Saturday, September 13, 2008

DOMINGO 18 DESPUÉS DE PENTECOSTES

14 DE SEPTIEMBRE DE 2008

Queridos Hermanos:

¿Qué es más fácil decir: Perdonados te son tus pecados, o decir; Levántate y anda?

En la sanación del cuerpo frecuentemente se nos presentan algunos problemas y dificultades aparentes. Con que facilidad y rapidez podemos dañar y lastimar nuestra salud y la vida misma de nuestro cuerpo. Sin embargo que difícil y complicado restaurar la salud y vida a este.

Nuestros médicos nos presentan una gran cantidad de cirugías, procedimientos y medicina para aliviar los síntomas y dolores, sin embargo, raramente curan y sanan; frecuentemente causan más problemas. Entendiendo lo que significa decirle a un lisiado “levántate y anda” hacer esto, debe ser algo verdaderamente extraordinario, fuera de lo normal.

Entender la maravilla de sanar el cuerpo, debemos ver claramente que es una cosa mucho más maravillosa dar salud al alma. Toda vez que el alma es mucho más valiosa que el cuerpo mismo. La salud del cuerpo puede lograrse a través de medios naturales, pero la salud del alma sólo puede lograrla su creador- Dios.

Cuando Cristo le dice al hombre, “tus pecados te son perdonados” Hubo realizado algo que la gente desconocía o jamás había escuchado. Creyeron imposible esto, porque es algo que sólo Dios puede hacer. Y en lugar de concluir que este hombre es Dios, prefirieron mejor alimentar la idea maligna en su corazón, Cristo blasfemaba.

Para alejar ese mal pensamiento de su mente, Cristo realiza otro milagro, un poco menos espectacular, sin embargo más fácil de entender y ver claramente. Cura el cuerpo de este hombre “levántate y anda”. Este milagro no tan grande como el anterior sirvió para probar el primero.

Que contrario aparece ante la justa razón. Parecería más lógico ofrecer un milagro mayor para probar un menor. Sin embargo, debido a nuestra naturaleza caída, Cristo es forzado a acomodarse a nuestro nivel. Sana el cuerpo para probar que puede sanar el alma.

Todos los testigos de este evento tienen sólo una conclusión correcta; no sólo es Cristo un gran hombre con poder de curar las enfermedades, Sino que además, ejerce el poder de Dios en la salud de las almas. Luego entonces, es Dios y hombre verdadero.

No debe existir ninguna duda en nuestra mente hoy en día sobre la verdad que nos dice que Cristo en Dios y que tiene el poder de perdonar los pecados. Favor de notar que dice que los pecados no son escondidos o disfrazados sino perdonados- eliminados. Cristo no acepta al pecador como es, sino que lo acepta únicamente una vez que ha sido limpiado de todo pecado. De esta manera era necesario, no solamente, para Cristo, perdonar los pecados, mientras estuvo en este mundo, sino que además estableció el sacerdocio que debería continuar con Su obra. Trasmitió Su poder sobre las manos del sacerdote para que pudiera perdonar los pecados.
De la misma manera como hay muchos “doctores” que intentan sanar el cuerpo y frecuentemente causan más problemas de los que resuelven, de la misma manera existen muchos “predicadores” que pretenden sanar el alma y sólo ocasionan más problemas de los que tenía el pobre pecador. A cuantos se les da la sugerencia protestante de que no existe nada malo con ellos y que Dios los ama tal y como son. Mientras sus almas abundan en agonía de manera “valiente” sonríen y pretenden que todo está de maravilla. Y aunque pueden engañar a una gran mayoría no pueden engañar a Dios o a sí mismos.

La única manera de curar el alma es la que Cristo mismo nos ha dado. Debemos humildemente presentarnos a Su sacerdote en el sacramento de la Confesión y recibir la absolución y cumplir nuestra penitencia. Debemos odiar nuestros pecados- al grado de obtener un verdadero remordimiento de haberlos cometido y debemos formar la intención con la ayuda de la gracia de Dios de jamás cometerlos nuevamente.

Cristo pudo leer el corazón del lisiado y conocía el estado de su alma. Pudo ver que este hombre detestaba sus pecados y estaba verdaderamente arrepentido por lo cual pudo decirle: “tus pecados te son perdonados”. El sacerdote que Cristo ha mandado en Su nombre para perdonar pecados no puede leer nuestro corazón, por lo que nosotros mismos, debemos humillarnos y abrirle nuestro corazón. Debemos revelar lo que es tan vergonzoso y humillante para nosotros para que nos pueda aconsejar, corregir y sanar en el nombre de Cristo. Y cuando un sacerdote verdadero con facultades nos absuelve podemos decir con certeza que nuestros pecados nos han sido perdonados.

Así sea.