Saturday, April 27, 2013

CUARTO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTES

28 DE ABRIL DEL 2013

QUERIDOS HERMANOS:

Nuevamente cambiará el tiempo litúrgico, de la Pascua al tiempo de Pentecostés. Con cada cambio se nos recuerda del cambio similar en la vida de Jesucristo y de la Iglesia.

Jesucristo está preparando a los Apóstoles, ante su Ascensión al Cielo y la venida del Espíritu Santo.

El cambio tiene siempre un elemento de temor, a lo desconocido. Jesucristo remueve algunos de estos temores, de sus Apóstoles. De igual forma nuestra santa Madre a Iglesia nos prepara a lo desconocido. Pasamos en este tiempo litúrgico, año tras año, y este temor al cambio es relativamente bien conocido, al pasar el tiempo. Hay sin embargo, un cambio en nosotros, a lo menos en sentido material y lo que sería más importante en nuestra vida espiritual.

Al irse terminando el tiempo de la Pascua, la alegría de la Resurrección de Nuestro Señor se empieza a desvanecer para dar lugar a Su gloriosa Ascensión. Esta pérdida de la presencia física humana de Nuestro Señor, es necesaria tanto para los Apóstoles como para nosotros mismos. Debemos seguir en un sentido amplio, espiritualmente a los apóstoles.

Iniciamos con el adviento y la espera del Salvador. Este se cumple con el Nacimiento de Nuestro Señor. Hemos nacido en pecado y caemos miserablemente todos los días, mas por el Bautismo recibimos a Cristo Niño en nuestra vida. Al acercarnos a la Epifanía nuestra fe trae la revelación de Cristo más claramente y la alegría llena nuestro corazón, al irnos acercando paso a paso cada vez más, y lo más importante incrementando nuestro amor por Dios.

Se nos recuerda de Jesucristo, niño, perdido en el templo, al permitírsenos caer para que Cristo nos de capacidad para levantarnos con mayor fuerza. No se encuentra muy alejado de nosotros, lo encontramos nuevamente para fortalecernos y renovar nuestra fe, amor y alegría.

Después nos acercamos al tiempo de penitencia, y se nos presentan los dolores y sufrimientos que hemos causado a Jesucristo, al amarnos tanto. Vemos Sus sufrimientos y nuestra atención se centra en nuestros pecados, faltas y caídas, que fueran las meras causas de Su sufrimiento. Lo seguimos al Calvario, en espíritu de penitencia y mortificación, arrepintiéndonos y confesando nuestros pecados, derramando lagrimas de contrición. Para experimentar la alegría de haber sido perdonados nuestros pecados, al hablarnos nuestra madre la Iglesia, de la Resurrección.

Nuevamente Jesucristo se vuelve a esconder, está a punto de ascender al Cielo. Empezamos a sentir esta ausencia, antes de que se vaya. Se ha entregado a nosotros en la Sagrada Eucaristía y nos ha prometido el don del Espíritu Santo. Hemos experimentado el pecado y el perdón en muchas ocasiones y esperamos haber aprendido de todas las caídas y hacer buen uso de este mal aprendiendo la humildad y no confiar en nosotros, e incrementando cada vez más nuestro amor por Dios para que llene nuestro corazón. Estamos en cierta manera destetados de la leche espiritual y comida suave para poder recibir cada vez más comida espiritual solida.

Tememos este progreso y estamos prestos a sostenernos en los placeres de infantes, que ya conocemos, por temor a las dificultades que la madurez espiritual nos traerá. Nuestra fe nos recuerda que Dios está con nosotros, jamás nos dará más de lo que podemos soportar. Como le dice a San Pablo: “Mi gracia, te es suficiente…”

Al acercarnos a Pentecostés, hacemos la transición espiritual de la adolescencia a la edad adulta. Cuando el Espíritu Santo viene a nosotros en el Sacramento de la Confirmación, dejamos muchos de los gozos fáciles y consuelo de jóvenes, para transformar esta inmadurez en algo poco a poco más maduro y adulto espiritualmente hablando.

Los temores de las dificultades se alejan al alimentarnos cada vez más, la Gracia de la Caridad. Con la gracia de Dios estamos dispuestos a aceptar, abrazar y amar las cruces de esta vida. En esta madurez, somos inspirados a seguir a Nuestro Señor al Calvario al grado de derramar nuestra sangre con Él. Sufrimiento, sacrificio y la misma muerte pierde todo sentido conforme el Dios del Amor, llena nuestro corazón más y más.

Este Dios del amor ha convencido a este mundo de la maldad del pecado, de la justicia y del Juicio. Al ser envueltos de este Espíritu Santo, vemos de igual manera las calamidades de los pecados del mundo, para rechazarlos. Vemos la justicia en todo lo que hace Dios, en las cruces, sufrimientos y miseria de este mundo, así como el aparente éxito del mal. Juzgamos este mundo malvado que guía y conduce a tantos de este mundo al infierno. Vemos el éxito temporal de este mundo, al ver que esta pobre gente sólo busca el éxito material a expensas del bien espiritual.

Dios es bueno y justo, les da lo que desean aquí y ahora, más deben pagar con el Infierno. No lo aman ni desean estar con Él, por lo que serán separados por siempre de Dios.

Que este ciclo del tiempo Litúrgico nos estimule en nuestro crecimiento y progreso espiritual para que madure y crezca nuestro amor por Dios. No debemos temer subir al siguiente escalón espiritual, más bien con fe y esperanza crecer en la Caridad, día con día y en toda temporada.

Qué Así sea.

Saturday, April 20, 2013

DOMINGO TERCERO DESPUÉS DE PÁSCUA


21 DE ABRIL DE 2013

QUERIDOS HERMANOS:

“Dentro de poco…”

Nuestra vida en este mundo (sin importar que tan larga sea) en un instante. Debemos constantemente recordar ver la vida desde la perspectiva de Dios - de la eternidad. Cuando vemos los días que han transcurrido en comparación con el siempre; empezamos apreciar estas palabra de Nuestro Señor.

Jesucristo, igualmente habla, en el Evangelio de hoy, sobre el dolor y sufrimiento. Extrañamente es en estos momentos en los que la vida parece alargarse más. Pareciera como si el tiempo se detuviera. El gozo y la alegría parecen tener el sentido opuesto. Dicen incluso “El tiempo vuela cuando te estás divirtiendo”. Hay tal vez alguna razón psicológica para esto, pero lo que no ocupa en este momento es el aspecto sobrenatural y espiritual.

Nuestra alma anhela la felicidad y alegría que sólo ha de encontrar en Dios. Así lo confirma San Agustín en sus Confesiones: “Nuestro corazón está sin descanso hasta que descanse en Ti” y por el contrario nuestra alma huye del dolor y el sufrimiento de estar separada de Dios, que es manifiesta en el Infierno.

Ante la presencia del gozo nuestra alma no experimenta saciedad, por lo que el tiempo pareciera que pasa rápidamente como si nunca estuviéramos cansados y deseando siempre más. Ante el dolor y el sufrimiento queremos deshacernos de este tiempo lo más pronto posible, ya que parece no extinguirse.

En la eternidad no existe tiempo. Dios vive en un eterno presente. Esto es un concepto muy difícil, para nosotros, poder imaginar, pero al considerar el “dentro de poco…” de este mundo parecería un poco más próximo.

En el Cielo, no habrá fin al gozo y alegría. No habrá ansiedad por el necesario fin de nuestro placer, que experimentamos en el mundo. En el Infierno no habrá fin al sufrimiento, por lo que el tiempo cesará. Habrá un sentimiento de estancamiento donde jamás habrá fin al sufrimiento.

En cualquiera de las dos situaciones hay una constante experiencia de la misma situación, sin fin. En este lugar ya no existe el tiempo.

Cuando consideramos esta situación del alma en el Cielo o el Infierno, podemos apreciar que tan corto es el tiempo aquí en la tierra. Podemos en cierta manera tratar de comparar los gozos temporales y sufrimientos de esta vid con los eternos de la otra. Existe alegría para nosotros aquí o allá así como existe el sufrimiento. La pregunta es: ¿queremos gozo temporal aquí y ahora o permanente en la eternidad?, lo mismo podemos decir del sufrimiento.

En esta vida existe el tiempo para la alegría y el tiempo para el sufrimiento, pero en la eternidad, es uno o el otro. Si abrazamos la cruz y el sufrimiento ahora, como nos dice Jesucristo, (Toma tu cruz diariamente y ven sígueme) encontraremos entonces, la alegría del Cielo. Si rechazamos esta invitación, luego entonces encontraremos el sufrimiento eterno del Infierno.

Debemos tener sufrimientos aquí o allá, la decisión está en nuestras manos. Una cruz relativamente corta por una alegría eterna; o placer temporal y corto por una miseria eterna.

Jesucristo, evidentemente estaba hablando a los Apóstoles de su Muerte, Resurrección y Ascensión, todos y cada uno fue verdaderamente “un momentito”. A nosotros, sin embargo, nos está motivando a perseverar y crecer en nuestros esfuerzos para cargar nuestras cruces, no que seamos conformistas y satisfechos con los placeres pasajeros de este mundo. Debemos mantener ambos, el gozo pasajero y dolor de esta vida con la perspectiva de la visión que contempla la recompensa eterna y el castigo que nos espera en la eternidad.

Debemos todos los días buscar aumentar nuestro amor por Dios y nuestro deseo para estar con Él, contando las cruces y cargas de este mundo como nada. Los mayores sufrimientos en esta vida no pueden ser comparadas con las alegría eternas del Cielo. Y los mayores placeres de este mundo no pueden jamás compararse con los sufrimientos que esperan en el Infierno.




Saturday, April 13, 2013

SEGUNDO DOMINGO DESPUÉS DE PASCUA

14 DE ABRIL DE 2013

QUERIDOS HERMANOS:

Jesús es el Buen Pastor por naturaleza. Sus obispos deben procurar serlo ayudados de la gracia. Jesucristo mismo nos dice: “Solo Dios es bueno”. Los obispos son los encargados de cuidar a la Iglesia y deben dar respuesta al cuidado de la almas a ellos encomendadas. Deben dar cuentas de nuestra alma.

Podemos nosotros, con gran facilidad ver las faltas y defectos de nuestros pastores, y con frecuencia estamos alertas a criticar sus vidas. La historia nos ha demostrado en varias ocasiones que muchos han estado dispuestos a servirse de su rebaño en lugar de encargarse del cuidado de este. Hemos visto muchos que al mostrarse indiferentes han sido devorados y destruidos, por los demonios del error y la herejía, sin prevenir ni alertas a su rebaño, de estos ataques. Nuestro señor lo dice claramente al rechazar a los tibios e indiferentes. “preferiría que fuereis fríos o calientes…”

Mucha de la destrucción y desolación que testificamos en la iglesia hoy en día, es debido a las influencias demoniacas, masónicas talmudistas. Podemos fácilmente ver a los lobos rapaces, en sus escondites al ver como es destruido y masacrado el total de almas. Durante y antes de los ataques somos engañados por los “lobos vestidos de ovejas”. Sin embargo, una vez que la destrucción se ha realizado podemos ver quiénes están detrás de estos ataques. Desafortunadamente lo que hemos visto y testificado está lejos del alcance y prevención de muchas almas. No logran ver al lobo detrás de las vestiduras de simples ovejas.

Fue y es obligación del obispo estar alerta y avisar sobre estos ataques, no sólo ver y prevenir sino que también toca a ellos pelear en contra de todos y cada uno de estos lobos y todas las fuerzas del mal. Han incluso, algunos obispos sido víctimas de los ataques y devorados por estos lobos a quienes debía detener. Sus miserables almas tendrán toda la eternidad para lamentarse de su indiferencia, cobardía, flojera y todo tipo de males.

En verdad, esta posición no es nada envidiable, ya lo señala nuestro Señor, Sólo Dios es bueno. Luego entonces si es posible para los obispos, con la ayuda de la gracia de Dios, ser buenos pastores.

Dios ha prometido dar Su gracia a los obispos como lo prometió a san Pablo: “Mi gracia te es suficiente”. Ha prometido estar con la Iglesia, hasta el final de los tiempos. Por lo tanto aún con los peones que han permitido la destrucción, Dios la ha preservado y continuará protegiéndola, y a su pastor, muy a pesar de la debilidad de estos hombres. El rebaño puede ser el residuo de lo que una vez fue, más debe continuar hasta el final. La carga del pastor puede ser ligera y dulce si se lo pide y la lleva por amor a Dios, como Él mismo lo ha dicho, además que las ovejas pueden aminorar esta pesadumbre si se acercan con humildad y corazón obediente a los esfuerzos del Pastor de sus almas, que Dios les ha enviado.

Cuando la gente ama, y por lo tanto obedece, trabaja y ora por su obispo y la Iglesia la carga de todos se hace más ligera y dulce. Si los obispos tienen esta obligación de trabajar, vigilar y orar por la gente consecuentemente es obligación mutua de sus fieles. Escuchar y obedecer a su obispo.

El obispo nutre y vigila constantemente sobre las almas de la Iglesia, por lo tanto la gente debe apoyar en el sostenimiento del cuerpo de la Iglesia. Luego entonces, el cuerpo y el alma trabajan en armonía encontrando que su caminar por este mundo es mucho mejor de esta forma. Caminan para adelante a mejores y más provechosos pastizales, del Cielo.

Los padres tienen una obligación similar hacia sus hijos como los obispos a la Iglesia. Los hijos tienen obligaciones similares a sus padres como la gente hacia los obispos. Es más, todos somos llamados a ser los pastores de nuestra propia alma.

Debemos vigilar y orar manteniendo una vigilancia constante sobre quienes buscan devorar nuestra alma (el demonio, el mundo y nuestras pasiones). Cuando vemos nuestra alma en peligro debemos acudir a imitar al Buen Pastor. Debemos alejarnos de las ocasiones de pecado. Debemos escuchar la voz de nuestra conciencia y ángel guardián, para resistir todos los ataques en contra de nuestra alma. Debemos luchar el buen combate. No permitamos el descuido, la flojera o cobardía, que nos hace tibios e indiferentes a la vida de nuestra alma.

Cuando las tentaciones ataquen nuestro cuerpo, permitamos que esta sufra, es mas dejemos que muera antes de permitir algún ataque a nuestra alma. Debemos resistir a la tentación en todo lugar y no permitir ni la más minina injerencia en nuestra vida.

Los demonios sólo necesitan un piecito en nuestra puerta para devorarnos. Todo pecado sin importar su tamaño es una ofensa a Dios y nos impide la entrada al Cielo (nada manchado puede entrar al reino de los Cielos). Debemos estar como el Buen Pastor, siempre dispuestos, capaces y deseosos de permitir dejar nuestros bienes temporales por la salvación de nuestra vida espiritual e inmortal.

Así sea

Friday, April 5, 2013

DOMINGO “IN ALBIS” 1ro DE PASCUA

7 DE ABRIL DE 2013

Queridos Hermanos:

María Magdalena fue la primera en ver a Jesucristo Resucitado. Es ella quien lleva esta gran noticia a los apóstoles. Su corazón estaba lleno de tristeza ante la pérdida de quien amaba tanto. Era por lo tanto, apropiado que Dios la recompensara con resplandeciente alegría.

Los apóstoles por el otro lado, se encontraban en una cierta guerra contra los judíos. Se encontraban encerrados por temor a los judíos. Por lo que es muy adecuado que las primeras palabras y dones que Jesucristo les da sea el de “La paz sea con ustedes”.
Dios tiene la forma de darnos exactamente lo que necesitamos y cuando lo requerimos. Con frecuencia nos inquietamos o desesperamos por la gracia de Dios. Cada dificultad que Dios permite o desea que entre en nuestras vidas es realmente sólo la preparación para recibir, posteriormente, mayores y más bendiciones al levantar estas penas de nosotros.

Es por lo tanto, necesario que perseveremos en la oscuridad y los tiempos difíciles de nuestra vida para que logremos recibir después, gracias mayores y abundantes.

María perseveró en su sufrimiento y en su amor por Jesús al grado de ser recompensada como la primera persona que vio a Jesucristo. (Aunque no se le permitió tocarlo). Los apóstoles perseveraron en la oración y en no envolverse con los judíos. Ambos fueron recompensados, una con gozo y alegría y los otros con la paz.

Una vez que Jesucristo aparece a los apóstoles, ya no les prohíbe tocarlo, más bien les pide que lo hagan para que vean que es real. Esto me recuerda como el Sagrado cuerpo de Jesucristo en la Sagrada Eucaristía, no debe ser tocado por nadie excepto por Sus sacerdotes. Esto es algo que han eliminado los modernistas.

Deben o no creer que la Eucaristía es verdaderamente Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, o que muchos laicos han alcanzado un grado de santidad que son ahora dignos de poder hacerlo o que todos son “sacerdotes” si así es, entonces son los “sacerdotes de los fieles” que llaman los Protestantes. Niegan la transubstanciación o niegan la necesidad de la consagración de las manos de los sacerdotes para que puedan tocar la preciosísima sangre de Nuestro Señor Jesucristo.

No fue a las mujeres ni a ninguna otra persona, sino sólo a los apóstoles que Jesucristo, sopló sobre ellos, para que recibieran, el Espíritu Santo, y dio el poder de perdonar los pecados,” a quienes perdonareis los pecados, perdonados quedaran” de la misma forma fue sólo a los apóstoles que en la Ultima Cena, Jesucristo los comisiona a ofrecer el Santo Sacrificio de la Misa.

Debemos recordar siempre que hay diferentes oficios y dones impartidos por Dios a los diferentes miembros del Cuerpo Místico de Cristo. No son llamados todos a ser Sus Sacerdotes. No son los sacerdotes quienes escogen a Dios es Él quien los llama. De la misma manera la fe verdadera no es algo que nosotros nos damos a nosotros mismos, sino más bien es un don (gracia) de Dios.

Con frecuencia muchos son arrastrados a un modo herético “racionalista” de pensamiento. En este racionalismo condenado, piensan que si presentan los argumentos adecuados y pueden mostrar la lógica racional de una verdad de la Iglesia o la Fe.

Pueden hacerse “creer” a sí mismos que creen la Verdad. Pues, no es así. La fe es una gracia de Dios dado a quien y cuando a Él le place.
Las conversiones, no son el mejor argumento para presentarlos a favor de la Fe, como lo es la cooperación con la gracia de Dios.
Creer no porque entendemos, sino porque es Dios quien así lo ha dicho. Santo Tomas creyó porque vio y entendió. No fue la fe, de su parte, que creyó que Jesucristo realmente resucito de la muerte. Esto lo vio y supo. Su fe, en que Jesucristo es verdaderamente Dios. Esto lo manifiesta al decir: “Señor mío y Dios mío”.

Cuando Dios llama a alguien al Sacerdocio y no algún otro. No debemos concluir que hay una gran injusticia, en esto, sino más bien que Dios ha escogido a quien mejor le ha de servir. No es cuestión de discusión. Es lo que es porque Dios así lo ha decidido. A nadie se le engaña. Cada quien recibe las gracias necesarias para sí mismo o para los propósitos Divinos. Si debemos hacer buen uso de las gracias particulares que Dios nos da, debemos enfocarnos en lo que nos ha dado a nosotros y no lo que ha dado a los demás.

Algunos se les dan una gracia y a otros otras, como sucedió que una recibe alegría y gozo mientras que los otros reciben la paz. Algunos son llamados a ser cabeza y otros a ser manos o pies. Todos deben creer que Dios sabe lo que está haciendo y que siempre es lo mejor. La verdadera fe nos dice que, debemos creer todo lo que Dios ha revelado por medio de Su Iglesia. (Guardián e intérprete de la fuente de la revelación: Las Sagradas Escrituras y la Tradición). Creemos no porque entendemos o hemos escuchado todo lo que ha sido revelado. Debemos creer todo lo que la Santa Madre Iglesia establece, por el simple hecho de que es Dios y el Espíritu Santo quien habla, Dios ahí lo ha dicho, luego entonces debemos creer. Y aunque debemos creer, la fe no es algo que nos damos a nosotros mismos sino más bien, la fe es un Don de Dios para nosotros.

Pidamos entonces, por ese don de la fe, o continuidad o perseverancia en la gracia. De esta manera es posible que crezcamos mas fuertes conforme cooperamos con la gracia que ya hemos recibido.

Nuestra cooperación fiel con las gracias y estaciones de la vida que Dios nos ha dado, nos harán acreedores a la Visión Beatifica y entendimiento para que, la fe ya no sea necesario – veremos y conoceremos como somos vistos y conocidos por Dios.

Así sea.