falta de nutrientes.

Es esto, realmente, una situación muy lamentable. La gente ha permitido que la Iglesia se llene de asuntos mundanos. Se han vuelto fríos e indiferentes a las palabras de quienes los aman, aún después de haberlos escuchado tantas veces.

¿Qué queda de estas ciudades, templos, almas, iglesias?

La inevitable destrucción, que Jesucristo ha predicho: “No quedará piedra sobre piedra”.

El edificio completo será destruido. Todo lo que parece que se construye con cosas materiales, es sólo una ilusión. La Iglesia y nuestra alma son realidades espirituales, forzadas a vivir en un mundo material temporalmente. Hacer a un lado estas cosas e ignorar las como pasajeras podrá ser el inicio de la construcción de edificios permanentes por toda la eternidad.

Muchos verán que sus esfuerzos, tan exitosos e impresionantes como aparezcan, aquí y ahora, son nada. Como nos lo dice el Rey Salomón: Vanidad de vanidades, todo es vanidad. Han comprado, vendido, robado todo tipo de bienes materiales, invertido, intercambiado, y construido grandes edificios en honor de la vanidad y el orgullo. En el día solemne del Juicio, verán todo esto destruirse en un instante. Se quedarán sin nada, humillados y confundidos despertarán a la realidad y verán cómo han pedido el tiempo y esfuerzo. Lo que creyeron haber construido, será realmente nada.

Contemplemos con seriedad, la escena que nos presenta el Evangelio de hoy, Nuestro Señor Jesucristo llorando sobre Jerusalén, para poder entender como llora por nosotros ahora.

Permitámosle que expulse a los vendedores y ladrones, del interior de nuestra alma, para poder escuchar Su Palabra. Al llamarnos como la gallina a sus pollitos, acudamos corriendo a Su encuentro, ante cualquier peligro para nuestra alma.

Una vez limpia nuestra alma y alimentados con Su palabra, empezaremos realmente a construir una estructura duradera que nos permita atesorar nuestra felicidad en el Cielo. Para poder limpiar las lagrimas de Nuestro Señor y llenar Su corazón de alegría.

Así sea

Friday, July 12, 2013

FESTIVIDAD DE SAN BUENAVENTURA

14 DE JULIO DE 2013

QUERIDOS HERMANOS:

Se relata que San Buenaventura fue curado de una fuerte enfermedad por San Francisco, cuando tenía cuatro años de edad. Su piadosa madre ofreció a su hijo a la Orden Seráfica, como agradecimiento por la recuperación de la salud.

San Buenaventura creció en sabiduría y gracia delante de Dios y de los hombres. Fue discípulo del gran Alejandro de Hales, quien decía que “Adán no hubo pecado en Buenaventura”, tal era la inocencia, piedad y amor de nuestro santo.

Si consideramos las ambiciones mundanas que se forman los padres, por sus hijos veremos que son muy superficiales. El hacerse de un buen hombre, en esta vida, es algo vacio. Y en muchas ocasiones es mucho menor al vacio ya que se pone en peligro la moral y el alma misma. Para avanzar en este mundo mucha gente compromete sus principios y toda moral.

Luego entonces debemos preguntarnos ¿qué valor tiene todo el avance tecnológico si es a consecuencia de ofender a Dios y merecer la condenación eterna? Cuando hacemos un examen exhaustivo de todo lo que se conoce como avances de este mundo nos damos cuento como lo decía Salomón: “Vanidad de vanidades y todo es vanidad”. Por eso vemos que mucha gente trabaja y labora, pagando un precio muy alto para obtener no otra cosa que aire caliente.

¡Cual diferente fue la visión de la madre de San Buenaventura y la de muchas otras santas! El mayor de los privilegios y beneficios que pudo esperar por su hijo, fue guiarlo al servicio de Dios. En el entrenamiento de su hijo, para servir a Dios, lo guió en la práctica de todas las virtudes. Su humildad, oración, penitencia e inocencia, fue cultivada y obtenida a su corta edad. Mientras acumulaba grandes tesoros en el Cielo, fue la voluntad de Dios manifestar su beneplácito ante los hombres.

Avanzó en la Orden de san Francisco. Como guía de la Orden, la revitalizó, al gado de que se le llegó a conocer como el Segundo Fundador de la Orden de San Francisco de Asís. Fue invitado, de igual forma a formar parte, como Príncipe de la Iglesia, obispo y cardenal. Cuando los dos Nuncios fueron a su convento para investirlo, con la insignia de su oficio, lo encontraron, humildemente lavando trastes.

Fue recompensado por su servicio fiel a Dios, tanto en esta vida como en la eternidad. Probablemente su madre, no se dio cuenta nunca del éxito que obtendría, al encomendárselo a la Orden de san Francisco de Asís. . Su mente estaba en la eternidad de su alma. Dios la recompensó con mucho más de lo que le había pedido.

Como doctor de la Iglesia, aprendemos del evangelio de hoy, que él es de quienes se menciona que son la sal de la tierra y la luz del mundo. San Buenaventura atribuye su sabiduría, conocimiento y agudeza, no a los libros o lecturas, sino más bien a la humilde y constante meditación de Jesucristo Crucificado.

Los católicos tenemos crucifijos en sus hogares, y en muchas ocasiones consigo mismos. Tristemente rara vez los volteamos a ver y meditamos sobre lo que significan y el gran amor de Dios por nosotros. Fallamos en estudiar y ver las perfecciones de Cristo, para poder nosotros practicar las virtudes. Fallamos en escuchar el llamado que nos hace a seguirlo, tomando todos los días nuestra cruz.
Procuramos y esperamos, tanto para nosotros como para nuestros hijos, una vida llena de plenitud y facilidades, en lugar de humilde, en la pobreza y el sufrimiento. Son ilusiones, materialistas y algo infantiles, ya que no hay lugar en esta vida sin tribulaciones de algún tipo u otro. Eso que pedimos si lo lograremos y podemos obtenerlo en la eternidad pero mientras tanto en esta vida debemos pagar algún precio. El costo es, la obediencia, humilde, voluntaria y servicio a Dios, en este mundo.

Padres de familia, se preocupan y dedican, al futuro de la vida de sus hijos, en este mundo. Dedican todo su tiempo sólo sobre el bienestar de sus cuerpos. Ya es tiempo de que busquen más cuidadosamente sobre el futuro y bienestar del alma de sus hijos. En lugar de procurar el amor por el dinero, el poder, prestigio etc. Fomenten desde el corazón y mente el amor de sus hijos por Dios. Usen los crucifijos a su alrededor para instruirlos y a ustedes mismos, en la escuela divina de la grandeza de la mente, corazón y alma. Ofrézcanle sus hijos a Dios y guíenlos sobre el camino a Dios, para de esta manera convertirse en la sal de la tierra y luz del mundo, y lo más importante, sus hijos serán esto mismo para los demás.

Vuestros hijos sobrepasaran a ustedes, en virtud y gracia, en lugar del vicio y el pecado. Estaremos realmente sorprendidos cuando nos demos cuenta en la eternidad el destino final a que Dios nos hubo encomendado y que la mayoría no siquiera se acercó a este, por su amor desordenado a las cosas de este mundo y temor a la Cruz.

La vida de san Buenaventura prueba fuera de toda duda que Dios no se limita en Su Generosidad. Tanto dio Buenaventura, que Dios se lo regresó al cien por ciento en esta vida y la vida eterna en la otra.

Meditando en Jesucristo Crucificado, obtengamos el valor y coraje para escuchar la voz de Dios y seguirlo todos los días de nuestra vida en nuestra cruz diaria.

Así sea