Saturday, June 26, 2010

DOMINGO QUINTO DESPUÉS DE PENTECOSTES

27 de junio de 2010

Queridos Hermanos:

El día de hoy es un buen momento para que reflexionemos, cual ha sido nuestro comportamiento.

En la epístola de este día, san Pedro nos da algunas lecciones muy saludables que debemos considerar para vivir en paz y armonía entre nosotros. De igual forma nuestro Señor Jesucristo nos advierte que debemos ser mucho mejor que los Escribas y Fariseos para poder entrar en el reino del Cielo.

Ahora bien, como nos presentamos ante los demás, es decir, la apariencia, es buena y necesaria pero no suficiente. Es bueno para nosotros vivir en paz entre nosotros, pero es mucho más necesario que nos amemos los unos a los otros, desde lo más profundo de nuestro corazón. Dios ve nuestro corazón y en base a este nos ha de juzgar. La apariencia exterior contará sólo de manera secundaria y en una mínima porción, porque ésta, también es necesaria para la edificación de nuestro prójimo y la eliminación del escándalo.

Lo que guardamos en nuestro corazón es lo que Dios ve y juzga. Esto es lo que los escribas y fariseos nunca entendieron. Exteriormente vestían con apariencia de justicia pero, eran los más injustos.

Mientras que podían decir que no habían matada físicamente a nadie, en su corazón si lo habían hecho muchas veces con el odio que los consumía. Podemos matar a alguien físicamente, sólo una vez, más con el odio en nuestro corazón cometemos este asesinato muchísimas veces. Esta actitud hipócrita es la que Jesucristo rechazaba y detestaba de los escribas y fariseos. Mientras pretendían ser virtuosos y amar a Dios, lo que realmente hacían era que se revelaban violentamente en Su contra.

De igual forma sucede con el vicio de impureza, no es suficiente evitar el pecado físicamente; que es lo que hacían los escribas y fariseos. Se peca en contra de esta virtud por el simple hecho de desear hacerlo:

“Todo aquel que mira a una mujer deseándola, ya adulteró con ella en su corazón.”

¿Cuántos podemos contar, hoy día, que son culpables de estos dos pecados, de y en su corazón?

San pablo nos da la amonestación para que practiquemos las diferentes virtudes que nos ayudan a vivir en paz los unos con los otros. Nuestro señor Jesucristo nos da los medios para este fin.

Toda la maldad se inicia en nuestro corazón. No es lo que entra en el hombre que lo contamina, sino lo que sale de muy dentro de este.

Si habremos de guardar el mandamiento, no matarás, debemos empezar analizando nuestro corazón, donde la semilla del asesinato nace y crece. Debemos arrancar, no sólo el odio de nuestro corazón, sino que debemos además de esto, replantar la virtud del amor, en su lugar.

Para vivir en armonía como nos lo dice san Pedro, debemos no sólo evitar matarnos entre nosotros y hacer más que, dejar de odiarnos los unos a los otros. Debemos amarnos verdaderamente. Para ayudarnos en esto, se nos recuerda que somos todos hijos de Dios y que por lo tanto debemos vivir pacíficamente en la caridad fraterna de verdaderos hermanos y hermanas.

Debemos practicar la misericordia sobre los demás compartiendo nuestras cruces y sufrimientos, de esta manera hacemos la vida de los demás no sólo más tolerable sino más placentera, en medio de los sufrimientos y tribulaciones. La carga compartida es más liviana y el placer compartido se incrementa.

Debemos ser modestos no sólo en nuestra forma de vestir y conducta, sino que también y sobre todo en la profundidad de nuestra alma. Si verdaderamente amamos, jamás buscamos pasarnos ni ser arrogantes en nuestro comportamiento, sino que por el contrario preferimos errar al lado seguro de la humildad y modestia.

Debemos recordar siempre que debemos estar en guardia y vigilantes. Lo que permitimos escuchar y ver, es lo que entrará a nuestro corazón; de igual manera lo que permitimos nacer, crecer y enraizarse en nuestro corazón; lo que ha crecido y fortalecido en nuestro corazón es lo eventualmente se manifestará en nuestras palabras y acciones.

Para mantener nuestras palabras y acciones santas y puras delante de los hombres debemos primeramente mantener nuestra mente, corazón y alma puros, delante de Dios.

Recordemos que no es suficiente evitar el mal, debemos incrementar el bien. Mientras cortamos las rices del mal plantemos y llenemos de nutrientes la virtud. De esta manera nuestras virtudes no serán como la de los hipócritas y nuestra justicia excederá a la de los escribas y fariseos y seremos sin duda merecedores de entrar al reino de los cielos.

Que así sea.

Saturday, June 19, 2010

DOMINGO CUARTO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

20 de junio de 2010

Queridos Hermanos:

“Los sufrimientos de esta vida no se pueden comparar con la gloria venidera”

San Pablo, con estas palabras, de la epístola de hoy, nos trae una gran paz al alma, conforme cargamos nuestras cruces y dificultades en este mundo.

Todos y cada uno de nosotros, en este mundo, debemos cargar con algún tipo de cruces. Los católicos tenemos con la fe los medios para sujetar estas cruces y hacerlas dulces y ligeras, cosa que no poseen los no creyentes.

Los pobres incrédulos deben tolerar los sufrimientos de su cruz presente, la cual hacen aún más insoportable con su resistencia y rechazo, y si nunca se convierten, sus sufrimientos se incrementaran considerablemente y continuara, por toda la eternidad en el infierno.

El católico al amar tiene en si mismo los medios de hacer su cruz no sólo más tolerable sino que puede alcanzar el punto de regocijarse en ella y agradecer a Dios por esta. Esto mitiga y remueve el castigo merecido después de la muerte.

Si sólo pudiéramos ver y contemplar la felicidad del Cielo empezaríamos a entender que aún las cruces más difíciles que debemos cargar en esta vida son piezas insignificantes que debemos pagar por el gozo del Cielo.

Una vez que hacemos nuestro este pensamiento, no pasa mucho tiempo en el que entendemos que mientras mayor y más prolongado sea el sufrimiento en esta vida mucho mayor será la recompensa que nos espera.

De esta manera podemos entender porque los santos buscaban más cruces, deseaban ser humillados y sufrir, en esta vida, todas las cruces que les fuera posible soportar.

Sin la verdadera fe todos los sufrimientos se vuelven sin ningún valor y son una pérdida de tiempo. Esta es una de las razones por la que podemos ver a nuestro alrededor como los que no tienen fe buscan por todos los medios eliminar o evitar todo lo que signifique dolor o sufrimiento.

Mientras más buscan huir de estos sufrimientos, más intensamente se les presentan e incrementan estos. Lo que no pueden soportar en sus cuerpos lo soportaran en su alma. Siendo angustiados tanto física como espiritualmente.

En la búsqueda incesante, por una vida en este mundo separada de toda incomodidad, se “receta” algún tipo de droga, sexo ilícito, entretenimiento y distracciones de todo tipo. En esta degeneración moral, su alma empieza también a sufrir aún cuando el dolor en su cuerpo se incrementa debido al abuso que hacen de este.

De igual forma vemos el intento, sin fin, por terminar todos estos sufrimientos de parte de la sociedad. Esta gente sin fe ven los sufrimientos y pobreza de las demás gentes y están dispuestos en su “humanismo” a poner un fin a esta pobreza, enfermedad e incomodidades. Resultando en vano todo sus esfuerzos. No importa cuánto dinero regalen siempre habrá pobreza. No importa cuanta comida se regale siempre habrá gente con hambre. No importa cuanta “medicina” se distribuya siempre habrá algún tipo de enfermedad y tal vez haya más que antes, por los conocidos “efectos secundarios” de estos medicamentos.

Ayudar a los que más lo necesitan es una actividad noble y necesaria como parte de nuestra fe, sólo que necesita hacerse, por amor, no por el valor mundano o el intento egoísta por eliminar los sufrimientos de este mundo. Todos estos experimentos sabemos bien que, son un rotunda fracaso. Todo parece que estos sufrimientos se multiplican en lugar de disminuir. Luego entonces surge su lógica diabólica, de concluir que para verdaderamente eliminar el sufrimiento de los demás es eliminando a quienes están sufriendo. Este es el origen de la meta del Satánico Nuevo orden Mundial, eliminar la mitad de la población del mundo.

Que noble, engañosamente seria, asesinar a los niños aún no nacidos para evitarles un sufrimiento mayor en este mundo, o eliminar a los ancianos y enfermos para que ya no sufran más.

Podemos con una nobleza engañosa, eliminar la pobreza eliminando a los pobres en una guerra.

Como católicos, debemos encontrar el bien en todos los sufrimientos en lugar de tratar huir de ellos o destruirlos. Debemos abrazarlos como lo hizo Jesucristo con nosotros. El sufrimiento en este mundo es un pago insignificante que debemos pagar por el gozo del Cielo. Huir de la cruz es una manera tacaña de querer hacer el pago de la salvación eterna. Si no se hace el pago correspondiente no tendremos acceso.

Con esto en mente, aceptemos de manera voluntaria, libre y amorosamente todos los sufrimientos que Dios nos mande en esta vida, con la esperanza que estos sufrimientos abrirán las puertas del cielo para nosotros y tal vez para alguien más si ofrecemos este sacrificio. Es verdaderamente insignificante lo que tenemos que pagar por la gran recompensa de la felicidad eterna.

Así sea

Saturday, June 12, 2010

FESTIVIDAD DE SAN ANTONIO DE PADUA

13 DE JUNIO DE 2010

Queridos Hermanos:

El día de hoy celebramos la festividad de San Antonio de Padua. San Antonio es frecuentemente presentado tanto en fotografías como imágenes, con el Divino Niño Jesús en sus brazos y con un lirio al costado.

San Antonio desde su juventud practicó total y completamente amor y servicio a Dios. A la edad de 15 años dejó su hogar en Lisboa para unirse a los Clérigos de san Agustín en Coímbra.

Su maestro el célebre Abad Tomas de Vercelli, testifica que San Antonio “crecía tanto en el amor de Dios, que podemos ampliamente decir y aplicar las palabras que el Santo Evangelio dice de san Juan Bautista: “él era una flama, fuego consumidor… del Divino Amor”.

Desde niño, hizo el voto de castidad perpetua a Dios y buscó siempre la pureza con todo su ser tanto de cuerpo como de alma.

Restricciones totales para sus sentidos, oración incesante y un gran y tierno amor a Jesús y María, le ayudaron sobreponerse a todos los peligros en contra de la pureza. Esta santa pureza le abrió el camino a la sabiduría de Dios.

Se entregó por completo a sus estudios, sin embargo su mayor deseo fue el del martirio.

Cuando vio los restos de los primeros mártires franciscanos, fue inspirado a separarse de los clérigos de san Agustín e incorporarse a los Orden de frailes menores (los Franciscanos).

Nuevamente fue frustrado su deseo por el martirio, pero encontró pronto una especie de martirio espiritual, en el que podía ofrecerse mejor a Dios. Humildemente escondía su talento a la vista de las personas, buscando las labores más insignificantes en la cocina y jardines del convento de Monte Paolo. En esta posición tan humilde, encontró gran alegría y consuelo. Se humillo aún más delante de Dios, dando sólo a Dios todo el honor y Gloria.

En lugar de buscar los primeros lugares, san Antonio, busco siempre los lugares más insignificantes. Y no tardo mucho en que Dios Nuestro Señor, le dijera: “amigo, sube un escalón más”

Dios tenía otros planes para San Antonio y no permitiría que esta luz se quedara bajo los arbustos. Un cierto día, se le pidió que hablara a unos recién ordenados sacerdotes, franciscanos y dominicos. Al momento en que empezó a hablar, pudo ser evidente que tendría mayores obras a realizar a las que hacía en la cocina y el jardín.

Se le encomendó la tarea de enseñar teología dentro de la Orden. Posición que le fue encomendada por San Francisco mismo. Dios quería aún más de esta flama de amor. No era suficiente que preparará a otros frailes en las ciencias sagradas, se le designo posteriormente, la misión de predicador. Predicó en grandes ciudades de Francia e Italia. Las iglesias no podían contener a todas las personas que acudían para escucharlo, por lo que decidió predicar en los campos, plazas públicas y a la orilla de los ríos. Su misión celestial fue confirmada por la gran cantidad de milagros que realizó.

Lucho en contra de la herejía de los albigenses con tal éxito que su santidad el Papa Gregorio IX le otorgó el título de “azote de los herejes”.

Este magnífico doctor de la Iglesia tiene algo que dar a cada uno de nosotros desde el mayor en grado y dignidad hasta el más insignificante y menor de todos; si tan sólo observamos y escuchamos atentamente su vida y sabiduría.

La sabiduría es inseparable de la pureza. El Espíritu Santo declara, en el Libro de la Sabiduría: “La sabiduría no entra en el corazón impuro”. San Antonio poseía gran sabiduría precisamente por practicar tal pureza. Esto le era posible gracias a que era humilde y se mantenía siempre ocupado. Oraba y practicaba la custodia de sus ojos, mortificación de los sentidos, sentido de la vergüenza y devoción a la Santísima Virgen.

El mundo de hoy está falto de tal sabiduría por la falta de pureza y nos falta esta por no ser humildes y no hacer oración, especialmente a nuestra Santísima Madre, como debemos hacerlo. No le negamos ningún placer a nuestro cuerpo, al grado de convertirse estos en tiranos gobernando y controlando nuestra vida con sus pasiones.

Debemos aprender a controlar estos deseos y negarnos a nosotros mismos muchas cosas, aún las que no sean pecado. (Negarnos sólo lo que es pecado, no es ningún sacrificio). Debemos gobernar todos nuestros sentidos, pero de manera especial nuestros ojos que buscan placer en las cosas creadas. Si queremos ver a Dios con nuestros propio ojos, deben ser estos puros y aislados de cosas insignificantes. Con nuestra mirada puesta en Dios en el Cielo se hace posible que venzamos muchas tentaciones de buscar placer en los sentidos corporales y las cosas de este mundo.

Debemos hacer nuestro el evangelio de este día y recordar que como católicos somos la sal del mundo y si perdemos nuestro camino de católicos no seremos dignos de ninguna otra cosa que ser expulsados.

Pidamos a San Antonio que engendre en nosotros el verdadero amor por Dios así como por la Sabiduría y pureza, con la cual podamos también nosotros merecer la corona de la gloria eterna en el Cielo.

Así sea.

Saturday, June 5, 2010

SEGUNDO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTES

6 junio de 2010

Queridos hermanos:

Al parecer, en cuestiones espirituales, todos tenemos siempre alguna excusa para no realizarlas.

Hacemos grandes esfuerzos y encontramos siempre tiempo para realizar todo tipo de cuestiones efímeras y mundanas, pero nos rehusamos hacer sacrificios similares cuando se trata de nuestro placer eterno y bienestar de nuestra alma.

Encontramos todo tipo de razones para salir, en horas de trabajo y realizar actividades efímeras mucho más placenteras. Ponemos en riesgo nuestra propia salud y bienestar, por lograr ventajas monetarias. Hay quienes continúan laborando, acosta de poner en riesgo su propia salud porque dicen “necesitan el dinero” o no quieren perder su empleo.

Sin embargo, cuando se trata de las cosas de Dios, no tenemos ningún temor o vergüenza en hacerlo a un lado e inventar excusas para justificar no hacer lo que El nos pide.

El evangelio de hoy, nos previene a todos. Dios pide (exige) de nosotros nuestros primeros frutos, pero siempre o casi siempre recibe migajas, si es que le damos algo.

Nos pide orar todos los días. Y si cumplimos con esto, regularmente es al final del día, cuando estamos ya cansados y no podemos concentrarnos en lo que decimos ni mantenernos despiertos. Rápidamente inventamos la excusa de que, Dios lo va a entender. Y es verdad, Dios entiende mucho más de lo que creemos. Entiende que estamos cansados y que tenemos dificultad al hacer oración después de haber entregados las mejores horas del día a los placeres de este mundo y le ofrecemos los más insignificantes minutos que nos sobran.

No olvidemos la lección de Caín y Abel. Dios quiere lo mejor de nosotros, no lo peor. Quiere ocupar el primer lugar, no el último. También Caín ofreció un sacrificio e hizo oración. Tal vez pensó que Dios entendería. Dios ve claramente y sabe cuando le estamos ofreciendo dones inferiores; tal vez esta es una de las razones por las que, no son escuchadas muchas oraciones. Ofrecemos un insulto a la dignidad y majestuosidad de Dios y nos engañamos al pensar que Dios está contento con la miseria que le ofrecemos.

Recordemos la ofrenda que hace la viuda de que nos habla el evangelio. La ofrenda fue insignificante, tal vez, pero dio lo mejor que ella tenía, lo cual implicaba un gran sacrificio para esta mujer. Le entrego a Dios su mejor y primer fruto, no el último.

Es irrelevante para Dios, en cierta manera, el tamaño o cantidad del sacrificio que ofrecemos, ya que Dios tiene todo y no necesita de nuestros sacrificios, sin embargo, si son importantes, ya que Dios quiere que lo amemos de manera que le entreguemos lo mejor de nosotros.

Si la ofrenda que entregamos, no es lo máximo de lo que mejor que tenemos, no es digna de ser entregada a Dios.

De igual manera como reducimos o eliminamos cómodamente nuestras oraciones diarias lo hacemos con nuestras obligaciones dominicales. Encontramos excusas para no asistir a Misa, o para salirnos antes de tiempo, etc.

Es muy conveniente para nosotros, planear nuestras vacaciones para salir en sábado en lugar del lunes, y decir a Dios; tengo unas vacaciones programadas por favor “discúlpame” o tengo un juego o entretenimiento que debo asistir, por favor discúlpame si reduzco el tiempo de la oración o que debo dedicarlo a ti. O lo que es peor aún, me siento cansado para levantarme y asistir a Misa el domingo, o mantenerme despierto para hacer oración, porque la Misa es muy temprano etc.

Existen algunas excusas validas y legitimas que puede perdonar Dios, sin embargo, debemos de igual manera, estar dispuestos a ofrecer algún otro sacrificio cuando de manera legítima hemos sido exentos, de alguno de ellos. Este sacrificio no sólo debe ser similar sino mucho mejor al anterior.

Si nuestras oraciones son deficientes debemos buscar hacerlo mejor la próxima vez. Si nuestras oraciones de la mañana son endebles debemos esforzarnos un poco más en las oraciones de la tarde. Si no podemos dedicarle quince minutos en un momento, dediquémosle treinta la próxima vez.

Debemos tener siempre en mente que, lo que le estamos ofreciendo a Dios es una manifestación de nuestro amor, y si ésta manifestación es inferior a lo mejor que tenemos, es algo indigno de entregar a la gloria de Dios. Todas las lisiadas excusas en el mundo jamás serán aceptadas.

Pensar en estos términos, nos hace mucho más conscientes del porque muchas oraciones no son respondidas, y entender por qué, tantas personas “piadosas” permanecen ciegas en la herejía o el cisma. No disfrutarán el banquete celestial porque han buscado siempre ser “exentos” para no hacer ningún sacrificio. Han intentado amar a Dios lo menos posible, o sólo lo suficiente. Lo cual jamás será suficiente ya que Dios pide y merece un amor completo y preferencial.



PAZ Y BIEN