Saturday, October 25, 2008

FESTIVIDAD DE CRISTO REY

26 de Octubre de 2008

Queridos Hermanos:

Nuestro Señor dice: “Mi reino no es de este mundo”.

El reino de Cristo no es de este mundo sin embargo se encuentra en el. El reino de Cristo es del Cielo. Ha venido a establecer Su reino aquí en la tierra. Es un nuevo reino que jamás haya producido este mundo. Este reino es frecuentemente en contradicción con los reinos de la tierra.

Lo que parece una tontería ante los ojos del mundo, resulta muchas veces ser sabiduría en el reino de Dios, y viceversa.

Este reino es del cielo y muestra los caminos de Dios. Este reino de Dios se encuentra presente aquí en la tierra en la verdadera Iglesia Católica, donde los caminos para llegar a Dios fueron establecidos y enseñados para nuestra imitación.

En la oración de san Francisco vemos la gran diferencia entre los reinos de Dios y del mundo.
En el reino de este mundo intercambiamos odio por odio y en el reino de Dios, vemos que con amor debemos responder al odio.

En el reino de este mundo se regresa injurias por injurias, en el reino de Dios debemos dar perdón.

Ante la desesperación esperanza

En la obscuridad luz

En la tristeza alegría

El Reino de nuestro señor Jesucristo viene del cielo y lo ha establecido en la Iglesia católica y Apostólica. Es obligación de todos y cada uno de Sus miembros llevar este reino a todas las partes de la tierra.

Dios no se conforma con gobernar sobre las mentes, corazones y voluntades de ciertos individuos, También desea habitar en las sociedad y naciones enteras. Toda la creación entera está esperando la venida de estos hijos de Dios -verdaderos católicos - verdaderos miembros de reino de Dios. Se nos ha dado una gran gracia en la Fe Católica, sin embargo, y de manera lamentable, la mayoría de quienes han recibido este tesoro lo han abandonado y dirigido hacia los caminos del reino de Satanás.

Lo ideal sería que el reino de Dios se extendiera por todo el mundo incorporando a todas las naciones y todas las personas. Desafortunadamente esta no es la situación. El reino de Satanás es el que sigue creciendo, el hombre poco a poca va perdiendo toda fe, esperanza y caridad. El secularismo ya no va en descendencia, es lo que predomina en el hombre de hoy.

Existe una ceguera universal sobre la mente de toda la gente. Esta ceguera es el castigo del libertarismo prevaleciente, del deseo de piedad, curiosidad peligrosa y una presunción nefasta. Dios purifica al hombre abandonándolo a su propia suerte, privándolo de Su luz, ya sea que la rechacen o abusen. Los abandona en una oscuridad mayor a la de los idolatras de la antigüedad.
La maldad humana es mucho mayor ahora a la que fuera en otros tiempos, la corrupción ha enraizado y prevalece de manera más significativa el olvido o indiferencia de los buenos principios.

Parece que el reino de Dios ha fallado, sin embargo, sabemos que las apariencias son casi siempre falsas. Aunque el reino de este mundo parece estar en manera ascendente, el reino de Dios no ha muerto y sabemos que permanecerá hasta la consumación de los tiempos –aún si queda, sólo un miembro.

Cuando Cristo regrese habrá un juicio universal y una resurrección de igual forma. Los condenados serán enviados al Infierno. El mundo será renovado y el reino de Dios será eternamente establecido no sólo en el Cielo sino, también, en este mundo.

El plan original que inicio con el Paraíso y que se debería de extender a todas las partes del mundo será realizado cuando regrese Cristo. Hasta que eso suceda, los miembros verdaderos de la Iglesia católica –Reino de Jesucristo – tendrá que sufrir mientras este en pugna con el reino de este mundo. Sin embargo, su júbilo cuando estén en el reino de Dios será muchísimas veces más dichoso, compensado de manera suficiente, por todo lo que han sufrido del reino de Satanás.

Saturday, October 18, 2008

DOMINGO 23ro. DESPUÉS DE PENTECOSTES

Queridos hermanos:

Cuando Adán pecó, trajo consigo una doble muerte, podemos decirlo así, a este mundo. Tenemos la muerte del alma a través del pecado, y la muerte del cuerpo a consecuencia de la muerte de esta.

Tenemos la tendencia de enfocarnos en el menor de estos males, la muerte del cuerpo, en lugar del malo mucho mayor, la muerte del alma. Sufrimos mucho por la muerte física de nuestros seres queridos que han muerto, olvidando que la muerte de este no es el mayor de los males. Y que el cuerpo será resucitado.

El segundo Adán, Jesucristo, vino a este mundo a restaurar todo lo que fue perdido por el pecado. La primera consecuencia de la redención sacrificada de Jesucristo en la cruz por nuestros pecados es el liberarnos de una muerte mucho peor, la muerte de nuestra alma. A través del sacramento que Cristo ha instituido en Su Iglesia, tenemos un medio de la gracia, la vida restaurada de nuestra alma, nutrida y sanada. Sin embargo, sujetos aún a la primer muerte la de nuestro cuerpo.

Esto podemos decir, deja los méritos de la redención de Jesucristo, incompleta. Sin embargo, esto será rectificado al fin del mundo. Nuestros cuerpos, entonces, se levantaran de entre los muertos como lo ha hecho nuestra alma, que ha resurgido de la muerte a través del Bautismo y la Penitencia.

Vemos que la muerte de nuestro cuerpo, no es algo que debemos temer. Es como una extensión del sueño. Así como Cristo, nos dice el Evangelio de este día, trajo nuevamente a la vida a la pequeña que se menciona, así como El se levantó de la muerte, de la misma manera hará con nosotros.

El hombre fue creado con cuerpo y alma consecuentemente hasta que nuestro cuerpo resucite y se reúna con nuestra alma, hasta entonces estaremos completos. Aunque los santos del cielo se encuentran felices y disfrutan de la Visión Beatifica, mantienen aún el deseo de reunirse con sus cuerpos. No están completos sin este cuerpo que les permitió unir sus sacrificios con Cristo y merecer la recompensa (herencia) del Cielo. Todo esto será rectificado al final de los días, cuando todos los que han muerto resuciten.

Quienes son santos y han merecido los méritos del Cielo tendrán sus cuerpos resucitados de la muerte y en un estado glorificado. Tendrán los mismos cuerpos que tuvieron aquí en la tierra sólo que glorificados. Sus cuerpos dejarán de sufrir. Serán perfectos en su tipo. Serán restaurados a su condición original, sin embargo, ya no podrán sufrir ningún daño. No podrán ser heridos, quemados o fraccionados. Serán en un sentido espiritualizados. No tendrán restricciones de tiempo o espacio. Viajarán con la velocidad de nuestros pensamientos, no habrá muros ni cerraduras que nos limiten. Estos cuerpos vendrán e irán como lo hizo Jesucristo después de Su resurrección. No tendrán hambre, ni ninguna otra necesidad animal. Serán perfectos.

Por otro lado, los que han sufrido la segunda muerte, la muerte de su alma, tendrán una resurrección diferente. Resucitarán de entre los muertos como los justos, sin embargo, sus cuerpos estarán repletos de todo tipo de ignominias por sus pecados. Sus cuerpos sufrirán por siempre en unión de su alma los tormentos eternos del Infierno. Sus cuerpos sentirán un dolor y sufrimiento constante, sin alivio o mitigación de ningún tipo. Su cuerpo como su alma sufrirá la eterna pérdida de su unión con Dios, serán frustrados y detenidos como consecuencia de sus pecados.

El día de la resurrección será de gran alegría para los santos y un día de terror y desesperación para los condenados.

Meditemos en la muerte de nuestro cuerpo, sin ningún temor y aborrecimiento como los paganos y todos los que no conocen o confían en Dios. Los que no conocen a Dios hacen todo lo posible por preservar sus cuerpos con vida en este mundo, lo más que pueden, buscando la inmortalidad en su situación actual. Dios nos ha dado la promesa de la resurrección. Los que tenemos fe, sabemos que la muerte es el castigo por nuestros pecados, lo aceptamos, y esperamos la venida de Jesucristo, donde de manera gloriosa nos uniremos a Él.

Debemos tener temor y temblar ante esta realidad y hagamos todo lo posible por evitar la muerte de nuestra alma. Quienes desconocen a Dios nunca se detienen a pensar en esta muerte. Hacen ostentación de sus pecados, la podredumbre y la muerte de su alma ante la multitud que les rodea.

Si podemos evitar la muerte de nuestra alma en esta vida, no tenemos nada que temer en relación a la muerte de nuestro cuerpo, toda vez que es temporal. Podemos, mientras estemos en este mundo, restaurarle la vida, con sólo recibir los Sacramentos que Cristo nos ha dado, y cooperar con la gracia que nos ha merecido con el sacrificio de Su cuerpo en la cruz.

Así sea.

Saturday, October 11, 2008

DOMINGO 22DO. DESPUES DE PENTECOSTES

12 de octubre de 2008

Queridos hermanos:

El evangelio de este día, nos muestra la astuta hipocresía de los Fariseos. Ya tenían definidas sus mentes –rechazar a Cristo. Lo que seguía entonces era buscar la causa o razón para justificar sus decisiones preconcebidas.

Los tiempos han cambiado pero la astuta hipocresía de los enemigos de Dios permanece aún con nosotros más fuerte que nunca. Diariamente nos encontramos con personas que ya han definido sus mentes y que ahora quieren forzar la verdad y los hechos para que se acomoden a sus conclusiones.

Los fariseos de los que nos habla el evangelio de hoy creen haber encontrado la trampa final para Jesucristo. Muchos, del pueblo elegido creen ser exentos del pago de impuestos al Cesar Romano, porque estaban dedicados a Dios. Eran también una secta que llegó al poder por designación de Herodes por el Cesar y estaban de acuerdo en que todos pagaran el tributo (impuesto) al Cesar. De tal manera, los fariseos creyeron que si presentaban a Cristo tal pregunta sobre el tributo al Cesar, sin importar mucho que respuesta diera, Este, se opondría de alguna u otra manera.

Sin embargo, esta no era la extensión a su planeación diabólica. Fueron más allá y determinando de manera directa cual sería la mejor manera de cuestionar esta pregunta. Mandaron a sus representantes con sus instrucciones de presentarse como gente ordinaria, sincera y honesta en busca de una respuesta, mostrando respeto a Jesucristo de manera de “hacerse de Su lado”.

Vemos que primero alaban a Jesucristo: llamándolo Buen Maestro, quien no responde a las preguntas basado en el respeto por los hombres sino sólo por respeto a Dios.

Este juego funciona muy bien sobre muchos mortales, como lo somos todos, debido a nuestro orgullo y naturaleza caída, sin embargo es sin efecto en contra de Cristo que es Dios. Cristo inmediatamente vio su maldad. Sabía que se trataba de una trampa, sin embargo, responde de tal manera que la pone al descubierto, para que despertaran tal vez a la verdad la cual ya habían rechazado de antemano.

Ahora bien, para responder la pregunta “difícil”. ¿Qué imagen está en la moneda en cuestión? La del Cesar. Luego entonces dar al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios.
Al usar las monedas y bienes que los impuestos del imperio romano proveían la gente estaba sujeta al Cesar. Se reconocían a si mismos como sujetos del Cesar, luego entonces sujetos al pago de tributo, impuestos por el estado. Dar al Cesar lo que le pertenece, si portas su moneda, regrésale lo que le pertenece.

Por otra parte, debemos también dar a Dios lo que le pertenece. ¿Qué le pertenece a Dios? La respuesta es: todo le pertenece a Dios, el Cesar incluido. Pero de manera más específica podemos contestar que nuestra alma le pertenece, porque somos creados a Su imagen y semejanza.

Nuestra mente, corazón y alma le pertenecen a Dios, luego entonces debemos regresársela.

Nuestra alma no nos pertenece. El tributo que Dios demanda de nosotros, no es tanto como la moneda que emite el estado sino más bien el amor y gratitud por las gracias emitidas por Su Iglesia – el reino del Cielo.

El tributo que Dios nos pide es que lo amemos con un amor preferencial y completo con todo nuestro ser. Esto es lo que debemos a Dios.

La trampa puesta por los fariseos para atrapar a Jesucristo fue destruida por Jesucristo mismo y ha sido escrito, lo sucedido, para nuestra instrucción. Como ya lo mencionamos anteriormente, el espíritu de los Fariseos se encuentra presente hoy en día después de tantos años. Estemos alerta sobre los hipócritas que tratan de atraparnos con sus preguntas y argumentos capciosos. Su lógica aparece como incontrovertible, ya que usan la lógica del mundo o la lógica de Satanás y no la de la verdad y de Dios. Cuando su ciencia, lógica y pruebas contradicen las verdades reveladas por Dios, Cristo y Su Iglesia podemos estar seguros que es una lógica falsa o una ciencia falsa.
Al mismo tiempo estemos alerta sobre el lenguaje engañoso y adulador que frecuentemente se usa en nuestra contra, para que bajemos la guardia. Nuestro peor enemigo en estos casos somos nosotros mismos. Nuestra vanidad y orgullo nos hace presa fácil de estos ataques porque queremos creer las mentiras que se nos dicen. Es necesario que luchemos en primer lugar con los enemigos de nuestro propio ser. Debemos luchar constantemente en contra de nuestro amor propio y orgullo. Debemos practicar constantemente la humildad, es decir la verdad. Debemos primeramente buscar conocernos verdaderamente a nosotros mismos. Vernos a nosotros mismos como nos ve Dios.

El hombre realmente sabio, se conoce a sí mismo. Esta es la razón por la que falla este intento de atrapar a Jesucristo. Podemos hacer nosotros lo mismo si imitamos a Cristo. Si verdaderamente nos conocemos no podemos ser engañados por los demás especialmente en relación a nuestro valor y habilidades.

Así sea.

Saturday, October 4, 2008

DOMINGO 21ro. DESPUES DE PENTECOSTES

5 DE OCTUBRE DE 2008

Queridos Hermanos:

La calidad de la misericordia no es forzada, cae como la suave lluvia, del cielo, sobre la tierra. Es doblemente bendecida, bendice a quien la da como a quien la recibe.

William Shakespeare

Justo antes de que nuestro Señor dijera la parábola en el evangelio de hoy, hay una pregunta de parte de San Pedro en relación a con qué frecuencia debe perdonar a su hermano. Nuestro Señor le dice que no sólo siete veces sino setenta veces siete. Esas son las ocasiones suficientes y necesarias.
Para ilustrar este perdón, la parábola de hoy nos señala que el reino del Cielo está gobernado por la misericordia.
Dios es todo misericordioso. El nos ha dado todo lo que tenemos y todo lo que somos. Nos perdona al mismo tiempo que estamos arrepentidos y acudimos con verdadera humildad al sacramento de la penitencia. Perdona de igual manera una gran cantidad de pecados, como la más mínima de estos. El único obstáculo para recibir y experimentar Su misericordia es nuestro orgullo y amor propio.
Una vez que hemos sido perdonados por Dios, somos real y verdaderamente perdonados.
No tomemos literalmente la parábola en donde el Amo perdona la deuda y lo manda a la tortura hasta que pague todo lo que debía. Dios no nos trata de esta manera. Debemos observar que en las parábolas muchas cosas son accidentales a la parábola misma y se debe tener cuidado y restricción al observarlas. Dios no revoca un perdón otorgado, ya que sería contrario a toda su misericordia, y Sus obras son sin arrepentimientos.
Esto significa que Dios no perdonará, o mejor dicho que castigará severamente la ingratitud e inhumanidad del hombre que, después de haber recibido de Dios el perdón más liberal de sus trasgresiones graves, no puede perdonar la más mínima transgresión en su contra cometida por su prójimo, quien además es hijo también de su Dios.
La ingratitud puede compararse con los 10,000 talentos, como toda ofensa grave, cometida contra Dios, excede en un grado infinito, cualquier ofensa contra el hombre. Este arrepentimiento debe ser real, no pretencioso, del corazón y no de palabra nada más; sacrificando todo deseo de venganza, todo odio y resentimiento, ante la cúpula de la caridad.
¿Cuántas veces hemos orado (en el Padre Nuestro) que nos perdone Dios como nosotros perdonamos a nuestros deudores? ¿Hemos, en alguna ocasión, detenido a pensar que es lo que estamos diciendo? Pedimos a Dios que nos muestre su misericordia como nosotros la mostramos a nuestro prójimo. Para ser misericordiosos al mismo grado, y en la misma medida que nosotros somos. Esta es una petición tonta para la mayoría de los hombres, porque son muy pocos los que practican verdaderamente esta petición o tienen verdadera caridad. No existe nada erróneo con la oración porque nuestro Señor mismo nos la ha dado. El problema está en nuestro rechazo a la caridad y a la misericordia para nuestro prójimo. Cuando Dios nos muestra Su misericordia vemos que no se queda ni retiene nada. Su gracia fluye gentil y plenamente. Y quienes de manera correcta reciben Su gracia son eternamente agradecidos. El hombre se salva y Dios recibe los honores. Realmente la misericordia es doblemente bendecida. Sin embargo esta misericordia divina debe ser más que, bendecida doble, porque Dios espera que volteemos y manifestemos esta misma misericordia a nuestro prójimo y este a los que le rodean. Estos actos de amor y misericordia deben en teoría, reproducirse como fuego descontrolado sobre todo el mundo, sin embargo, no es así. Lo que vemos, por el contrario, es una vida salvaje llena de sospechas, odio y venganzas.
Vivimos en un mundo que aterroriza a la gente en el intento por librar una batalla y terminar con el terrorismo por siempre. Tal vez alguien pueda pelear fuego contra fuego y detener el fuego (cuando no hay nada mas a quemar), sin embargo, la mejor arma contra el fuego es todo lo contrario, el agua. La mejor arma contra el odio es el amor, no, más odio. La mejor arma contra la sospecha es la confianza. Contra la venganza el perdón, la mejor arma en contra de la miseria y el sufrimiento es la misericordia.
Para poner un poco de orden en la sociedad y en el mundo, debemos todos de manera seria considerar las lecciones dadas en la parábola del evangelio de hoy. Si realmente somos lo que decimos ser, cristianos que aman y siguen a Jesucristo, debemos entonces empezar a tener una actitud diferente del mundo a nuestro alrededor. Debemos amar a Dios sobre todas las cosas para poder amar a nuestro prójimo como nos amamos a nosotros mismos. Luego entonces debemos ser misericordiosos con nuestro prójimo como deseamos que Dios lo sean con nosotros.

ASI SEA.