Saturday, September 29, 2012

DOMINGO 18 DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

30 DE SEPTIEMBRE DE 2012

Queridos hermanos:

Consideremos el día de hoy, al paralitico que yace recostado sobre su lecho. Bajo estas condiciones se encuentra restringido y limitado al tamaño de su cama, y luego entonces depende en gran medida de sus amigos.

Este hombre realmente era bienaventurado al contar con tales amigos que mostraban su fe al llevarlo con Jesucristo. Fue en gran parte gracias a la fe de los amigos de este hombre enfermo que Jesucristo le perdona sus pecados. Dependía este hombre de sus amigos, no sólo para los beneficios materiales sino que dependía, de la misma manera, de ellos para los bienes espirituales, luego entonces, podemos decir que los pecadores que reciben la gracia del arrepentimiento, y aceptación de la penitencia, en gran parte depende de la fe y méritos de algún otro.

Las enfermedades, muchas veces, son una manifestación o tienen alguna relación con el pecado, por lo que debemos en nuestras propias enfermedades, buscar el perdón de nuestros para después buscar la salud de nuestro cuerpo.

La enfermedad física,también se basa, frecuentemente en el deterioro de nuestro cuerpo, olvidándonos, muchas de las veces, de nuestra alma. La enfermedad, decirnos, es sólo corporal. Por lo tanto debemos replantear nuestras actitudes y prioridades. Debemos buscar la salud de nuestra alma, antes que cualquier otra cosa. Jesucristo nuestro Señor, sanó primero el alma de este hombre antes de sanar su cuerpo.

Como ya lo dijimos, este pobre hombre era incapaz de valerse por sí mismo, dependiendo de la caridad de los demás. Quien está en pecado mortal, se encuentra en esta misma situación, ya que no puede hacer nada para sí mismo, para recuperar la gracia de Dios, que ha perdido. Esta gracia, del arrepentimiento es un don de Dios, que se la da gracias a la fe de algún otro.

El hombre en pecado, ha perdido todo control, es arrastrado por sus transgresiones y lo llevan a donde estas quieren en lugar de donde él mismo quiere llegar. Como sucede con el paralitico que es tal vez llevado a donde quieren los demás.

La cama, en que se encuentra postrado, es de igual forma, símbolo de pecado, por la cantidad de pecados que se comenten en esta. Así estamos unidos con nuestros pecados. Es en muchas ocasiones, que con nuestras propias fuerzas podemos recostarnos, mas no con las mismas para poder ponernos de píe y requerimos de la ayuda de alguien más.

Es, de esta misma manera que libre y voluntariamente caemos en el pecado, y no somos capaces de salir de estos, requerimos de la ayuda de algún otro.

Sería bueno, que todos y cada uno de nosotros reflexionáramos, al momento de ir a recostarnos sobre nuestra cama, la posibilidad de que no logremos levantarnos jamás de ella y que nos coloquemos en la situación de estar limitados al espacio de esta, para cualquier movimiento que pensemos hacer. Si esta ha sido lugar de pecado, sería una situación de mucho temor y tormento a la hora de la muerte.

Debemos por lo tanto hacer de este lugar de descanso, un lugar santo, con la oración antes y después de recostarnos, bendiciéndola con agua bendita, proponiéndonos no volverla a manchar con el pecado.

Debería ser como el trono de David que día y noche lo mojaba con las lágrimas de arrepentimiento de sus pecados (salmo 6,7). De esta manera podremos sanar nuestra alma de las ataduras del pecado y levantarnos de nuestros pecados como lo hacemos por las mañas al levantarnos de nuestras camas.

En lugar de estar sujetos al pecado y nuestra cama, como el paralitico, debemos con la ayuda de Dios, ponernos de píe y recibir el perdón de nuestros pecados, hacerla a un lado, en lugar de regresar sobre esta y se convierta, como lo ha sido, ocasión o motivo de pecado, por nuestra enfermedad espiritual, castigo y cruz, que debemos llevar con espíritu de penitencia.

Al tomar nuestra cruz todos los días, se nos recuerdan nuestros pecados, se nos recuerda la magnitud de estos y al mismo tiempo, la misericordia de Dios. Ya que recibimos la oportunidad de seguir a Cristo: “Toma tu cruz diariamente y sígueme” (San Lucas 9,23).

Así como nuestro lecho de pecado ha sido amargo y pecaminoso, al tomar nuestra cruz todos los días con el verdadero arrepentimiento, se convierte esta cruz en motivo de alegría y gran bendición. Todo lo que era amargo e impertinente se convierte en liviano y dulce (san Mateo 11:30).

No olvidemos nunca las lecciones y observaciones que se nos presenta este día, en la sanación de este hombre tanto de su cuerpo como de su alma. Recordando que Cristo sana primeramente el alma y después el cuerpo. Es decir que debemos buscar primero y ante todo el Reino de Dios y los bienes de este mundo se nos darán por añadidura (san Mateo 6,33).

Al mismo tiempo debemos ver que el lecho de pecado, está lleno de sufrimiento y miseria y que una vez que nos levantamos se convierte en nuestra cruz de penitencia y aunque es motivo de muchas lagrimas de arrepentimiento y penitencia, se convierte en una cruz, de dulzura y alegría, al cargarla diariamente a imitación de Cristo.

Debemos de igual manera, siempre mostrar gran gratitud por quienes sabemos o desconocemos, y que gracias a su fe han hecho posible se apliquen a nosotros las palabras de Dios que nos dice: “Tus pecados te son perdonados” gracias a la constante y fiel oración de los demás, y a sus sacrificios, que nos han merecido esta gracia.

Asi sea.

Saturday, September 22, 2012

DOMINGO 17 DESPUÉS DE PENTECOSTES

23 DE SEPTIEMBRE DE 2012

Queridos hermanos:

Los Fariseos llaman a Cristo “Maestro”, de manera engañosa. Sólo el hijo puede llamar Padre a su padre y el estudiante profesor a quien lo es. Luego entonces sólo los discípulos llaman a su maestro “Maestro”. El fariseo no es discípulo de Cristo, no lo sigue ni busca ser instruido por Cristo. Por lo tanto no tiene ningún derecho de llamarlo Maestro.

Es verdad, por otra parte que Cristo es Dios y maestro de todos, pero quienes rechazan el amor y obediencia que sólo a ÉL le corresponde, rompen con esta relación. Los cismáticos, herejes, paganos y judíos no tienen una verdadera relación con Cristo, por lo tanto no tienen buena relación con Dios. Él es su creador, pero debido a esta rebelión en su contra, dejan de ser hijos de Dios, sino más bien, son hijos del demonio quien los inspira y guía, en esta vida, para que alcancen la eternidad y entren al fuego del infierno.

La religión para estas personas, no es otra cosa que una real y verdadera hipócrita decepción. En una herramienta que utilizan para desviar a los demás y más aún para manipular y controlarlos. Esta es una de las razones por las que Cristo los llama “hijos del demonio” y “Raza de víboras” (San Mateo 12; 34), es esta hipocresía engañosa que mueve a los fariseos a llamar “Maestro” a Jesucristo, pretendiendo que con esta forma de adulación, pondrían a Jesucristo fuera de guardia, para poderlo atrapar. Lo cual es una tontería ya que Jesucristo al ser Dios sabe y conoce los corazones de los hombres.

La pregunta sobre, cuál es el mayor de los mandamientos, estaba en cuestión, por lo que con la respuesta, Jesucristo, según ellos, podría ofender a alguien. Jesucristo sin embargo, responde con una respuesta simple y directa, mostrándole que el mayor de los mandamientos es el amor a Dios y a nuestro prójimo. Después Jesucristo hace callar a este hombre al dirigirles una pregunta.

En su rebelión en contra de la gracia de Dios, estos hombres no pueden ver que Cristo es verdadero Dios y verdadero Hombre. Por lo tanto no se pueden explicar, cómo Jesucristo es hijo de David y al mismo tiempo Señor de éste. Con esto Jesucristo calla la hipocresía y la maldad del complot de los fariseos.

Estos mismos fariseos viven hoy en nuestros días, en quienes atacan a la Iglesia, que es el Cuerpo Místico de Jesucristo. La doctrina de Cristo, la doctrina de la Iglesia, es la doctrina de Dios, todos los que rechazan esta doctrina están evidentemente rechazando a Dios mismo “Quien a vosotros os escucha me escucha a Mí y quien a Mí me escucha, escucha a quien me ha enviado” (San Lucas 10, 16). Es claro, por lo tanto que todos aquellos que están fuera de la Iglesia y llaman a Jesucristo, lo hacen de manera falsa. No son los hijos de Dios, son más bien los hijos del demonio.
Rechazan a Jesucristo y a Su Iglesia, y siguen las inspiraciones del demonio, tal y como lo hicieron los fariseos de aquel entonces. Llaman estos, “Señor, Maestro y Dios” a Jesucristo, pero no es otra cosa que una gran mentira, ya que lo rechazan en su corazón. Podría ser verdad que buscan a Dios en las escrituras mas no para amarle y servirle, sino más bien para tratar de atraparlo (en su Cuerpo Místico) encontrando únicamente la forma de rechazarlo y buscar destruirlo. Debemos por lo tanto estar muy alertas al hablar de religión con quienes están fuera de la Iglesia, ya que todos ellos, de manera consciente o inconsciente están buscando siempre, destruir la Iglesia, consecuentemente a Cristo, Dios. Sin importar lo piadosos que parezcan o lo bien intencionados que digan ser. No dejar de ser hijos del demonio.

Es Satanás que aparece como ángel de Luz, que los inspira y guía. Y así como el fariseo no pudo creer que Jesús sea Cristo y que sea tanto Dios como hombre verdaderos. De igual forma los que están fuera de la Iglesia católica no pueden creer ninguna enseñanza de Cristo en la Iglesia.

No somos Jesucristo, por lo tanto, no podemos ver estas disposiciones diabólicas, en la voluntad de las personas, y que los demonios son muy astutos, en ayudar a estas personas a ocultan bien sus malas intenciones. Por lo tanto debemos estas siempre atentos y vigilantes, en nuestras conversaciones con ellos.

Recordemos siempre y en todo momento nuestras oraciones matutinas, donde pedimos a Dios Su ayuda y dirección durante todo el día, así como la ayuda de los ángeles y santos, antes de ponernos en cualquier tipo de conversación con los no católicos, sobre todo en cuestiones de fe. Hagamos oración para que se alejen y liberen de la influencia de los espíritus malignos que los guían, y pidamos a Dios Su ayuda para que nos guie y ayude a guiar a estas personas hacia ÉL.

Debemos recordar siempre que las apariencias siempre son engañosas y que debemos estar siempre en guardia para proteger nuestra posición de hijos de Dios, y poder llamarlo en verdad y dignamente “Maestro”

Así sea

Saturday, September 15, 2012

DOMINGO 16 DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

16 DE SEPTIEMBRE DE 2012

Queridos Hermanos:

Nuestro Señor Jesucristo tiene dos cosas muy importantes que decirnos en el Evangelio de este día. El primero de ellos es señalarnos la manera adecuada de cómo debemos santificar, el sábado.

Los israelitas del antiguo testamento estaban regidos por una ley material, física, en la que la mayoría de las veces estaban por así decirlo ciegos al lado espiritual de la ley, o cómo las cuestiones espirituales deberían envolver las materiales.

Cristo nuestro Señor ha entrado a una casa a comer algo de pan, en sábado. La letra de la ley prohíbe cualquier actividad servil en este día. Estaban de igual manera, sus enemigos, ansiosamente esperando si nuestro señor sanaría algún hombre, ignorando la ley del sábado o si dejaría pasar la oportunidad de realizar alguna obra de caridad.

Al leer sus corazones Jesucristo les dice. Si acudirían al auxilio para salvaguardar la integridad, de algún ganado, en día sábado. La respuesta fue obviamente, claro que acudiríamos a salvar a cualquiera de nuestros animales, si estuvieran en peligro de muerte, aún si fuera en sábado.

Ninguno de ellos se detuvo a considerar que esta persona que acababa de fallecer, vale mucho más que cada cabello del ganado, del que fuere su especie, o que la caridad es mucho más valiosa que su avaricia. (La necesidad de salvar al ganado, es por lo costoso de estos y su manutención y sería una gran pérdida, para quien estuviera en esa situación).

No hay tanto interés ni beneficio personal al ayudar a nuestro prójimo, pero si existe un beneficio salvaguardar la integridad de nuestro propio ganado. Por lo que no dudarían en quebrantar la letra de la ley, para saciar su avaricia. Más no así por caridad hacia su prójimo en necesidad.

Jesucristo nuestro Señor, al sanar a este hombre, nos enseña y a ellos, en su tiempo, a que no existe ley ni requiere de ley, la caridad. No puede existir ninguna ley en contra del amor a nuestro prójimo, y buscar siempre la mejor forma de ayudarlo.
La sociedad de nuestros días es cada vez más parecida a los fariseos y menos a Cristo. Estamos buscando siempre la forma de no ser caritativos con los demás.

Existen siempre razones de “prudencia” para no ayudar, lo más lamentable es cuando tratamos de culpar a Dios por estos hechos, como lo señala el evangelio de este día.

La razón para no ayudar según ellos, era por la ley dada por Dios, que no les permitía practicar algún acto de caridad con la persona enferma. Lo mismo vemos en nuestros días. La mayoría quiere hacernos creer que las desgracias y necesidades que le suceden a nuestro prójimo son por culpa de Dios y que si acudimos a su auxilia, estaríamos en contra de la voluntad de Este.

Mucha gente no gesticularía esta manera de pensar, tal y como sucede en el evangelio de hoy, no pudieron responder en voz alta, permaneciendo callados. Sin embargo, pretendemos cubrir nuestra flojera, tibieza y hasta indiferencia, con un manto de religiosidad, culpando a Dios de todo.

Tal religiosidad pretende aparecer como guardianes escrupulosos de la ley de Dios, y correctos ante los ojos de los demás, usando la ley a su conveniencia y siendo peores que las personas que condenan.

Debemos por lo tanto buscar el espíritu de la ley. Es sólo cuando recibimos la ley con toda caridad que la podemos aplicar y entender. Es la caridad que muestra la verdadera obediencia a la obediencia servil y superflua. Solo quienes aman a Dios y al prójimo, saben cómo entender, interpretar y aplicar la ley de Dios.

La segunda lección que Jesucristo quiere enseñarnos hoy, es relativa a la primera. Mientras que la caridad nos permite comprender y aplicar la palabra de Dios, es la humildad que nos permite demostrar esta caridad, en toda su belleza y simplicidad.

Existen personas que buscan a toda costa aparecer como humildes cuando son más soberbios que quienes están a su alrededor. Tales personas buscaran el último de los lugares para aparecer humildes. Cuando en verdad son los más vanidosos de todos. No es tan importante buscar el primer o ultimo de los lugares, ambos son deterioros para nosotros, si nos falta la verdadera caridad y la verdadera humildad.


Los verdaderamente humildes no les interesa aparecer en ninguna de ambas partes. Prefieren no ser vistos del todo. Solo se preocupan por agradar a Dios, estar con Él y llevar a los demás a Su lado.

Todas las virtudes vienen en paquete, no podemos tener una si nos falta la otra, por así decirlo. Como le hemos visto con la caridad que va de la mano de la humildad. No podemos ser humildes si no nos amamos los unos a los otros. No podemos lograr esto, a menos que estemos de libre voluntad dispuestos a ser humildes. En la búsqueda de la mayor de todas las virtudes, la caridad, practicaremos todas las demás.

Crezcamos en la caridad día con día, buscando ser cada vez más humildes, mas complacientes para con Dios y nuestro prójimo.

Así sea

Saturday, September 8, 2012

DOMINGO 15 DESPUÉS DE PENTECOSTES


9 DE SEPTIEMBRE DE 2012

Queridos hermanos:

Con frecuencia experimentamos, en esta vida, casos místicos o simbólicos sobre acontecimientos que se habrán de realizar en un nivel de vida superior. La muerte física, que vemos con tanta frecuencia, en esta vida, debe hacernos reflexionar y despertar a nuestra conciencia sobre la muerte más terrible que, la del alma, ocasionada por el pecado mortal.

Por otra parte, las bellezas y maravilla de este mundo, nos debe motivar con un deseo ardiente por la belleza y vida eterna del cielo. Así como la agonía, miseria y dolor de esta vida deben hacernos reflexionar sobre los sufrimientos de los condenados en el infierno o las pobres almas del purgatorio.

Lo que nos relata el evangelio de este día, nos lleva a reflexionar sobre la Resurrección. Es importante notar que el evangelio nos dice que Jesucristo tuvo compasión por la viuda (no tanto por el hombre muerto) al cual se le dio una segunda oportunidad de vida, no porque lo mereciera, sino por el sufrimiento de la madre que logró tocar con sus suplicas, el corazón de Jesucristo Nuestro Señor. Esto mismo sucede con nosotros cuando, una vez que resucitamos de la muerte del pecado y regresamos a la vida de la gracia.

Cuando nos encontramos gozando de la alegría de haber recibidos estas gracias que nos llenan de vida espiritual, deberíamos recordar el pasaje del que nos habla el evangelio de hoy.

No hemos hecho nada de nuestra parte para recibir tales bendiciones, es más bien gracias a la oración y penitencias de alguna otra persona pidiendo a Dios por nosotros, recuperándonos la vida espiritual para que empecemos nuevamente.

Es muy fácil alegrarnos al haber recibido tantas bendiciones y limpieza de nuestra conciencia y olvidarnos de dar gracias o manifestar cualquier forma de agradecimiento a quien ha hecho esto posible con sus oraciones y sobre todo con su penitencia, al vernos con ojos de verdadero amor, como hemos caído en el abismo del infierno y muere por el pecado.

De igual forma nos daremos cuenta que muchos de los santos del cielo se encuentran ahí gracias a las oraciones de algún otro. Las lagrimas, sufrimientos y oraciones que las madres y padres hacen por sus hijos tocan de igual manera, especial, el corazón de Dios. San Agustín atribuye su conversión gracias a las oraciones de su madre. Es gracias a santa Mónica que tenemos un san Agustín.

Los pastores como padres espirituales de igual forma con frecuencia oran y hacen sacrificios por sus hijos espirituales. Todo penitente debe estar agradecido y manifestar gratitud a sus confesores por ese hecho. Se cuenta de igual manera con órdenes religiosas que dedican su vida completa a la oración y penitencia para obtener la gracia, del verdadero arrepentimiento, de todos los pecadores de este mundo.

La lista de nuestros benefactores espirituales estaría incompleta si hacemos a un lado a nuestro ángel de la guarda, nuestro santo patrón y todos los demás santos con los cuales hemos tenido alguna relación y también, porque no decirlo, algún pariente nuestro que con la gracia de Dios este gozando igualmente del cielo e intercediendo por nosotros.

Retomando el asunto de san Agustín, debemos aprender que es obligación de todos los padres ofrecer oración y hacer algún tipo de sacrificios por sus hijos ya que al no hacerlo tal vez su misma salvación estaría en juego. Es obligación de todos orar y hacer penitencia por los demás. Se nos ha dicho que debemos amarnos los unos por los otros y estar al cuidado de nuestros hermanos.

Debemos buscar y luchar por la salvación de todos los hijos de Dios. Es verdad que no todos se han de salvar y que de los que sí han de lograrlo, el número es muy reducido. Pero si somos negligentes en amar, orar y sacrificarnos por las almas de quienes vemos va por el camino equivocado, tal vez se nos encuentre negligente el día del juicio.

Amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos es orar y ofrecer sacrificios por ellos como lo hacemos por nosotros mismos. Tal vez uno de los mayores gozos en el cielo sea la unión del alma con alma entre nosotros, con la de quienes hemos de igual manera ofrecido oración y penitencia, unidos ambos en Dios nuestro Señor.

Si no tenemos en mente a alguien por quien orar y ofrecer sacrificios, lo podemos hacer por los pecadores en general. Una práctica muy hermosa es poner toda nuestra oración y penitencias sobre las manos de nuestro santísima Madre, encargándole los distribuya y aplique, según Su parecer. La santísima virgen María como madre amorosa sabe de antemano donde y como distribuir sus bendiciones y nuestras obras de piedad y sacrificio.

Nuestro Señor Jesucristo manifestó su grande afecto y no se resistió a escuchar la suplica de la viuda madre de que nos habla el evangelio de este día; con mayor razón se sentirá inclinado a mostrar Su misericordia y bondad hacia todos aquellos que están encomendados al cuidado de Su Santa Madre.

Estemos siempre agradecidos por la oración y penitencia que han hecho otros, por la restauración de la vida espiritual nuestra, y no olvidemos jamás, hacer nosotros lo mismo por los demás.

Así sea.

Saturday, September 1, 2012

DOMINGO 14to. DESPUÉS DE PENTECOSTES

2 DE SEPTIEMBRE DE 2012

Queridos Hermanos:

En el evangelio de hoy, nuestro señor Jesucristo, no condena las riquezas, la comida ni el trabajo. Condena más bien, el apego exagerado de estas cosas. Se nos amonesta, en alguna otra ocasión a que trabajemos para obtener lo necesario para nosotros y los demás.

Debemos hacer esto mientras Dios nos proporcione los medios y la habilidad para lograrlo, lo que si debemos evitar es convertirnos en esclavos de estas cosas. El hombre rico con frecuencia se convierte en esclavo de sus riquezas cuidando y protegiéndolas, con gran cuidado, al grado de no tener ni el más mínimo cuidado de su alma.

El lujurioso, glotón y vanidoso hacen lo mismo, buscando servir en lugar de regir sobre estos bienes que Dios les ha dado. Cuando Dios hizo al hombre lo colocó sobre los demás seres de Su Creación para que gobernara sobre estas. Es una invención grotesca del verdadero orden cuando el hombre de manera voluntaria se esclaviza a la creatura antes de servir a Dios como Creador de todas estas cosas.

No podemos pretender servir tanto a Dios como a las cosas de este mundo, así nos lo dice nuestro Señor en el evangelio de hoy. Nuestro objetivo sólo puede ser en una dirección y es o bien para con Dios o para con las cosas mundanas. El hombre es la gloria de toda la creación, esta sobre todas esas cosas. Incluso podemos colocar al hombre que fue hecho un poco menos que los ángeles, sobre de estos al decidir Dios hacerse hombre y unirse con nuestra naturaleza en lugar a la de los ángeles.

La creación fue hecha para servirnos. Sin embargo buscamos con gran solicitud y vehemencia, a las creaturas que las colocamos en el lugar que corresponde sólo a Dios, convirtiéndonos en culpables idolatras. Lo mismo podemos decir cuando buscamos creaturas inferiores, como el dinero.

Es un gran pecado y crimen desear las cosas mundanas antes que a Dios, como lo es, alcanzar los bienes materiales, antes que Dios mismo. La belleza de la vida de las aves y la belleza que adorna las flores demuestran de manera imperfecta la belleza verdadera del alma que ama a Dios y confía en Su providencia divina.

Mientras que no debemos preocuparnos sobre las cosas materiales, de alimentación, comida y lugar donde vivir, al grado de convertirnos en esclavos de estas. Debemos sin embargo de manera prudente buscarlas.

El peligro es hacernos flojos bajo el pretexto de que con gran fe y esperanza esperamos, Dios preverá. Es fácil olvidar la amonestación de san Pablo que nos dice que “el que no trabaje que no coma” (2 Tés 3:10). Debemos hacer todo lo que podemos lograr ayudados de los dones y talentos que Dios nos ha dado, teniendo el cuidado de no desperdiciarlos, no hacer mal uso de estos. Recordando siempre, humildemente, que esto es un regalo de Dios a quien debemos regresarlo, consientes que nos lo puede quitar en cualquier momento.

No tenemos nada seguro en esta vida. Debemos recordar, sin embargo, que todos estos dones se nos han dado para acercarnos más a Dios, nuestro creador y no para que se conviertan en un obstáculo entre nosotros y Su amor.

El santo Job, nos demuestra tanto en sus riquezas como en su pobreza, cual debe ser nuestra actitud sobre las cosas de este mundo y Dios, quien nos dado todo esto. “Dios me lo ha dado, Dios me lo ha quitado, bendito sea el nombre del Señor nuestro Dios”. Job utilizó toda su riqueza para honrar y su pobreza para dar gloria a Dios.

Jamás se convirtieron ni su riqueza ni pobreza en obstáculos para su amor por Dios.

Sabemos que la perfección no la podremos obtener en esta vida, ya que está reservada para nosotros en el Cielo. Las riquezas, solo pretenden sustentar felicidad, sin embargo frecuentemente sólo atraen la amargura y miseria.

La comida ofrece satisfacción y placer, sin embargo cuando se abraza sin ningún control ni reserva, sólo acarrea las grandes enfermedades que conocemos como no confortantes para nuestro organismo.

La belleza cuando se busca sobre todo lo demás nos damos cuenta que atrae consigo una gran desilusión y tristeza al ver lo realmente grotesco que nos presenta. Cuantos martirizan su cuerpo buscando lograr alcanzar los estándares de belleza que dicta el mundo solo para darse cuenta que ahora el mundo ha cambiado los estándares e belleza precisamente al extremo opuesto.

La moda, de igual forma está constantemente cambiando con la insaciable incertidumbre del deseo humano. Sin embargo,

¿Cuantos buscan con todo su ser lograr y alcanzar lo que estas dictan, muy a pesar de la salvación de su alma?

Logrando alcanzar únicamente, estas pobres personas sin dirección alguna, destruir la verdadera belleza natural que Dios les ha dado, quedando desfigurados y realmente feos por seguir los estándares de este mundo.

La verdadera belleza no la busquemos en las formas y colores, sino en la virtud del alma.

Debemos por lo tanto trabajar por lograr lo que Dios nos ha dado, pero siempre con y por amor de Dios, sin permitir que ningún distractor nos aleje de este objetivo, servir y amar a Dios. Estemos siempre preparados para hacer a un lado las creaturas inferiores, por las superiores, nuestro Creador.


Asi sea.