Saturday, July 26, 2008

DOMINGO 11ro. DESPUES DE PENTECOSTES

27 de Julio de 2008

Queridos Hermanos:


El dia de hoy se nos da la oportunidad de considerar el valor de los preciados dones que se nos han dado con las facultades del oido y el habla.

En la mayoria de las veces tomamos estos dones sin mucha importancia. De igual forma, la razon por la cual, Dios no los ha dado. Todo lo que Dios no ha dado, ha sido siempre con un proposito y objetivo bien definido; que pasemos la eternidad con El en el cielo. Aprendemos en las primeras lecciones de nuestro catecismo, porque nos ha creado Dios? “Para conocerlo, amarlo y servirlo en esta vida y gozar de la felicidad eterna en la otra.” Por lo tanto, todo lo que Dios nos ha dado en esta vida, se nos ha dado para ayudarnos en cumplir estas obligaciones de conocer, amar y servirlo.

El don del oido, audicion, es un don precioso, nos ayuda a escuchar al resto de la creacion. Somos capaces de escuchar la palabra de Dios cuando se nos predica por voz de Sus sacerdotes. Somos capaces de escuchar el hermoso canto de las aves, la musica de las grandes voces humanas e instrumetales, etc.

Sin embargo, con frecuencia preferimos escuchar las cosas malignas: Rumores, mentiras, injurias, difamaciones, chistes inmodestos e impuros, canciones etc. decidimos no escuchar las cosas de Dios o todo lo que nos puede hacer recordarlo. Nuestro preciado don de la audicion es usado para distraernos de la realidad spiritual que nos rodea.

En lugar de permanecer pasivos y en silencio para poder escuchar la voz de Dios que nos habla a traves de nuestra conciencia y en la belleza de los sonidos que nos ha dado, decidimos, en la mayoria de las veces, llenar nuestros oidos con la cacofonia ininterrumpida de la lujuria y pasiones mundanas de la “musica” popular, o la constante murmuracion y vocabulario incoherente de los programas de entretenimiento. Escuchamos los programas de television, o vemos peliculas, en lugar de pasar un rato en silencio con nuestras conciencias escuchando el suave sonido de la voz de Dios.

Tenemos muy poco tiempo para la contemplacion y la oracion porque llenamos todo momento disponible de nuestras vidas con sonidos malignos y peligrosos. Los telefonos celulares, cds, casetes, radio, mp3 etc nos impiden tener un momento con Dios o refleccion en quien nos ha dado todos estos beneficios, que disfrutamos tanto.

Usamos los regalos de Dios y nos olvidamos de El. Le damos la espalda y utilisamos estos dones para ofenderlo.

Todo lo que hemos dicho de este don de la audicion, lo podemos igualmente decir del don del habla. Tal vez podemos agregar a este ultimo, como los dice nuestro Senor, no es de lo que entra en la boca del hombre lo que le hace mal sino lo que sale de esta: “Pero lo que sale de la boca procede del Corazon, y eso hace impuro al hombre. Porque del Corazon provienen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los robos, los falsos testimonios, las blasfemias. Esto es lo que contamina al hombre; pero comer sin lavarse las manos, eso no contamina al hombre. (San Mateo 15, 18-20)

Es suficientemente malo que abusemos de los dones de la audicion que Dios nos ha dado, escuchando cosas pecaminosas. Sin embago no conformes con eso vamos un poco mas alla, dibulgando lo que escuchamos y agregando, ademas nuestro propio mal intencionado comentario. Con frecuencia casi no tenemos control de lo que escuchamos, pero si tenemos control de lo que decimos.

Los oidos curiosos que siempre estan en busca de algun tipo de mal nunca se guardan las cosas para si mismos. Parece que se aniquilan por el deseo de divulgar lo que han escuchado, se dice que la “curiosidad es la hermana de la indiscrecion”, si solo pudieramos lograr guardar para nosotros mismos todo el mal escuchado; pero no, lo alimentamos y nutrimos al disfrutarlo y trasmitirlo a los demas, haciendo con esto ocacion de pecado para quienes nos escuchan.

Ya es tiempo de que tomemos responsabilidad de las cosas que escuchamos y hablamos. Usemos estos dones siempre con responsabilidad, teniendo en mente que Dios nos esta viendo y escuchando, para ver que uso hacemos de estos. Dios nos ha dado estos dones para que lo conoscamos, amemos y le sirvamos. Debemos estan dispuestos a escuchar la voz de Dios, especialmente cuando habla con nosotros en voz de la Iglesia y en voz de nuestra conciencia. Debemos usar nuestra voz para alabar a Dios y hacer un llamado al mundo para que lo conosca como debe ser conocido, amado como debe ser amado y servido como se le debe servir.


Que se diga de nosotros, como se hablo del hombre en el evangelio de hoy y”hablaba correctamente”!. Amen

Saturday, July 19, 2008

DOMINGO DECIMO DESPUES DE PENTECOSTES

20 DE JULIO DE 2008

Queridos Hermanos:

“Todo el que se ensalza sera humillado; y el que se humilla sera ensalzado”

Esta es la manera en que resultaron las cosas en la vida spiritual como consecuencia del pecado original y nuestros pecados personales, que hemos agregado. Si no estuvieramos contaminados por el pecado seriamos capaces de formar un major entendimiento de nuestro verdadero valor. Nos veriamos esencialmente, como DIos nos ve. Es decir lo que verdaderamente somos.

Lamentablemente cuando Dios ve lo que hay en nosotros, ve que existe muy poco de valor, es decir solo hay miseria y fantasia. Nos enganamos pensando que somos Buenos porque no hemos matado, robado o vandalizado a nadie, aunque hayamos dado lugar a estos pensamientos. Nos enganamos a nosotros mismos por haber completado algunas oraciones de memoria y mecanicamente, pensando que hemos hecho verdaderamente oracion.

Bajo tales enganos nos presentamos delante de DIos y los hombres como si verdaderamente fueramos santos y justos.

La actitud adecuada deberia ser de humildad. Debemos ser capaces de examinar nuestras conciencias y humildemente lamentarnos de haber perdido tanto tiempo sin verdaderamente amar a Dios. Hemos perdido mucho tiempo al no hacer oracion de manera correcta. Hemos perdido mucho tiempo al no amar genuinamente a nuestro projimo. Hemos perdido mucho tiempo en las “diversions” inutiles o aun peor en “diversiones” pecaminosas. Hemos perdido mucho tiempo en pensamientos perversos.

Hemos lastimado a nuestro projimo de palabra, obra y omission. Hemos ofendido a Dios no una sola sino muchas veces.

Mientras mas veamos lo que somos y entendamos quien y que somos (como DIos nos ve) mas estaremos comprometidos, por necesidad, de asumir una posicion de humildad que es verdadera y muy benefica para nosotros.

El hombre humilde reconoce de hecho que es un pecador y acude a Dios por misericordia, sabe que no la merece y que en justicia Dios ya lo hubiera mandado al infierno desde hace mucho tiempo.

Dios se complace cuando la opinion de nosotros mismos es cercana a la realidad. De esta manera “todo el que se humilla sera ensalzado” DIos lo auxiliara, tomara sus pecados, lo vestira con los ornamentos preciosos de la virtud y le dara la bienvenida en el reino de los cielos.


Pobres de aquellos que no sean humildes, rechazan ver la realidad y de manera orgullosa y arrogante se presentan delante de Dios y los hombres, proclamandose justos y “merecedores” del reino de los cielos. Se enganan a si mismos, sin embargo, la mayoria de sus conocidos ven lo que realmente son. Cuando estos les hablan de humildad de manera imprudente proclaman que son humildes y no se detienen a considerer su propia hipocrecia..

Tales hombres son mentirosos y ladrones, roban a la verdad, ofenden a DIos que es la Verdad, lo atacan con cada mentira, tratando de quitarle el honor y Gloria que solo a El le correponden, lo cual logran por un tiempo muy limitado; Dios ve esto y decide castigar firmemente este pacado, mientras estamos en esta vida o en la eternidad, finalmente la justicia divina triunfara.

El hombre orgulloso es miserable, cree poseer algo cuando no tiene nada, se encuentra en una situacion lamentable, por lo tanto debemos pedir a DIos que despierte a tales almas de las ilusiones en que se encuentra. Esta es una forma de verdadera caridad para nuestro projimo.

Debemos hacer nuestra parte y ayudar a tal persona para que vea la verdad (nunca como maldad o venganza, sino con humildad, verdad y caridad) y veamos los sufrimientos que este lleva, segun nos dice san Pablo: La mayoria nos va a considerer sus enemigos porque los amamos y les decimos la verdad.

Sin embargo, es un honor y privilegio ser odiado y rechazado por el mundo, especialmente los que son como los fariseos de que nos habla el evangelio de hoy. Nos hacen justicia ya que nos merecemos eso y mas como consecuencia de nuestros pecados. Y aun si se equivocan en su condena contra nosotros en algun punto, existen muchos otros motives por los cuales merecemos ser condenados. Si cargamos todo esto de manera paciente y humilde por el amor de Dios y en imitacion de Jesucristo nos encontraremos con que verdaderamente hemos vivido una vida que es similar a la de Cristo y merecedora de ser exaltada.


Asi sea.

Saturday, July 12, 2008

DOMINGO NOVENO DESPUES DE PENTECOSTES

13 de Julio de 2008

Queridos Hermanos:


El evangelio de hoy nos relata una de las ocasiones en que Jesucristo Nuestro Señor llora amargamente por nuestros pecados. Al hacer esto, nos enseña que es verdaderamente humano y verdaderamente Dios.


Consideremos la razón que hizo que Jesucristo derramara sus lagrimas. Habla de Jerusalén y su destrucción. Destrucción total, sin dejar piedra sobre piedra. Esto en si mismo es una escena muy terrible y la cual humanamente hablando ocasionaria mucha tristeza. Es verdaderamente una gran perdida cuando tales construcciones son destruidas, junto con todo el esfuerzo que se ha realizado para construirlos y mantenerlos en buen estado.


La verdadera tragedia en este caso, es la perdida de vidas humanas y por su puesto de sus almas. Estas ultimas han sido la razón de las largimas de nuestro señor.


La gente de jerusalèn, el pueblo elegido, fueron hechos a un lado por Dios para poreservar la doctrina de Dios entre los hombres. Fueron confiados con el mas preciado de los tesoros, sin embargo, como es sabido por todos, esta pobre gente, en lugar de ser mas humildes y agradecidos por tan preciado regalo, permitieron que la maldad los envolviera. Llenos de vanidad, emepzaron, no solo viendo como a inferiors a los demas hombres, sino ue ademàs de todo los humillaron y odiaron.


Es entonces cuando Dios mismo viene a este mundo, y ellos eligen, rechazarlo, porque Jesucristo buscó a todos los hombres sin distinction alguna y abrió su corazón a todos. Se relacionó con justos e injustos por igual. Buscó lo que estaba perdido (los pecadores), razón por la cuál fue rechazado. El no respondió de la misma manera que fué recibido. No los colocó en un pedestal tampoco, sin embargo les demostró que no eran tan perfectos ni justos como ellos pensaban. Lo cual no les agradó ni aceptaron, toda vez que estaban, por su vanidad y orgullo, ciegos ante las cosas de Dios.


Sabemos que Jesucristo no respondió de igual forma, por el contrario. Tanto los amó que lo encontramos llorando la destrucción y condena que a estos infieles les esperaba.


Todo lo que se necesita hacer, en aquel entonces como hoy en día, es humildemente acudir a Dios con un corazón contrito y arrepentido. Toda vez que Jesucristo esta siempe dispuesto a perdonar y recobrar a la vida de la gracia. Sin embargo, no lo hicieron así trayendo con esto, la destrucción sober si mismos.


Desde entonces nuestrs santa madre la Iglesia, de similar forma, no ha dejado de llorar la destrucción, pérdida y condenación que aguarda sobre la cabeza de tantas personas en el mundo.


Todo parece indicar que con el paso del tiempo dicha destrucción se convierte en alkgo cada vez mas inminente. Los hombres en lugar de escuchar la palabra de Dios y amar a su prójimo como a si mismos; en lugar de amar a sus enemigos y rezar por quienes los persiguen, deciden odiar, detestar y rechazar a su prójimo, deciden asesinar a sus oponentes y quienes se cruzan en su camino, lleno de objetivos egoistas.


No olvidemos que todos somos creados a imagen y semejanza de Dios, cada uno de nosotros fuimos hechos para Su honor y gloria y somos llamados para llevar una vida que nos ha de guiar a la felicidad eternal gozando del amor de Dios en el cielo.


Si somos beneficiados con la gracia que Dios no ha depositado en otros individuos, no permitamos que esto nos perjudique, eliminemos el orgullo y vanidad de nuestras vidas. Usemos todo esto, para nuestra propia salvación y la de nuestro prójimo.


Debemos compartir además de todos los denoes recibidos de Dios, la gracia de la verdadera fe. Debemos hacer todo lo que este en nuestro poder para nutrir y proteger esta gracia, simultaneamente debemos hacer que los demás seres humanos, también reciban esta gracia. Debemos buscar que compartan con nosotros la dicha de estar en la gracia y consuelo de Dios.


Serìa un abuso de la gracia de Dios, atesorarla e impedirla a los demás, tal actitud nos conducirá a la pérdida de ésta y consecuentemente a la condena eternal, como sucedió con quienes ocasionaron las lagrimas de Cristo nuestro señor, según lo señala el evangelio de hoy. No debemos tener ningún temor de compartir las gracias y bendiciones que recibimos de Dios, porque al compartirlas, estas no disminuyen sino que por el contrario se incrementan. Recordemos las palabras de san Francisco de Asís cuando nos dice: Es dando como recibimos.

Entregemos nuestro corazón a Jesucristo y amemos a nuestro prójimo como Cristo nos lo ordena. Uniendonos con El, al llorar la destrucción y condenación de tantas almas.

Parece no poder evitar que una gran cantidad de seres humanos se aproxime a su condena eternal. Pero si una sola alma se salva y con esto se da gloria y honor a Dios, entonces nuestras lagrimas, oraciones y esfuerzos no serán en vano. Así sea.

Saturday, July 5, 2008

DOMINGO OCTAVO DESPUES DE PENTECOSTES

6 JULIO DE 2008

Queridos Hermanos:

Todos somos administradores. Todo lo que es, pertenece a Dios. Es el creador y ha puesto todas las cosas de este mundo en nuestras manos para que las usemos y demos con ello gran honor y gloria a Su nombre, luego entonces todo lo que tenemos y todo lo que somos le pertenecen a Él. Le pertenecemos a El de igual forma que todo lo que existe. El día del Juicio debemos dar cuentas de esta administración de bienes a nosotros encomendada.

Que escena tan escalofriante será para quienes han hecho mal uso de las cosas de Dios; y para quienes se han apropiado para uso personal las cosas de Él. Nosotros mismos no nos pertenecemos. Hablando de manera estricta, no tenemos más derechos que los que Dios nos ha otorgado y estos vienen acompañados de una gran responsabilidad.
¿Qué tenemos que no hemos recibido? ¿Poder?, ¿Salud?, ¿Riquezas?, ¿Belleza?, ¿Inteligencia?, ¿Sabiduría? ¿Entendimiento? Ninguna de estas cosas nos las podemos dar a nosotros mismos. Todas vienen de Dios.
Que desdicha para aquel hombre que piensa que puede hacer lo que le plazca con los dones de Dios. El día de la rendición de cuentas ha de llegar, y la cólera del juez será muy temeraria y dolorosa.
El deplorable “hombre rico” que se le ha dado (o robado) muchas cosas de esta vida tendrá que rendir cuentas de cada una de ellas. Por cada centavo que pase por sus manos. ¿Ha usado todo esto para el honor y gloria de Dios? O ¿ha usado cada uno de estos dones y beneficios para ofenderlo? ¿Se ha atribuido todos estos bienes a sí mismo como si fuera dios y no tuviera que rendirle cuentas a ninguno? Las tentaciones son mayores para quienes tienen una gran cantidad de bienes materiales en este mundo.
Los bienes materiales de este mundo que fueron creados para acercarnos más a Dios frecuentemente se convierten en obstáculos a este fin, porque en el uso y goce de estos bienes se nos olvida Dios. Los atribuimos como algo personal o se los agradecemos a falsos ídolos, empezando a dar honor y gloria a las cosas materiales en lugar de Dios mismo.
Que desdicha del hombre rico! Es mucho más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que un rico entre en el Cielo!
Las Palabras del Bienaventurado Giles de Asís vienen a la mente: “Quien tiene la porción más pequeña de este mundo tiene la mejor parte y quien tiene la mayor porción posee la peor”
Nuestra naturaleza caída por el pecado convierte estas palabras en una realidad. Quienes han recibido mucho piensan que son grandes porque tienen mucho y abuzan y humillan a sus demás compañeros que recibieron menos. Cuando deben ser los primeros en reconocer que todo les ha sido dado por Dios y que ha ellos se les han encomendado para el mayor honor y gloria de Dios y para ayudar a quienes están en necesidad y tienen menos.
Las limosnas ofrecidas por el hombre rico al pobre ofrecen gracias abundantes para ambos. Cuando damos por el honor y gloria de Dios, no sólo es glorificado Dios y nuestro prójimo liberado de algunos de sus sufrimientos, sino que además de eso nuestra alma es elevada a una posición mejor. Y si nosotros somos quienes recibimos la limosna o caridad, con humildad, reconociendo nuestra dependencia de la misericordia de otros, lo cual es un reflejo de la misericordia de Dios, y si aceptamos nuestra situación en esta vida con paciencia y resignación a la voluntad de Dios nuestras almas también son purificadas y acercadas mas a Dios. Quienes son testigos de tales actos de caridad son edificados y motivados para hacer cosas similares abundando la gracia entre ellos por este acto aparentemente insignificante.
De esta manera vemos que las riquezas no son el obstáculo para nuestra felicidad eterna, sino más bien nuestro apego desordenado a ellas.
Debemos aprender que el uso desinteresado de los dones de Dios nos ayudará a que usemos los beneficios de este mundo, como si no los usáramos. No porque sean sin valor o sin uso (todo lo que Dios ha hecho es bueno), sino porque el amor de estas cosas se convierte en un obstáculo para el amor que debemos dar a Dios.
Como buenos administradores debemos reconocer las bondades y valor de todas las cosas que Dios nos ha puesto para nuestro cuidado y debemos de igual manera no abuzar, desperdiciar o destruirlos. Al mismo tiempo no debemos sobreestimar su valor y beneficios y empecemos a servirles; privando a Dios de lo que le pertenece.
Hagamos oraciones para que seamos y busquemos cumplir fielmente nuestra administración de los bienes de Dios. Jamás olvidemos que estas cosas pertenecen a Dios y que las debemos usar para Su honor y gloria; para la ayuda y auxilio de nuestro prójimo y finalmente, para nuestra salvación eterna. Así sea.
Paz y bien