Saturday, August 29, 2009

DOMINGO 13ro. DESPUÉS DE PENTECOSTES

30 DE AGOSTO DE 2009

Queridos Hermanos:

¿Dónde están los otros nueve?

Existen muy pocos que escucharán realmente, las palabras de Nuestro Señor Jesucristo al Samaritano. “Tu fe te ha salvado”.

La mayoría aunque recibe gracias abundantes, de parte de Dios todos los días, raramente se salvan, toda vez que les falta la verdadera y completa fe que el Samaritano tenía.

Las bendiciones de Dios caen sobre todo el mundo, no existiendo, quien honestamente pueda decir que no ha sido extremadamente ayudado por Dios, sin embargo, la mayoría de estas gracias son benéficas sólo para sus cuerpos, cuando es muy poca la cantidad de esta que llega a sus almas. Sencillamente les falta la fe del Samaritano.

Sólo en la Iglesia Católica existen Sacerdotes, que pueden curar el alma de las personas, con el sacramento de Penitencia. No existe ninguna otra religión en el Mundo con este poder de Dios. Esto sólo sucede en la Iglesia, Una, Santa, Católica y Apostólica, establecida por Jesucristo. Lo cual deja a muchos fuera de la verdadera fe. Los que están fuera de esta fe, reciben muchas bendiciones de Dios, de la misma manera como lo hicieron los “otros nueve”, a que hace referencia el evangelio de Hoy.

Existen muchos a quienes Dios les da o permite tener grandes cantidades de bienes materiales en este mundo. Se les da vida, salud, riquezas y muchas otras cosas más, sin embargo, esto no significa que sean agradables a Dios. Dios es bueno y les da todo esto para acercarlos más a Él. Trágicamente la mayoría de los hombres usan las bendiciones que Dios les ha dado, sólo para alejarse de Él llenándose cada vez más de su amor propio y vanidad.

Se les ha dado su recompensa en este mundo, dejando ya nada para ellos en la eternidad. La mayoría son como los nueve de que nos habla el evangelio, quienes nunca escucharon las palabras de gran consuelo de Nuestro Señor Jesucristo: “Id en paz vuestra fe os ha salvado”.

El éxito en este mundo es una bendición de Dios, sin embargo, no es una aprobación del comportamiento de quien la recibe. Muchos tienen fe cuando, quieren o necesitan algún bien material, de parte de Dios. Son capaces de invocar su Santo Nombre en caso de necesidad, sin embargo, cuando reciben el beneficio solicitado, es tanta su alegría y regocijo que nuevamente se olvidan de Dios. Sólo una minoría recuerda realmente tan siquiera la gratitud civil que tenazmente deseamos inculcar en nuestros hijos.

Los padres de familia insistentemente tienen que recordar a sus hijos que deben tener, por lo menos, gratitud por los beneficios recibidos. Cuando todo pasa, la mayoría olvida esta lección. Tenemos la tendencia de olvidar agradecer a nuestro gran benefactor, al ser envueltos en el beneficio recibido de este. Nuestra ingratitud no mueve a Dios a retirar el beneficio que nos ha hecho; sin embargo, si pone una barrera para recibir las gracias y bendiciones más importantes y necesarias, para la salvación y salud de nuestra alma.

Debemos tener mucho cuidado en no escandalizarnos de los grandes beneficios y bendiciones que Dios otorga a grandes incrédulos y falsos creyentes. Las bendiciones de Dios pueden ser consideradas como arma de dos filos; toda vez que la mayoría al recibir estas bendiciones, las utiliza para su propia condenación. Deben rendir cuentas claras de todo lo que han recibido. Ese día, será un día muy aterrador.
Tendrán que responder que la vida, riquezas, salud, belleza etc. que Dios le dio sólo fue utilizada para olvidarse y pecar en contra de Él. Mientras mayor sea el beneficio recibido y profanado, mayor será el castigo a recibir.

La lepra misma que afligía en primer término a estos hombres era una bendición de Dios. Si no hubiera sido por ella, estos hombres jamás se hubieran acercado y clamado a Jesucristo. Y no hubiera regresado el único, que así lo hizo después de haber sido sanado. Existe una cadena de eventos que deben ser tomados en cuenta, en lugar del resultado final. No caigamos en la desesperación al recibir una gran y fastidiosa cruz, sino que veámosla como la medicina necesaria para sanar nuestra alma. Nuestros sufrimientos físicos, deben unirnos a Jesucristo y, nuestra gratitud regresarnos a Él para dar honor y gloria a Dios. Todo lo que nos sucede en esta vida, está diseñado por Dios para unirnos a Él, aumentar nuestra fe y amor.

De esta manera debemos aprender a ver más allá de nuestro sufrimiento y dolor.

Debemos aprender que todo esto puede llevarnos a una gran recompensa en la eternidad.
Aclamemos como lo hicieron los diez leprosos: “Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros”, que no termine nuestra fe aquí, sino que continúe hasta regresar a Él y lo glorifiquemos, postrándonos sobre nuestro rostro ante Sus pies, dando gracias a Dios. Para poder recibir una bendición mayor con las hermosas palabras: “Tu fe te ha salvado”.

Que así sea.

Saturday, August 22, 2009

DOMINGO 12 DESPUÉS DE PENTECOSTES

23 de agosto de 2009

Queridos Hermanos:

¿Quién es nuestro prójimo, a quien debemos amar como a nosotros mismos?

Amar a Dios con todo nuestro corazón, mente, alma y fuerza, posee aparentemente, mucho menos problema para nosotros que amar a nuestro prójimo, como nos amamos nosotros mismos. Como no podemos ver a Dios, se nos hace fácil decir que le amamos toda vez que no presenta ningún obstáculo material a nuestro amor propio.

Este prójimo, por el contrario, a quien si podemos ver, está constantemente poniendo resistencia a nuestro amor propio, orgullo y vanidad. El prójimo pasa a ser una imposición, después de cierto tiempo. Sus peticiones, necesidades o deseos, se convierten en una carga para nosotros. Nuestra naturaleza caída nos lleva a evitarlo y cualquier otro problema que pueda causarnos.

Aún si nuestro prójimo fuere nuestro amigo, un examen minucioso nos dirá que, es nuestro amigo, sólo mientras su amistad, sea un beneficio para nosotros de una forma u otra. Frecuentemente he mencionado que muchas personas confunden amor por lascivia. Aunque sean polos opuestos, la gente parece confundirlos cada vez más. La lujuria no es otra cosa que amor propio; es cuando vemos a los demás sólo y únicamente por el placer o beneficio que puede producirnos. Mientras que el amor es todo lo contrario, es cuando vemos a los demás con el deseo de ayudarlo para ocasionarle un beneficio sin tomar en consideración ningún provecho personal.

De tal suerte que existe quien dice “amar” a su prójimo, mientras que este amor dura sólo, cuando existe algún provecho personal. Al dejar de darnos, nuestro prójimo, el beneficio o lo que queríamos hiciera, estamos listos para abandonarlo y buscar otro amigo para sustituirlo.

Si el amor es negación de si mismo y nos olvidamos de nosotros mismos por el bien de los demás, podremos concluir que existe muy poco amor en el mundo; toda vez que el mismo bien que algunos hacen por los demás contiene siempre algo de provecho personal. Muchos ayudan a las obras de “caridad” para aparentar hacer algo por los demás, mientras que al mismo tiempo hacen todo lo posible por mantenerse alejados de quienes están “ayudando”. Se llenan de vanidad y orgullo al ser alabados por el mundo y felicitados por su “amor” y generosidad.

¿Harían lo mismo si no hubiera alabanzas y felicitaciones; si fueran forzados a mantenerse en el anonimato, o no tuvieran efectos fiscales sus donaciones? Si todo esto fuera un requisito, veríamos que disminuirían las obras buenas por nuestro prójimo.

Los políticos necesitan a los pobres para poder ser electos con sus promesas de ayudarlos. Pero si no estuvieran en tiempos electorales o buscando la popularidad, sería muy dudoso que tuvieran algún interés por estos mismos pobres.

De manera similar, los esposos frecuentemente profesan amor, el uno por el otro; sin embargo al hacer un examen exhaustivo nos daremos cuenta que no tienen ni idea de lo que verdaderamente significa amar. Su “amor” dura mientras que puedan usarse mutuamente para satisfacer sus deseos y necesidades egoístas. Por lo tanto vemos como su “amor” (lujuria) se va desvaneciendo con el tiempo, procurando el divorcio para liberarse y buscar alguien más que satisfaga sus deseos.

Muchos de los que consideramos nuestro prójimo, generalmente no son, muy agradables para nosotros ni nosotros para ellos porque no hemos hecho nuestra, la lección que aparece en el Evangelio de hoy. La lección de Jesucristo nos lleva más allá de quienes nos hacen algún bien o nos refieren algún beneficio. Nos hace amar a quienes no tienen nada que ofrecernos.

Debemos hacer el bien a quienes no tienen manera de regresarnos el favor.

No todo termina con amar y ayudar a los que no tienen forma de pagar nuestra bondad; Cristo extiende este amor para y hacia nuestros enemigos y todo aquel que nos ocasione algún mal. Nos pide más que eso, que regresemos amor por odio recibido y que verdaderamente amemos a nuestros enemigos.

Esto en ningún momento implica que formemos parte del mal. O que ayudemos a los malvados continuar en su maldad. Cuando realmente amamos a alguien procuramos siempre su bienestar y sobre todo procuramos su mayor bienestar – la vida eterna en el Cielo. De esta manera, en algunas ocasiones sucede que nuestro amor nos impulsa a rechazar a quien se encuentra en caminos malignos; como todo padre amoroso rechazaría el deseo irracional y peligroso del hijo indisciplinado.

Todo ser humano es nuestro prójimo y debemos amarlo porque Cristo lo ha hecho y ofreció Su vida por todos, además de que nos ha ordenado hacer lo mismo. Cristo jamás rechazó pedir u ofrecer Su vida por quienes lo odiaban y abiertamente se declaraban sus enemigos, mientras que al mismo tiempo nunca dejo de llamarles la atención y recordarles las consecuencias terribles que les atraerían sus maldades.

Este es el verdadero amor al prójimo que debemos tener e imitar.

Así sea.

Saturday, August 15, 2009

SAN JOAQUIN

16 DE AGOSTO DE 2009

Queridos Hermanos:

El día de hoy celebramos la festividad de San Joaquín, Padre de la Santísima Virgen María y abuelo de Jesucristo Nuestro Señor. Su santidad el Papa León XIII en el año 1879, elevo esta festividad y la de Santa Ana al estatus en que se encuentra hoy.

En el evangelio de este día, leemos la genealogía de Jesucristo. Es muy importante que mantengamos siempre en mente que Jesucristo es verdaderamente Humano y que verdaderamente nació en este mundo en una fecha y condiciones específicas.

La celebración de la fiesta de hoy, enfatiza que Jesucristo tiene un abuelo materno. La segunda persona de la Santísima Trinidad, Jesucristo, el Hijo de Dios verdaderamente se hizo hombre por nuestra salvación. Es verdadero Dios y verdadero Hombre.

No debe jamás existir duda alguna, en nuestras mentes, inspiradas por las doctrinas malignas de los herejes y paganos de nuestros días. Cristo no es un cuento de hadas o historia conveniente para hacer que las personas se ajusten a cierto comportamiento.

Jesucristo realmente tiene descendencia ancestral como los tenemos nosotros. Es humano como nosotros, con la gran diferencia que jamás conoció el pecado mientras que nosotros tenemos que cargar con este mal toda la vida.

Mientras que hacemos énfasis en la humanidad de Jesucristo, no debemos olvidar Su Divinidad. Cristo es verdaderamente Dios, Segunda Persona de la Santísima Trinidad, Dios por toda la eternidad, pero hombre en la historia de la humanidad.
Quienes vivieron en el tiempo de Jesucristo y le siguieron, recibieron gran cantidad de gracias en esta vida y una gran recompensa en la eternidad.

Empezamos haciendo un examen sobre las virtudes de la Santísima Virgen, Madre de Jesucristo y vemos las gracias y virtudes magnificas que adornaron su alma. Las simples palabras del ángel: “llena de gracia” lo dice todo.

Y así como podemos ver que las virtudes y los vicios se trasmiten de generación en generación, podemos implicar que los padres de la Santísima virgen fueron de la misma manera virtuosos y llenos del espíritu de Dios.

Si María Santísima es elegida para ser madre de Dios, podemos decir luego entonces, que santa Ana y San Joaquín fueron bendecidos al ser padres de María Santísima. Por lo tanto podemos decir que bienaventurado San Joaquín que hizo la vida virtuosa de María posible y de manera indirecta, hacer posible la venida de Jesucristo Nuestro Señor.

Nosotros mismos, podemos explorar la línea que sigue a nuestros ancestros y ver que Dios ha llenado de bendiciones a toda la familia, especialmente a nuestros padres que por lo menos han cooperado con la gracia de Dios al darnos la existencia misma.

Algunos de nosotros podemos encontrar muchas bendiciones más, de parte de nuestros padres y estar infinitamente agradecidos con Dios por estos beneficios.

Sin embargo, el punto más importante que debemos considerar es, qué es lo que les estamos dejando a las nuevas generaciones. ¿Serán capaces los jóvenes de las generaciones venideras darnos las gracias a nosotros y a Dios principalmente, por el don mismo de la vida, ejemplos y virtudes que les ha dado Dios por medio de nosotros? ¿O se levantaran contra nosotros y nos maldecirán por el mal que les hemos acarreado?

Nosotros no podemos salvar a nuestros hijos como tampoco nos pueden salvar nuestros padres. Cada uno de nosotros debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance para lograr esto. Cristo nos ha redimido, por lo tanto el precio por nuestra salvación, ya ha sido pagado, ahora toca a nosotros hacer nuestra parte. Nuestros padres no pueden forzarnos hacia el Cielo ni podemos nosotros forzar a nuestros propios hijos.

Sin embargo, podemos mostrarles el camino y dejar en claro que sólo amando y sirviendo a Dios encontraran la verdadera felicidad en esta vida y en la otra.

Nuestra obligación en este momento es llevar una vida virtuosa para servirles de ejemplo. Nuestra fe debe ser real y genuina toda vez que nos ha sido dada por Dios a través de la Santa Madre Iglesia. Nuestra fe debe ser viva, con la gracia de Dios. Cuando creemos, realmente vivimos según nuestra fe. La belleza y bondad de tal vida es una inspiración e incentivo a imitar por los demás.

Si vemos que nuestros hijos no viven de la forma que deberían, es tiempo de examinarnos a nosotros mismos. ¿Qué ejemplos les hemos dado? ¿Qué tipo de ejemplos les estamos dando ahora? ¿Vivimos con fe y amor a Dios? ¿Oramos a un Dios vivo y todo poderoso, o murmuramos palabras vacías en el aire?

Debemos vivir una vida de amor, humildad y obediencia. “Si me amas cuidaras mi palabra”. Al vivir esta vida como debemos hacerlo, mostramos nuestra gratitud a Dios y a nuestros ancestros por la verdadera fe que nos han dado, mientras que al mismo tiempo instalamos en el corazón, de la les generaciones nuevas, el amor y fe verdadera que hemos recibido. Si la nueva generación es bendecida gracias a nosotros, compartiremos con ellos la gloria como San Joaquín que ahora lo hace con su Hija, la Madre de Dios.

Así sea.

Friday, August 14, 2009

ASUNCIÓN DE LA B.V. MARIA

15 DE AGOSTO DE 2009

Queridos Hermanos:

Su santidad el Papa Pío XII proclamó el Dogma de la Asunción el 1ro de noviembre de 1950. Esta doctrina nuevamente definida, aunque no doctrina nueva, verdaderamente depósito de nuestra fe recibida desde el tiempo de los apóstoles: “Una vez que hubo concluido su misión en este mundo, fue asunta al cielo en cuerpo y alma a la gloria celestial” por razón de su maternidad divina, Nuestra Señora, la Inmaculada Concepción privilegiada de escapar al pecado original, no conoció la corrupción de la tumba.

La Iglesia pone ante nuestros ojos el día de hoy la Epístola de Judith como el tipo de la Santísima Virgen. En Judith vemos a la bienaventurada hija del Señor, Dios todo poderoso. Salvó a su gente al cortar la cabeza del príncipe de sus enemigos. De la misma manera en que Judith es recordada como quien salvo a su pueblo, así la Santísima Virgen María como quien trajo la salvación al mundo por medio de Jesucristo.

Su intima participación con Cristo durante Su vida de sacrificio, sufrimiento y muerte en la cruz, la hace merecedora de participación similar con El en Su gloria en el Cielo.

De esta manera vemos con anticipación y preparación el nacimiento de Cristo, María fue concebida sin pecado y preservo su inocencia toda su vida.

En recompensa por su cooperación en el sufrimiento y sacrificios por el Hijo de Dios, mereció ser asunta al Cielo donde ahora reina con Su Hijo Jesucristo como reina del Cielo y la Tierra. Lo que se puede decir de Judith se puede igualmente decir de María santísima.

“Tú, gloria de Jerusalén; tú alegría de Israel; tú orgullo de nuestro pueblo”.

Las palabras inspiradas de Elizabeth son dulcísimas a los oídos de los católicos y jamás pueden ser repetidas con exageración: “Bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre” en respuesta escuchamos a María Santísima llena de gracia de Dios y humildemente decir: “Mi alma engrandece al Señor, y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador. Porque ha mirado la humildad de su sierva, y por eso me llamarán bienaventurada todas las generaciones, porque ha hecho en mi grandezas el que es poderoso, y cuyo nombre es santo, Y su misericordia de generación en generación sobre los que le temen”.
Así como Jesucristo resucitó de entre los muertos y se encuentra ahora en el Cielo, María santísima fue elevada al cielo, de la misma manera esperamos nosotros gloriosamente unirnos con ellos al final de los tiempos.

Cristo ha abierto las puertas del Cielo y María santísima ha seguido sus pasos, ambos nos invitan a unirnos a las glorias celestiales que ha sido preparado para nosotros desde toda la eternidad.

Sin embargo, no tenemos la gracia de la inmaculada concepción de María Santísima por lo tanto no podemos evitar el castigo de la muerte, como lo hizo María. Razón por la cual debemos todos y cada uno de nosotros pagar el castigo que nos tenemos merecido.

Consignamos los cuerpos de nuestros seres queridos muertos a la sepultura y nos preparamos al día en que nosotros hagamos lo mismo, con la esperanza confirmada por la fe, que nosotros también algún día habremos de resucitar de entre los muertos, cuerpo y alma para presentarnos ante Jesucristo como Justo Juez.

Jesucristo, no es solamente nuestro Dios y señor sino que también es nuestro hermano. Ha venido a este mundo y nos ha dejado en claro la dirección, sin error, que debemos seguir para seguirlo al cielo. El juicio a nuestro favor o en contra nuestra será supremamente justa toda vez que es hecho por Dios, nuestro hermano según la carne; junto a Él estará también María Santísima Madre de Él y de nosotros.
Ella que ha escapado del pecado y los castigos de este, que ha sido refugio de pecadores arrepentidos estará también esperándolos con sus brazos abiertos en el Cielo. Quienes han confiando en ella y la han amado durante el transcurso de esta vida deberán estar seguros que recibirán un juicio positivo de parte de su Hijo, señor y amo nuestro Jesucristo. De esta manera también nosotros cantaremos el Magníficat como María, al encontrar Dios la humildad de ella y Sus hermanos al mostrarnos Su misericordia.

Sin embargo, debemos unirnos a María nuestra Madre en la oración diaria si queremos recibir su protección y auxilio.

Que no pase un día sin que acudamos a su auxilio.

Esta siempre esperándonos y escuchando nuestras suplicas. No debemos fallarle, de lo contrario no podremos esperar complacer a Su Hijo el día de ser juzgados.

Así sea.

Saturday, August 8, 2009

DOMINGO 10. DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

9 DE AGOSTO DE 2009

Queridos Hermanos:

Así como son diferentes las oraciones de cada uno de nosotros de la misma manera es diferente la respuesta que Dios da a cada uno.

En el evangelio de hoy se nos presenta estas dos formas de oración a la que hacemos referencia.

Por un lado tenemos a una persona que no puede ver maldad en El.

Esta ciego por su propia vanidad y orgullo. Sí es probable que, haya hecho todo lo que dice de manera altanera en su oración: Ayuno, pago de los diezmos etc. Que haya evitados los males mayores a que hace referencia: extorsión, adulterio etc. Sin embargo, podemos cuestionar su “justicia”, aunque dice no ser injusto, el evangelio nos señala que no fue justificado.

Lo que este pobre hombre no hizo fue destruir su vanidad y orgullo. Nunca se examinó a sí mismo. Por el contrario tomó una actitud infantil egocéntrica.

Escuchamos esta misma cantaleta hoy en día con las personas que dicen no haber pecado por no haber cometido ningún crimen, como asesinato o robo. Olvidan que el alimentar el odio, los celos o la envidia son todos pecados y cuentan lo mismo que si hayan cometido físicamente estos crímenes. Dios acepta el deseo por el hecho.

Su oración es más bien aparente, que la de verdadera oración. Se presenta al templo para que todos los vean.

¿Cuántos asisten a la Santa Misa, sólo para ser vistos? ¿Cuántos entran al templo a
Pedir verdaderamente la ayuda de Dios?

Muchos entran al templo sin hacer ningún cambio en su actitud o manera de pensar a la que utilizan en su vida diaria en el mundo. Encuentran una gran dificultad en distinguir entre la casa de Dios y la casa del hombre. En su vanidad y orgullo se consideran justos y complacientes a Dios porque se han frenado de cometer los males mas graves y han mantenido de manera superficial sus obligaciones religiosas.

La hipocresía es profunda. La vanidad y orgullo que se vuelve evidente para todos a su alrededor, parece haber tomado posesión de estos sin que ellos mismos acepten tal situación. Parece que no son capaces de hacer un verdadero examen de conciencia.

Tales seres miserables, han fallado en cooperar con las gracias que Dios les ha mandado. Cuando la gracia de Dios es rechazada, esta es retirada dejando en total tinieblas a estas pobres almas.

Por otro lado vemos al publicano. Este hombre no ve nada bueno en el. No tenemos conocimiento de cuáles fueron sus pecados sólo que se considera a sí mismo un gran pecador. Posiblemente no sea culpable de los males tan graves que aquejan al fariseo, sin embargo, este publicano con la ayuda de la gracia de Dios ve la gran distancia que existe entre Él y Dios. Ve su miseria al considerarse indigno por los pecados cometidos. Sabe que ninguna ofensa contra Dios es insignificante por la infinita dignidad de Dios.

El publicano es sincero consigo mismo por lo tanto se humilla ante Dios al examinar su conciencia. Se ve a sí mismo, no como lo ve el mundo, ni como él quisiera verse, sino como lo ve Dios. Existe un gran precipicio entre el pecador y Dios. Y verdaderamente no existe justicia en nosotros que no sea don de Dios. Esto deja al publicano y todo el género humano en la misma situación. Debemos pedir la misericordia de Dios. “Señor ten misericordia de mi, pobre pecador”. Esta es la verdad y humildad que debe hacernos abrir los ojos para vernos como realmente somos, si queremos hacer progreso en la vida espiritual. Es principalmente en esta humildad (verdad) que nos podemos conformar (y por lo tanto complacer) a Dios que es la Verdad misma.

Debemos empezar nuestra oración pidiendo a Dios por la luz de conocernos a nosotros mismos. Esta gracia es absolutamente necesaria para poder hacer una oración dignamente valida. Con esta gracia recibida, debemos examinarnos a nosotros mismos detalladamente para que esta luz nos revele quienes somos realmente. Una vez armados con este entender de nosotros, pedimos a Dios la gracia de un verdadero arrepentimiento de nuestros pecados. Es en esta situación que el publicano pudo pedir la misericordia de Dios y que nosotros debemos procurar y alcanzar. En este estado estaremos presentables ante Dios.

En esta actitud humilde, incapaces de levantar la mirada por vergüenza, podemos acudir a Dios y verdaderamente hacer oración. En esta situación Dios es más contento con nosotros porque ahora la verdad está en nosotros.

Nos convertimos en vasos vacios para que Dios los pueda llenar con Su gracia. El orgullo, la vanidad y todo tipo de males han sido rechazados y expulsados para que la gracia de Dios pueda habitar y vivir en nuestra alma.

Acudamos a la casa de Dios con este espíritu y humildemente acerquémonos a El por medio de los sacramentos, para que nosotros al igual que el publicano nos retiremos justificados.

Así sea.

Saturday, August 1, 2009

FESTIVIDAD DE NUESTRA SEÑORA DE LOS ANGELES

LA PORCIUNCULA

2 DE AGOSTO DE 2009


Queridos Hermanos:

Mientras muchos quieren negar las palabras dichas por el ángel a María Santísima: (llena eres de gracia). Nosotros como católicos, hemos crecido acostumbrados a las palabras recitadas en el Saludo Angélico del (Salve María). La santidad de María es cuestionada por los no católicos que desean negar los títulos dados a ella, por la Iglesia Católica. Sin embargo, como escribimos el presente, principalmente para los fieles católicos, enfocaremos nuestra atención a la respuesta de María, tomada del evangelio de hoy y que es usada también en el Ángelus:

“He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra”

Estas son palabras profundas y llenas de significado, dichas por nuestra Madre santísima.

Encontramos en estas palabras la completa y total prontitud para hacer la voluntad de Dios. Son la inspiración y ejemplo para todos nosotros.

María humilde y honestamente, cuestiona al ángel en relación a lo que Dios le tenía preparado. De igual manera nosotros, no debemos tener temor en pedir respuestas a Dios sobre lo que quiere para nuestras vidas, sin embargo, debemos siempre estar dispuestos y preparados para hacer Su voluntad sin importarnos lo que cueste cumplirla.

María entendió lo que Dios le estaba pidiendo. No era mujer ingenua, mas bien por el contrario, sabía muy bien que existía una incompatibilidad entre su virginidad y ser madre. Cuando el ángel le revela el plan de Dios y como sucederían las cosas, la confusión dejó de existir y la magnificencia del Plan de Dios tomó posesión.

Entendió que esta petición de parte de Dios implicaría sufrimientos, sin embargo, estaba dispuesta a soportarlo todo por el amor de Dios. Dándose completamente, sin reservas.

Que diferente reaccionamos nosotros ante un compromiso difícil o que veamos que nos ocasionará dolor y sufrimiento. Miramos con detenimiento todos y cada uno de los detalles de este y escrupulosamente buscamos evitar todo sufrimiento posible. En una palabra, somos cobardes.

Dios respetó el libre albedrio de María santísima de la misma manera que respeta el nuestro. Dios pide o invita, mas no usa la fuerza de su voluntad contra la nuestra.

El camino que nos tiene preparado, puede ser doloroso y difícil sin embargo, es el único que nos permitirá alcanzar el objetivo que, El nos tiene preparado. Todo el tiempo que perdemos tratando de evitar una cruz, nos encontramos nuevamente con otra. Frecuentemente ocasionando más sufrimientos que la anterior.

La razón principal para este sufrimiento es plenamente ocasionado por nuestra no voluntad de unirla con la voluntad de Dios. Al no confiar en Dios debemos de cuestionar, dudar y seguir buscando, mientas tanto la cruz crece y se vuelve más pesada e insoportable.

Lo que parece faltarnos es, la confianza en Dios que María Santísima expresa de una manera hermosa: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra”

¿Cuándo vamos a empezar a compartir con ella este sentimiento? ¿Cuándo vamos a decir a Dios: “Aquí estoy Señor, has conmigo lo que quieras? “Soy tuyo y no pondré resistencia a tu palabra” ¿Tu me has creado, quien soy yo para oponerme? ¿Pone resistencia la arcilla al alfarero?

¡Cómo es posible resistirnos a la voluntad de nuestro creador!

Nuestro mérito consiste en el hecho de que tenemos la libertad de unirnos a la voluntad de Dios o seguir nuestra voluntad desorientada. No hay mérito en hacer lo que estamos forzados hacer. Dios nos pide esta humilde negación de nosotros mismo para unirnos en Su santa Voluntad.

Nuestra decisión es libre, pero las consecuencia no lo son. Si decidimos ignorar la voluntad de Dios, hay consecuencias a pagar, consecuencias eternas en el infierno.

Sin embargo, si nos negamos a nosotros mismos y de inmediato y de buena voluntad abrazamos los sufrimientos que Dios nos manda, y lo hacemos por amor a Él, nos daremos cuenta que las cruces se volverán livianas y dulces, como jamás imaginamos.

Las consecuencias de la felicidad eterna con Dios en el Cielo, son la consecuencia natural, de esta sumisión humilde. La simple negación de nuestra propia voluntad.
María Santísima ahora disfruta la felicidad perfecta en el cielo con su Hijo por haber dicho sí a la voluntad Divina. Ahora nos invita a seguir sus pasos.

Cuando recitamos en Ángelus cada día. Grabemos en nuestra mente y corazón el significado de estas palabras para nosotros y lo que significaron para María Santísima. No tengamos ningún temor en seguir sus pasos, viendo que aparte de los sufrimientos adheridos a la cruz, Dios nos ofrece los gozos y placeres que, Él mismo nos prometió y que son de gran valor, infinitamente abundante.

Así sea.